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Sabias bastante bien que lo que estabas haciendo ahora mismo era enfermo...

Degenerado. Inmoral. Equivocado. Las palabras aparecieron una a dentro de tu cabeza como las imágenes de un rollo de celuloide eran proyectadas sobre la pantalla de algún teatro, difíciles de ignorar. Imposibles de rechazar.

Podías sentir su agitado aliento contra tu cuello, segundos antes de sentir como sus labios rozaran contra la sensible piel de tu cuello, precediendo a la dolorosa, pero a la vez placentera sensación de sus dientes haciendo contacto con tu carne, relajando de inmediato los músculos próximos al área que se encontraba siendo atacada y permitiendo que un leve, pero claro gemido escapara de tus labios, tu garganta traicionándote en ese momento al permitir que tu placer se demostrara de manera audible ante la fémina de cabellera castaña que, en ese momento, se encontraba observándote nuevamente con ojos llenos de lujuria, una sonrisa - inocente en aspecto, pero sin duda todo menos ello en intención - dibujándose en sus joviales facetas, pero que poco a poco iba desapareciendo al percatarse de tu expresión en ese momento.

Te encontrabas asustado. ¿Cómo no estarlo? Solo habían pasado dos semanas desde que habían regresado a Piedmont, y la continua vigilancia de parte de sus padres se había demostrado de inmediato el momento en el cual los había colocado en habitaciones diferentes. Después de todo, ambos eran adolescentes ahora, y sabias perfectamente que no deberías encontrarte en su habitación ahora mismo, mucho menos en su cama, a las dos de la madrugada.

Por lo tanto, razonaste, sentirte asustado era bastante razonable.

Estabas seguro de que Mabel se había percatado de que no habías avanzado más que simples, vacios, inexpresivos besos en los labios y cuello desde que habían vuelto de Gravity Falls. Tus manos habían perdido el entusiasmo que las había caracterizado a la hora de explorar su carne, y tu piel había perdido la calidez que solía tener cada vez que solías rodearla en tus brazos, continuas gotas de frio, nervioso sudor resbalando de tu frente ante la idea de ser descubiertos en tan intima posición - que se hallaban, por lejos, de ser la más depravada en la cual se habían encontrado.

Sentías temor. Temor por ser descubierto. Temor porque tus padres se enteraran de todo lo que ocurría entre Mabel y tu. Temor porque terminaran siendo separados por la misma razón...

Temor porque no pudieses volver a ver a Mabel otra vez, si eso llegase a ocurrir.

Y habías hecho un muy buen trabajo escondiendo esos sentimientos por estas dos semanas. Manteniendo ese secreto bien guardado en aquel viejo, oxidado cofre llamado mente. Habías mantenido la calma todas esas ocasiones en las cuales Mabel se despedía de ti con un beso en la mejilla, peligrosamente cerca de la comisura de tus labios, y habías procurado no emocionarte demasiado al sentir como ella tomaba de tu mano, sus dedos entrelazándose entre sí, con tanto afecto, con tanto amor que tu sabias que una hermana nunca debería ser capaz de expresarle a su hermano.

Mucho menos cuando se trata de su gemelo.

− ¿Dipper? ¿Te ocurre algo, bro-bro?

Perfecto.

Tu mente logro regresar a tiempo hacia tu cuerpo para poder escuchar su consternada, confundida pregunta, tus ojos café observando aquellos que fácilmente podían ser tu reflejo, los cuales te miraban con su usual energía, su usual inocencia que, por más que los hubieras visto incontables ocasiones, nunca perdían su incorruptible belleza. Sus labios, curvados en una leve sonrisa, claramente deseaban retomar su tarea, la cual tú te habías tomado la - bastante egoísta - libertad de poner un alto el momento en que tus manos se detuvieron en seco. El momento en que tus labios ignoraron aquellos que rosaban contra los tuyos.

Secretos (Pinecest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora