IV. ¿Querer es poder?

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IV

¿Querer es poder?

Tal y como lo había dicho la señora Lorraine todos salieron de la casa desde temprano, nada más desayunaron y se fueron. Lucien desayunó con ellos y acto seguido se internó en su habitación sin pretender salir de nuevo hasta la cena, en la que su padre y abuelo sí estarían presentes. Estaba preocupado y curioso, quería hablar con él, decirle que todo estaría bien, pero si lo hacía iba a delatarme ante él y eso me obligaría a dar muchas explicaciones, sobre lo que había dicho, sobre mi pasado, sobre el porqué le mentí a sus padres con respecto al mismo. No podía darme el lujo de delatarme, sería mucho peor hacerlo, por más que quisiera volver a sentir sus manos en mi rostro y sus labios sobre los míos.

— ¡Jukka! —exclamó Michael mirándome desde la puerta principal.

—Sí, dime —atiné a responder reaccionando de mis cavilaciones.

—Jürgen y yo vamos a salir un momento, te quedas con el resto de la familia Strauß, obedeces y fíjate que el joven Strauß coma, seguro no bajará a comer por su propia voluntad —me ordenó como siempre solía darme órdenes, con mal tono y una expresión de asco que podían hacerme enfadar.

—Lo haré —me limité a responder quedándome ahí de pie mirándolos irse—; seguro van a ir a perder el maldito tiempo —musité molesto sin fijarme si había o no alguien cerca.

—Eso es lo que van a hacer —me dijo Lucien caminando hacia la cocina.

— ¡Dios! —exclamé sorprendido, no me esperaba que alguien me hubiera escuchado, y menos aún que hubiera sido él—; lo siento —dije profundamente apenado por el exabrupto.

—No veo de qué te disculpes —me dijo tomando entre sus manos una manzana para comenzar a comérsela ante mis ojos, desvié mi mirada enseguida, me gustaba todo de él, no tenía dudas al respecto.

— ¿Necesita algo, joven Strauß? — pregunté intentando que me pidiera que me fuera.

—No, gracias; eres muy amable Jukka, ¿quieres una manzana? —me preguntó desconcertándome aún más.

—No gracias, señor —respondí procurando por todos mis medios no hacer obvios mis sentimientos.

—Bueno —dijo sentándose frente a mí—; ¿quieres sentarte, o prefieres ir a descansar?

Me senté sin emitir una sola palabra, irme a mi habitación sería obvio, no podía hacer eso. Continuó comiendo la manzana hasta terminársela, envolvió el corazón de la misma en una servilleta y se levantó para depositar la basura en el cesto.

—Sí que ayer fue un día estresante, ¿no lo crees? —me preguntó con ligera sonrisa, supongo que se sentía fatal, lucía bastante desaliñado, no era como solía salir de su habitación, jamás le había visto salir así y mucho menos con esa expresión entre de desesperación y frustración.

—Todo estará bien, señor —dije intentando animarlo, ni yo mismo me lo creía pero tenía que lograr, al menos, hacerlo sentirse un poco mejor.

—Lo dudo, pero tendré que ir haciéndome a la idea, sino no voy a aguantar y no puedo dejar a mi madre y hermana solas en todo esto —dijo apretando un puño, esos hermosos ojos verdes que tanto me gustaba ver estaban empañados, era como si estuviera a punto de desplomarse. Caminó hacia la puerta y sin volver su mirada hacia mí se limitó decir—: siento mucho involucrarte en estas cosas, no tienes la culpa de nada —caminó directo a su alcoba sin detenerse, me quedé helado, no sabía qué decir o hacer, quería abrazarlo pero no podía hacerlo; me sentía impotente por completo.

