Se oían los gritos de euforia del público, la arena estaba a punto de reventar, la gente esperaba paciente que el espectáculo iniciara, bebían cerveza y comían diferentes alimentos, se podía sentir la emoción en sus rostros. Los cuatro muros construidos en los cuatro puntos cardinales salvaguardaban a los banderilleros, la cuadrilla y al mozo.
Caminaba por el largo túnel, la luz entraba por el arco, podía apreciar la cantidad de gente sentada en los palcos, se había preparado por mucho tiempo para ese día, la adrenalina corría por sus venas,se colocó la montera, envolvió su florete agarrándolo con su mano derecha y salió de ahí hasta posicionarse en el centro de la arena, la tierra estaba más suelta que de costumbre, la gente estallaba en ovaciones hacia el matador. Un metro setenta y cinco de estatura, piel aperlada, ojos negros al igual que su pelo corto, nariz aguileña, cejas rectas, de complexión robusta, tenía una cicatriz en línea recta hacia abajo en su mejilla derecha. El traje de luces era de color azul celeste al igual que el capote, los bordes dorados eran magníficos.
Se reverenciaba ante las muestras de aprecio de su público, mientras daba la espalda a la jaula donde el titán estaba encerrado, bramaba, comenzaba a enfurecerse, raspaba la tierra con su pesuña izquierda.
—¡Damas y caballeros! —exclamó el anunciador, un sujeto de unos cincuenta años de edad, sus arrugas lo delataban, calvo y gordo, vestía un esmoquin para la ocasión, estaba sobre una plataforma de dos metros de alto en los palcos del punto norte, el matador volteó a verlo —. ¡Hoy presenciaremos el duelo del matador Ricardo Franco, mejor conocido como "el flamenco"... —el público chiflaba y gritaban porras animándolo —en contra del toro más monstruoso que ha presenciado esta arena... con un peso de seiscientos kilos ante ustedes la bestia "Dolor"! —el arco del punto noroeste se abrió dejando salir la bestia; color café claro, con una mancha blanca en el abdomen y el cuello, cuernos curvos hacia arriba de cuarenta centímetros cada uno, exhalaba aire terroso de su nariz, raspaba con ambas patas delanteras la tierra, se sentía que en cualquier momento embestiría, la gente estaba atemorizada por el tamaño colosal delanimal, Ricardo nadamás lo miraba con una calma inquebrantable, una sonrisa se dibujó en su rostro, el mozo le entregó con cautela las primeras banderillas tomó el capote para luego volver a los muros a protegerse.
El toro embistió a una velocidad impresionante, Ricardo desenvolvió su florete con gracia y lo colocó frente a su lado derechogirando a un ángulo de ciento ochenta grados clavándole con su mano izquierda la primera banderilla en el lomo.
—¡Olé! —aclamaron impresionados por el buen oleaje que hizo.
El toro se dio la vuelta, volvió a embestir con una ferocidad incalculable, Ricardo giró hacia la izquierda levantando el florete clavándole en el centro del lomo la segunda banderilla. El toro sangraba sin parar, la gente aplaudía.
—No creo que eso sea arte —dijo una voz en su cabeza, aquella voz que recordaba muy bien, lo que hacía que sufriera.
El toro se giró de nueva cuenta observándolo fijamente, corrió en dirección recta, Ricardo con ambas manos oleó girando a noventa grados a la derecha.
—Pero los movimientos que hago, que hacemos los matadores son estéticos y fluidos, la elegancia en nuestros trajes es ancestral y con un simbolismo profundo —trataba de hacerle entender porque era su pasión —, es un ballet con la muerte —ella sonreía por los mismos argumentos con los que siempre defendía la tauromaquia. Cabello rojizo cómo el rubí, tan largo que le llegaba a la cintura, piel clara que se asemejaba al brillo de la luna, ojos azules perecidos a dos cielos profundos dónde podía fácilmente perderse en su atmosfera. Uno setenta de estatura, vestía un pantalón negro con una blusa rosa de manga corta que hacia resaltar su escultural figura, traía puesto tacones y una boina vasca negra.
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¿Dónde estás mi amor?
RomanceUn duelo está por ser presenciado; un simple mortal con una habilidad impresionante y el otro un coloso fúrico que sólo sigue su instinto de supervivencia... pero en esos momentos una herida se abre y la