Capítulo 1 - El valor para cambiar

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... Recuerden cuál es su misión. Les dejaré a cargo una nueva tarea. Una niña necesita de nuestra ayuda y ustedes tres son los más adecuados para acompañarla y empujarla, para que pueda lograr ese cambio que desea. Hiroshi, Piero, Durai, lo dejo en sus manos...
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El aula había alcanzado un alto grado de ansiedad. El fin de semana ponía a todos los alumnos inquietos. Muchos de ellos no podían esperar que terminara la clase para volver a casa o para ir a la sala juegos con sus amigos. Pero no todos lo veían de esa manera.

Profesor: Y eso fue todo por hoy. Recuerden que la semana que viene tenemos el segundo examen y...

¡Ding Dong!

El profesor no pudo terminar la oración. Los alumnos desaparecieron en un instante. Todos tenían algo que hacer, menos ella.

Profesor: Oh, Hana. Menos mal que aún quedas tú. Te pido por favor que les avises a tus compañeros que no se olviden de traer calculadora y escuadra.

Hana: Oh... de acuerdo profesor.

Profesor: Gracias. Felicitaciones por tu último examen. No esperaba menos de ti. Sigue así Hana. Buen fin de semana.

Hana: Gracias...

El profesor salió del aula, dejando a Hana aún en su asiento. Solía repetirse la misma escena todas las semanas.

Hana: Supongo que debería volver a casa...

Sus palabras parecían contradecir lo que pensaba. Con el mentón sobre su mochila y los ojos semicerrados, se imaginaba paseando con sus compañeros, mientras les decía el mandado del profesor.

Una brisa empujó uno de sus castaños y bien cuidados mechones hacia su ojo, despertándola de su sueño.

Hana: Mamá tiene una reunión de padres esta noche. Le pediré a ella que les avise.

Decidida, aunque insatisfecha, Hana se levanta de su asiento, se pone la mochila al hombro y, luego de acomodarse la ropa, abre la puerta para salir.

-: ¡Auch!

Un obstáculo inesperado se encontraba del otro lado, frente a ella.

Hana: L-lo siento.

Al levantar la mirada, se topa con un rostro conocido.

-: ¡Qué no ves que voy a entrar! Oh, pero si eres tú...

Un chico de pelo rubio, piel limpia y ojos verdes se presentaba frente a la puerta, con postura firme y seria.

Hana: Souta.

Lo conocía. No sólo era su compañero de clase, sino su amigo del jardín.

Hana parece querer hablarle, pero Souta se adelanta.

Souta: No me interesa hablar contigo. Me olvidé algo en mi banco. Muévete rápido que no quiero que nadie nos vea.

Hana no logra articular palabras. Se corre y se queda callada, mientras piensa en todo lo que pasó en el último tiempo. Souta... cuando ingresó en la primaria pensó que él iba a seguir jugando con ella. Pero algo pasó. Algo que nunca pudo entender. Souta cambió, comenzó a ignorarla, a desviarle la mirada. Nunca más pudo hablar con él de nuevo como lo hacía antes.

Hana vuelve de sus pensamientos al escuchar el golpe de la puerta cerrarse, y ve a Souta corriendo para irse de la escuela.

Con un suspiro triste, Hana decide volver a casa, sola.

"¿Por qué no puedo hablar con los demás?","¿Por qué todos me ven como una come libros a la que sólo le interesan las buenas calificaciones?", "¿Cómo puedo acercarme a ellos?", "¿No deberían acercarse ellos a mí? ¡Soy la mejor de la clase! ¡Y soy la delegada del curso!". Miles de pensamientos rondan en la mente de Hana mientras cruza el parque. Seguramente por el frío, no se veía a nadie disfrutar de ese espacio verde.

Hana: Me gustaría cambiar... me gustaría poder decir las cosas que siento... me gustaría que mis compañeros confiaran en mí. Pero... nadie me mira... es como sino existiera... incluso él...

Su conversación consigo misma se ve interrumpida por un pequeño, aunque fuerte destello.

Hana: ¡Ahh! ¿Qué fue lo que pasó?

Medio sorprendida y un poco asustada observa a su alrededor. El destello se había convertido en una tenue luz, que permanecía encendida a unos metros de Hana, sobre un banco de madera. Eran...

Hana: ¿Cartas?

Tres cartas se descubren en aquella luz, que de a poco se va desvaneciendo. No parecen simples amuletos. Hana las tomas y nota que son muy livianas. No poseen números, ni letras. Tan sólo unas rayas y un dibujo en el medio.

Hana: Un conejito, un león y un tigre... ¿Serán acaso de algún niño?

Hana sonríe frente a la ternura que le generan esas cartas. Sus ojos las recorren en su totalidad y luego se desvían al banco, donde descubre un papelito con una leyenda.

Hana: "Cumplimos cualquier deseo".

Por un momento los ojos de Hana se abren, asombrados. Se imagina cumpliendo su papel como delegada de la clase, divirtiéndose con sus compañeros y diciendo lo que realmente siente. Pero su asombro se convierte en una delicada e ilusa sonrisa.

Hana: Jeje, cumplir deseos... Parecen de un cuento de hadas. Claramente, esto fue obra de un niño. ¿Se las habrá olvidado?

Mira a su alrededor, pero nadie aparece. En un día de invierno como aquel, pocos son los que se atreven a disfrutar de una jornada en el parque.

Hana: Están muy bien hechas. Sería una lástima que las perdiera. Seguro su dueño las viene a buscar.

Deja las cartas en el banco y da media vuelta, para continuar su camino a casa. Pero a los pocos pasos, se detiene. Mira hacia abajo y sus ojos expresan ganas de cambiar. Aprieta los puños mientras se pregunta si debería creer, o si una chica como ella jugando con amuletos sólo le traería más problemas.

Esperando no arrepentirse, acelera el paso, alejándose de aquel banco... Todavía debía llegar a casa y pensar en una forma de acercarse a los demás.

...

...

Creador de las Cartas: ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué han regresado?

Hiroshi: La dama ha decidido no tomarnos señor.

Piero: ¡No puedo creer que no nos haya agarrado! ¡Estaba seguro que iba a poder ayudarla! Si la hubiera conocido antes seguro hubiera tenido el valor de tomarnos!

Durai: Mira las cosas que dices. ¡Si la hubieras conocido antes no habrías tenido que ayudarla ahora!

Creador de las Cartas: ¿Qué piensas Durai?

Durai: Es algo que puede suceder. No es la primera vez. No todos se animan a creer.

Piero: ¿No podemos volver a aparecerle? ¡Estoy seguro que con un poco más de tiempo creerá en nosotros!

Durai: Piero, sabes como son las cosas. Las reglas son definitivas. No podemos forzar a alguien a creer. Damos la oportunidad, pero el verdadero deseo de cambio tiene que salir voluntariamente de la persona. Es una lástima, pero así son las cosas.

Hiroshi: Es verdad. Las reglas son las reglas. Jeje.

Creador de las Cartas: ¿Por qué sonríes Hiroshi?

Hiroshi: Por algún motivo, tengo el leve presentimiento de que algún día nos volveremos a cruzar con ella.

Huellitas Mágicas - El pasado de HanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora