II. Un pequeño giro.

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II

Un pequeño giro

  El viaje a Alemania fue bastante cansado, viajar en tren es demasiado incómodo, es difícil descansar ahí, aunque no puedo quejarme del todo, la comida estaba exquisita y la compañía de la señora Strauß era reconfortante, me preguntaba si  el resto de su familia era igual que ella. Al llegar a Münich descendimos del tren y caminamos hasta donde un par de hombres esperaban por nuestra llegada.

 —Jürgen lleva las maletas al auto y vámonos, estoy muerto de cansancio, por cierto este chiquillo viene con nosotros —dijo al tiempo que caminaba hacia un lujoso auto negro, estaba asombrado, iba a trabajar para una familia acomodada en Alemania.

 Aquellos hombres casi no abrieron la boca en todo el camino de la estación hasta la lujosa mansión Strauß, sólo se limitaban a responder todo lo que el doctor Strauß les cuestionaba en tono imperativo, jamás le escuché decir “bitte” o “danke”[1] y la señora sólo se limitaba a observar los alrededores a través de la ventanilla, Münich era bastante diferente a dónde había estado viviendo y ni qué decir de la mansión  Strauß, doblaba aquella diferencia.

 — ¡Madre! —exclamó una pequeña como de 9 o 10 años que corrió desde un sillón hasta la puerta para recibirla.

 —Laurianne, mi niña hermosa ¿cómo estuvo todo aquí? —La dulce voz de la señora sonaba feliz de ver a su pequeña, ante la pregunta la niña sólo sonrió y se abrazó al regazo de su madre quien se volvió hacia un chico como de mi edad que caminó lentamente hacia nosotros, no dijo nada, sólo sonrió ligeramente de ver a sus padres—. ¿Cómo estás tú Lucien?

 —Bien mamá, todo ha estado “tranquilo” aquí —respondió haciendo énfasis en la palabra tranquilo, cosa que impacientó ligeramente a su madre—. ¿Quién es esta persona? —preguntó curioso al verme.

 —Soy Jukka —me limité a responder ligeramente intimidado, el parecido de aquel muchacho a su madre era impresionante, sobre todo en sus ojos, la única diferencia radicaba en que la mirada de aquel muchacho lucía apagada.

 —Mucho gusto —respondió con amabilidad.

 —Viene a trabajar con nosotros Lucien, así que no le molestes y tú Laurianne no le distraigas —intervino el señor Herman.

 — ¡Qué bueno que ya han llegado!, estos chiquillos son un infierno sin ustedes aquí —dijo un hombre ya anciano que caminó hasta el doctor Strauß para darle una fuerte palmada en el hombro.

 —Me imagino padre, este muchacho es Jukka Heimonen, va a trabajar con nosotros a partir de ahora, supongo que le encargaremos el cuidado de Laurianne —dijo mirándome fijamente.

 —Ya sabes hijo que tú decides qué haces con tu personal —respondió el anciano mirándome con desprecio, esa mirada que incluso hoy tanto aborrezco.

 —El señor Lothar Strauß es mi padre, es el dueño de un hospital aquí, ésta es su casa y sus órdenes también deben ser cumplidas Jukka —me advirtió el señor Herman mirándome con frialdad, más no con desprecio, sólo pude asentir enmudecido, tenía que aceptarlo, estaba en mejores condiciones que en las que vivía en Rusia.

 —Laurianne lleva al muchacho a donde va a dormir, sobre todo porque será quien se encargue de tu cuidado, va a ocupar la alcoba que era de Sebastian —dijo el anciano a la pequeña quien asintió enseguida jalando mi mano para que la acompañara y rogó con la mirada a su hermano que nos acompañase.

Aquel muchacho no dijo una sola palabra, sólo se dio la media vuelta y caminó detrás de nosotros sin decir nada, la pequeña Laurianne soltó mi mano y corrió a través de un pasillo hasta quedar de pie frente a una puerta, tomó con su mano el picaporte y tras sonreírnos abrió la puerta introduciéndose en la habitación. Entré a la alcoba, pese a estar sencilla parecía bastante amplia y cómoda, ésta vez dormiría sobre una cama, no sobre el suelo frío.

[Jukka1] InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora