Prólogo

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12 de Octubre del 2009.

En una noche de ambiente cálido.

Daniela se había despertado repentinamente a mitad de la silenciosa y oscura noche. A simple vista se podía notar la agitación que yacía en su delgado cuerpo, y la cantidad de sudor que brotaba de su piel no era normal; estaba teniendo otro de esos problemas de nuevo.

De inmediato se incorporó y tiró completamente todo el almohadón que la cubría. Se sentó al borde de la cama con los ojos bien abiertos por el susto que la acechaba en su interior; y sus puños fuertemente cerrados, que hacían marcar sus huesudos nudillos temblaban del miedo. Daniela se sentía asfixiada, sentía que casi no le entraba nada de aire así que empezó a respirar desesperadamente.

Y después ella estaba... llorando.

Sin esperar ni un segundo más llamó a su madre a gritos desesperados. Y por suerte ella, que estaba en la habitación de al lado, no tardaría en llegar a socorrerla.

Cuando por fin entró en la habitación caminó rápidamente a su lado. La abrazó y le masajeó la espalda despacio solo para tratar de calmarla, mientras que su hija sollozaba por ese ataque de pánico que había llegado a su cuerpo, por sexta vez consecutiva en ese día.

La madre, mientras le susurraba palabras tranquilizantes, desvió la mirada y empezó a teclear en su móvil el número de emergencias. Sabía que, mientras más crisis tuviera su hija, más peligrosa se tornaba la situación.

Cuando el teléfono comenzó a timbrar, ella se lo llevó a la oreja, y en un vistazo rápido para seguir calmando a su pequeña, vio que esta ya estaba completamente quieta.

Daniela ya no respondía, se había desmayado; y eso no era una buena señal.

Las flores también lloran [Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora