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Al siguiente día, después de salir para hacer la cena y volverse a su cuarto evitando encontrarse con los otros inquilinos, despertó con un dolor de cabeza leve. No era muy fuerte, pero era constante y molesto.

Frunció el ceño y echó una mirada al reloj junto a su cama. Aún era demasiado pronto para despertar, pero sabía que ya no podría volver a dormir. Se levantó y se estiró, refregando su rostro en acto reflejo. Rebuscó en su armario por un abrigo para usar con la camiseta fina de tirantes que usó para dormir. Terminó escogiendo la sudadera gris de la universidad de su padre, una sudadera que él le había cedido al mudarse.

Recogió los platos de la cena que la noche anterior no se animó a llevar. No se había cruzado más con ellos esa noche pero podía oírlos presentes en la estancia, y el miedo a que la historia se repitiera le impidió volver a salir. Temía perder el autocontrol, temía lo que ellos pudieran hacerle, temía por lo que ella podría hacerles.

Antes de salir, asomó su rostro por la puerta. Las cortinas del ventanal estaban cerradas pero el sol se asomaba sin pudor aún por sobre la tela, usó eso para escanear el lugar y asegurarse de no tener encuentros que no deseaba.

Los rayos solares no enfocaban más que vacío, pero se quedó un rato ahí por si alguien aparecía. Reparó un rato después, entonces, en lo estúpido que era dejar avanzar el tiempo y perderlo esperando algo que se suponía no quería.

Suspiró y se escabulló por el lugar hasta llegar a la cocina y lavar con rapidez lo que llevaba. Pensó en no hacer desayuno, en arreglarse lo más rápido posible y huir como la cobarde que era de esas sensaciones que, un día después, con las ideas claras, seguían igual.

Incluso sólo recordarlas la envolvía en la escena y terminaba experimentando aquellas sensaciones de nueva cuenta. «¿Por qué?», se preguntaba, «Aquello que sucedió ahí fue muy extraño...»

Pero por más que lo pensara, no daba con una solución.

Descartó sus ideas como variaciones suyas, nervios extremos y la reacción natural de su cuerpo ante dos compañeros tan atractivos como ellos.

Hizo el desayuno porque la idea de sólo comer afuera por sus instintos inmaduros de huir, y porque el trato era que ella se encargaba de las tareas domésticas, no le gustaba.

Apretó sus labios en cuanto sintió una presencia tras ella al dirigirse al baño. Miró de reojo pero no vio nada. Extrañada, se regresó tras sus pasos, mirando con atención todo el lugar. Sus ojos se detuvieron curiosos en las repisas con decoraciones. Se veía como un lugar especial de recuerdos pero algunas de esas figuras no le sugería nada más que arte. No veía a nadie más en la habitación, no podía oír a alguien más ni sentirlo de ninguna forma que le asegurara completamente que había alguien ahí, con ella. Pero lo sabía. Quizás no lo veía, pero su instinto casi se lo gritaba. No entendía cómo, por qué no podía verle, ni tampoco la razón por lo cual estaba tan segura de que ahí estaba.

Pero no le importaba.

Sin darse cuenta retuvo la respiración mientras sus ojos se fijaban en una de las figuras en la última repisa, una escultura de acero que no era mucho más larga que la longitud de su propia mano. Se dibujaba como una especie de humanoide encorvado y que parecía estar sentado con las piernas pegadas a su pecho. La escultura no era muy detallista, era bastante vaga y apenas podías alcanzar a notar algo como ella lo hacía. Le gustaba. El porte, el color, la sensación y la pieza en sí, le atraía de forma inevitable y sólo quería tomarla y contemplarla por siempre, pegada a sí misma.

No se contuvo. Tomó la pieza en sus manos y suspiró, soltando el aire que en su momento no expulsó con regularidad. No lo entendía. La sensación de fuerte necesidad cambió a un alivio instantáneo que le recorrió de pies a cabeza, y ya en su mano, pudo observar los más pequeños detalles como un rostro apenas notable.

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⏰ Última actualización: Oct 17, 2017 ⏰

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BEAUTY KILLER ㅡJJK, PJM, KTH。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora