twenty nine

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Harry sostenía el teléfono con manos temblorosas, sintiendo cómo la desesperación crecía con cada vibración insistente. Era la sexta notificación en menos de una hora. Mensajes breves, sin remitente, cargados de una amenaza silenciosa que le erizaba la piel.

Había respondido algunos, con la esperanza de descubrir quién estaba detrás de aquel tormento, pero la falta de respuestas concretas solo aumentaba su ansiedad. Cada intento de obtener información terminaba en un callejón sin salida, alimentando su paranoia.

Y entonces, como si la situación no fuera lo suficientemente inquietante, un paquete llegó a la casa de Louis. Su nombre estaba claramente impreso en la etiqueta. Con dedos tensos, rasgó el envoltorio y encontró un colgante con un dije de piedra ónix. La piedra, oscura y reluciente, tenía una presencia casi hipnótica. A simple vista, era un regalo hermoso... pero algo en su forma, en la manera en que reflejaba la luz, le resultaba extrañamente familiar. Sin embargo, no lograba recordar por qué.

Desde ese momento, su paranoia alcanzó un punto crítico. La sensación de vulnerabilidad lo acompañaba a cada paso, especialmente cuando estaban fuera de casa sin los guardias de Louis para protegerlos. Su mente no dejaba de elaborar los peores escenarios: una emboscada, una confrontación repentina, la certeza de que alguien lo vigilaba, esperando el momento perfecto para atacar.

El castaño no tardó en notar su estado alterado. Con la calma firme de quien está acostumbrado a manejar crisis, tomó la iniciativa.

—Hazz, ya es suficiente. Ven aquí.

Su tono autoritario lo obligó a detenerse. Sintió la presión en su brazo cuando lo atrapó con suavidad, forzándolo a mirarlo.

—Desde que salimos, no has dejado de vigilar a cada persona y a cada auto que pasa. Como si estuvieras esperando... algo. O a alguien. Háblame.

Harry alzó la mirada, y en sus ojos brillaba el pánico contenido. Sin pensarlo, se aferró a él con fuerza, hundiendo el rostro en su pecho como si pudiera encontrar refugio entre sus brazos.

—Quiero hacerlo, de verdad —murmuró, la voz quebrada—. Pero temo por tu seguridad.

El agarre en su ropa se intensificó, y su cuerpo se estremeció contra el de él.

—Regresemos a casa. Te contaré todo, lo prometo.

Louis asintió con cautela, aunque la preocupación seguía reflejada en su rostro. Sin más palabras, lo tomó de la mano y lo guió de vuelta. El trayecto transcurrió en un silencio denso, cargado de pensamientos no dichos.

the auction (l.s) -en ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora