I. Una luz al final del túnel

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I
Una luz al final del túnel

Es increíble la cantidad de vueltas que la vida puede dar; desde que tengo memoria, siempre he estado solo, luchando por sobrevivir de una u otra manera; he sido forzado a hacer cosas de las que hoy me arrepiento, pero que si no hubiera hecho hoy no estaría aquí. Mi vida es bastante ordinaria, y para ser honesto yo no tengo nada extraordinario en mí, de hecho creo que mi fría actitud y mi mirada son capaces de atemorizar a quien quiera que se acerca para cualquier cosa.

Mi nombre es Jukka Heimonen, al menos así me pusieron mis padres al registrarme justo antes de abandonarme en Rusia, por no decir venderme; jamás les conocí y tampoco puedo decir que los odie, nací en Heinola y nunca conocí el calor de un hogar, el amor de una madre o un padre que se preocupa por tu seguridad y tu salud. Cuando era niño no me explicaba el por qué mis padres me habían abandonado, y conforme fueron pasando los años dejé de preguntármelo, había cosas más importantes que tratar de entender sus motivos, debía ser yo mismo quien asegurara su propia supervivencia. Mis padres me vendieron a un ruso llamado Sergei Ivanov, un narcotraficante que compraba niños y niñas para que sus actividades ilícitas pasaran desapercibidas, ¿quién podía creer que un niño de 10 años estaría vendiendo drogas, o entregándolas a algún mafioso?

Crecí rodeado de insultos, golpes y hambre; desde pequeño aprendí a valerme por mí mismo ya que si quería seguir viviendo había cosas que debía hacer, no era si quería hacerlas, debía hacerlas, no se me preguntaba nada, sólo se me ordenaba. Desde mis 5 años y hasta que cumplí los 15 entregaba drogas a adictos y mafiosos que contactaban a Ivanov, durante ese tiempo vi morir a más de veinte personas con las que vivía por lo que jamás me acostumbré a nadie, pero tampoco me sentía seguro solo, incluso tenía miedo de estarlo.

Mi primer encuentro sexual fue a los 14, con uno de los mafiosos que solía proveer a Ivanov las drogas y armas que vendía, un buen día llegó a la fría bodega en que vivíamos y vigilábamos las armas y drogas, entró junto con Ivanov y me miraban fijamente mientras hablaban algo de negocios; de pronto, Ivanov caminó hacia mí, me jaló del brazo y me empujó hacia Pavlov; un hombre bastante alto, de cabello negro, ojos grises y un semblante terrorífico; su mirada era la de un asesino en toda regla, su complexión era robusta y tenía bastante fuerza, nada más de jalarme me dolió todo. Me miró, e introdujo su brusca mano por debajo de mi pantalón para tocar mi virilidad; me sentí no sólo invadido, sino completamente congelado, no sabía qué hacer o decir, sólo pude mirar a Ivanov y rogarle con la mirada que no me hiciera eso, pero sólo se rio como pocas veces lo vi reír. Pavlov me llevó a jalones hasta su camioneta y me empujó dentro, cerró la portezuela detrás de sí y enseguida comenzó a arrancarme la ropa mientras repetía que tenía un cuerpo hermoso y una cara divina, estaba sintiéndome asqueado, y no tenía que ver con que Pavlov fuera hombre, de hecho ya había visto a Pavlov sosteniendo relaciones sexuales con algunos de los muchachos con los que solía vivir en la bodega de Ivanov; me sentía asqueado por la forma en que estaba tocándome y mirándome, la forma en que me hablaba.

Cuando finalmente me tuvo desnudo ante él me obligó, a jalones, a practicarle sexo oral mientras me masturbaba, seguía repitiendo lo rico que era y lo mucho que iba a disfrutarme, de pronto introdujo un dedo en mi cavidad anal arrancándome un grito desde lo más profundo de mi alma, por ello me gané la bofetada más dolorosa de mi vida, jaló mi cabello para acercar mi rostro al suyo y me dijo: 'Vas a terminar rogándome por más', acto seguido besó y mordió mis labios para de un sólo tirón voltearme y así facilitarse el penetrarme sin ninguna consideración, evité gritar y llorar lo más que pude, mordí mi mano hasta hacerla sangrar para evitar que volviera a abofetearme y así invitarlo a lastimarme más, sus estocadas me hicieron sangrar, arañó mi espalda en varias ocasiones y mordisqueó mi cuello dejando las marcas de sus dientes que no se quitaron sino hasta un par de semanas después, pero aún así el dolor punzante permaneció durante cerca de un mes, y no fue un mes tranquilo, durante ese mes tuvo sexo conmigo cerca de cinco veces más, todas igual de bestiales y asquerosas.

[Jukka1] InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora