ESPALDA

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Tu mano tocó mi espalda. Y esta vez no quise decirte que la quitaras, ni siquiera de broma. Pude ver y palpar tu sorpresa al no recibir el clásico "¡no me toques!" mío. Y así nos fuimos.

Caminando, con tu mano no sobre mi hombro; sobre mi espalda. A la altura perfecta de mi espalda como para torturarme y agonizar pensando en qué pasaría y cómo se sentiría si la bajaras aunque sea un poquito más. (Aún peor, cómo se sentiría si tu mano tan tierna y firme se posara, oh dios, en la curva de mi espalda). Y así nos fuimos.

Caminando

en

un

eterno

"hubiera".

cosas que quisiera poder decirte (agosto-17)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora