Deje la bolsa del supermercado encima de la única mesa que tenía dentro de mi pequeño apartamento, apenas la cargue de tres bolsas que ni siquiera estaban llenas cuando empezó a tambalearse a los lados montando un show como si fuera una balanza; gruñí fastidiada para quitar las bolsas y tirarlas en el sofá café que por si fuera poco lo que ya tengo con la mesa, este mismo expulso una pequeña nube de polvo haciendo que tosiera al caerme en la cara. Agarre las cortinas azules para hacerlas a un lado y así poder abrir la ventana hacia arriba, saque mi cabeza por la pequeña ventana y note como el cielo se ponía cada vez más gris, sería de esos días en los cuales quisiera quedarme en mi apartamento, tomar un poco de té y poner una silla cerca de la ventana para mientras que leo un libro o escribo dentro de mi pequeño cuaderno.
Pero desafortunadamente no contaba con ese tiempo, debía de ir a trabajar para así poder pagar la renta del apartamento, comprar mis alimentos y seguir teniendo agua y luz. Era lo único que me importaba porque en realidad en este mundo estaba sola, no había tan solo una cosa que acudiera a ser algo más importante que yo. Por las únicas personas que me preocupaba era por Elaine y Justin ellos siempre han estado conmigo y son mi única familia, bueno la que me queda.
Antes de entrar mi cabeza de nuevo sentí ese aroma a carne salir por la ventana de mi vecino de al lado, no había tan solo un día que sus platillos no fueran pollo o carne hasta ya el mismo olor comenzaba a disgustarme y a no querer comer en ningún momento otra vez alguno de esos dos platos; es decir, no había tan solo un día en que él cambiara su gusto porque quizás de alguna manera me pregunto si habrá intentado comer alguna vez una ensalada o frutas para que quizás haya tomado la decisión de nunca jamás comer algo que no fueran tan carnívoro.
Empecé a sacar las cosas que había llegado a comprar para irlas a meter algunas a la nevera y otras a la despensa; hasta que pronto el sonido fuerte la música rock hizo que se me cayeran un par de latas de guisantes y frijoles donde con mucha molestia los levante del suelo y los puse en su lugar, maldije en mi mente para después pensar si debía de salir para tocar la puerta de su apartamento y decirle lo detestable que era; en mi piso casi no vivían muchas personas además de mí, mi insoportable vecino, un par de pareja gay y una anciana que al escuchar este tipo de espectáculos desconectaba su auricular para evitar presenciar ese escándalo.
Como quisiera que también dejara de escuchar ese sonido.
Aunque mi idea de quitarme las orejas fue lo que tenía en mente la primera semana en que el individuo de al lado hábito en este pasillo, preferí no hacerlo por motivos en que necesitaba mi sentido del oído.
Después de ordenar la despensa, me di un baño para prepararme e ir a trabajar, después de todo, quizás el día de ahora se llenaría un poco el bar café aunque la locura de mi día seria que escucharía muchos poemas melancólicos de los poetas que llegarían a participar hoy y no solo eso la música soul o instrumental que pondrían posiblemente harían que me durmiera.
Termine por ponerme un atuendo muy casual de mí, quizás a Justin le horrorizaría verme de nuevo con unos jeans rasgados y con la chaqueta que llevaba a mi lado todo el tiempo; pero para ser sincera, no soy amante de la moda y si lo fuera quizás no estuviera ahora mismo en este lugar sino que posiblemente tuviera mi propia residencial, una buena profesión y por si fuera poco estuviera ahorita mismo dirigiendo una de las pasarelas más famosas de Nueva York pero por simples razones nada de eso es lo mío.
¿Qué es lo que soy? Pues una chica rara que antes tenía todo pero lo fue perdiendo poco a poco donde tuve que trasladarse de Florida a Portland para comenzar una nueva vida donde hasta ahora sigo sin cumplir mi sueño de ser escritora y apenas puedo sobrevivir con lo poco que tengo y gano en la semana con algunas cuantas propinas.

ESTÁS LEYENDO
El Secreto del Alfa (Libro #1)
Werewolf12 meses que equivalen a 365 días con 24 horas dentro de 60 minutos y partiendo de 3600 segundos es lo que incluye mi vida diaria. Dentro de Portland no suceden cosas singulares. Llegar a casa, sentarme en el sofá y tomar una taza de té era lo más c...