Me levanté con pesadez de aquella silla, sus palabras daban vueltas una y otra vez en mi cabeza junto con la idea de ayudarlo, no sabía cómo pero tenía que hacerlo. Caminé hasta su alcoba y entré sin siquiera anunciarme, se quedó mirándome sin decir una palabra, supongo que mi intromisión de esa forma en su recámara lo había desconcertado. Caminé hasta él y le abracé con fuerza sin decir una sola palabra, se quedó quieto entre mis brazos, poco a poco fue rodeándome con sus brazos y comenzó a llorar; lo sé porque sentí sus lágrimas en mi hombro, evitó hacer ruido o aspaviento alguno, sólo dejó que lo abrazara, y yo no intenté hacerlo hablar más. Transcurrieron cerca de 5 minutos hasta que él se separó de mí poco a poco, me miró más tranquilo y con una ligera sonrisa.

—Gracias, Jukka —me dijo con esa mirada que tanto me gustaba, era como si esa mirada me la dedicara sólo a mí.

—No tiene nada que agradecer, señor —dije titubeante, quería besarlo, de verdad quería hacerlo, su mirada lograba hacerme estremecer como nada lo lograba. Estaba en la encrucijada: o me armaba de valor y lo hacía, o me hacía a un lado en definitiva.

—Te he pedido que no me hables de "usted", por favor no lo hagas; al menos no cuando sólo estamos tú y yo charlando —me dijo ya bastante más tranquilo.

—Eso hare —respondí intentando aclarar mi mente. Me armé de valor y me acerqué a él para tomar su rostro entre mis manos, su mirada era de total asombro, sentí como si mi corazón fuera a salirse de mi pecho y él no evitó que me acercara o que le tocara; estaba demasiado nervioso, era como si no pudiera moverme, supongo que adivinó mis pensamientos porque fue él quien besó mis labios con ternura, rodeé su cuello con mis brazos y él me abrazó logrando acercar mi cuerpo aún más al suyo, mi corazón latía más rápido que antes, estaba mucho más ansioso, jamás me había sentido así antes con nadie. Separó sus labios con lentitud de los míos y sólo susurró:

—Me gustas mucho Jukka.

Aquellas palabras me hicieron temblar, estaba feliz de escuchar algo así; nunca nadie me había dicho que le gustaba, y mucho menos con esa mirada que era capaz de derretirme, no podía hablar, sólo pude besarlo como si en ello se me fuera la vida, era como si con ese beso estuviera entregándole mi alma entera, todo mi ser. Correspondió el beso con la misma intensidad; sabía que quería estar a su lado, era lo único de lo que estaba seguro.

Al principio me dejé llevar por sus caricias, estaba sintiéndome mejor que nunca; sentí sus manos recorrer mi espalda aún cubierta por la camisa mientras mis manos jugueteaban con su negro cabello, no podía dejar de besarlo, intentó desabotonar mi camisa cuando le detuve, no sabíamos cuándo llegarían su padre y abuelo, no podíamos fiarnos del todo, después de todo nadie sabía en dónde estaba yo y si alguien descubría lo que estaba sucediendo entre el joven heredero de la familia Strauß y yo, un simple finés que había sido vendido por sus padres a mafiosos rusos y había sido obligado a asesinar y prostituirse para poder sobrevivir.

—Aquí no —jadeé apenas separé mis labios de los suyos.

—Tienes razón —musitó él, dándome la razón—, no podemos exponernos de esta manera, no aquí.

—Voy a mi alcoba, cualquier cosa... —dije reacomodando mi camisa.

—Lo sé, gracias Jukka —me dijo con amplia sonrisa, esa sonrisa que tanto me gustaba ver en su rostro, sus intensos ojos verdes volvían a lucir alegres, me sentía bien de verlo así, no tengo ni que decir que yo me sentía que no cabía en mí de la felicidad de gustar a alguien como él.

Salí de su habitación, y me dirigí directo a la mía evitando ser visto por cualquiera, me interné no sólo en mi alcoba sino también en mis pensamientos, aquel "Me gustas mucho Jukka", daba vueltas en mi cabeza una y otra vez, hasta que caí profundamente dormido.

[Jukka1] InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora