NOVA (I)

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Nací en la era más difícil de la tierra, los cuatro reinos conspiraban unos con otros secretamente pero ningún rey era capaz de declarar la guerra, nuestro reino cada vez más caía en desgracia solo por una tonta ideología de poder que se remonta a milenios.

El gran reino de Tadaren ya no es como lo narraban los ancianos, ellos contaban que en sus tiempos la comida abundaba tanto que se pudría, los guerreros eran honorables y no unos cerdos borrachos que pierden la noción en cada tascada de cerveza, la ambición lo cambio todo, la sed de poder mancho Tadaren como un reino de la tierra, ahora solo es una tierra de cobardes y locos.

Martillaba el metal con mi martillo, tan fuerte que sentía como el acero rugía con cada golpe. No es normal, ¿que una mujer golpe tan fuerte? Ya lo creo, ni que sea herrera, pero mi hermano se marchó con los guerreros de Tadaren del Este como asimilado del lord Garrent, habían pasado años sin saber de él, ni una sola carta, ni una sola señal de vida de los guerreros, la gente del pueblo asumió lo peor, pero mi padre aún mantenía la fe, desde entonces le ayudo con la herrería, solo me tiene a mí y yo lo tengo a él.

—Deberías descansar un poco Nova. —Escuche a mi padre decirme extendió con su mano una taza de té de hierbas extrañas que frecuentaba hacer en las tardes. —llevas toda la tarde, golpeado esa base, la casa comienza a sentir tus golpes. — Bromeo.

—Aun no es suficiente. —Respondí con dureza. —Pero creo que tomare de tu jugo extraño. —Le sonreí. Me senté a su lado.

— ¿Un pedido especial? —Dijo mientras miraba la espada que brillaba como un sol.

—No... esta es para mí. —Le respondí mirándole a los ojos, ojos negros distintos a los míos tan diferentes que hacían dudar a la gente de que fuese mi padre.

—Nova...

—Lo se papa — interrumpí. —Sé que dirás que las mujeres no deberían usar espadas, pero he trabajado mucho en esta, no pienso darla o echarla a perder además...

—Está bien. —Interrumpió, pero me negué a escuchar.

—Qué pasaría si un ladrón viene a la herrería como...

—Hija.... Hija...—Me detuvo. —Dije que está bien.

—Enserio. —Mis ojos se abrieron de forma involuntaria, mis labios esbozaron una sonrisa inmensa que apenas cabía en mi cara.

—Pero con una condición... prométeme que solo la usaras para defenderte y nada más.


Me lance sobre él y bese su plateada cabellera. Me tome el té extraño que bajo amargo por mi garganta pero aun así no me importo me levante y comencé a martillar el acero con más fuerza que antes.

Mi felicidad se vio interrumpida por los caballeros azules, vestían ese horrendo uniforme que portaban con arrogancia y sus caras como si fuesen dioses, portando en sus pechos el tritón dorado como si fuesen caballeros de verdad.

—Señor Wood. —Dijo el más gordinflón.

—Lord Sterris... Lord Hargard. —Mi padre hizo un gesto de reverencia. —A qué se debe su visita en la herrería.

Lord Sterris desenvaino su espada, mostrándola al cielo con arrogancia.

—Está quebrada.

—Permítame mi lord. —Mi padre tomo la espada de su mano y le hecho una mirada al acero. —Sí, no cabe duda está quebrada.

—Tiene que arreglarla. —Bramo Sterris.

—Es posible... pero este acero es muy difícil de restaurar... le saldrá un poco caro.

— ¿Caro? —Ambos se echaron a reír como de un chiste. —Se atreve a cobrarle a un caballero.

—Pues debe saber mi lord... que de la caballería no me alimento.

Lord Hargard desenvaino su espada y la apunto a mi padre.

—Elija bien sus palabras lord...

—Debe a aprender a empuñar bien esa espada, o la quebrara también...

— ¿Cree que esto es un chiste?

La herrería se volvió tensa hasta que no aguante más.

— ¡Deténgase! —Grite.

— ¿Qué? Una mujer herrera... ¿acaso no tiene vergüenza?

Mi cuerpo se llenó de rabia y tome la base de la espada que aun ardía y apunte al caballero.

—Suelte a mi padre y lárguense.

—A caso no ves a quien amenaza ¡zorra!

—Suelta a mi padre y lárguense ahora. —Le lance una mirada petrificadora. 

Mi padre ataco a lord Hargard, golpeo fuerte su mano con un martillo, el caballero dejo caer la espada mientras gritaba de dolor.

—Nova, ¡vete!

Corrí con la espada en la mano lejos de la tienda, viendo como llevaban a mi padre apresado. Fui hacia el único lugar en toda Tadaren que podían brindarme una mano, la taberna del zapatero rojo, en busca de Charlie quien sería el único que podría ayudarme en esta.

La Era Del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora