15 de Noviembre.
8:55 P.M.
Apresuro el paso y aferro los libros a mi pecho, la bibliotecaria está por cerrar el lugar y yo aún me encuentro aquí.
¡Joder!
Esto me sucede por despistada.
Giro casi corriendo en la esquina de un gran estante, pero me detengo de inmediato.
¿Eso es un chico?
Mis ojos casi se salen de su lugar por el nerviosismo que me recorre en este momento.
Me quedaré encerrada aquí con un desconocido, perfecto, realmente perfecto.
Suspirando me acerco al cuerpo inerte que se encuentra recostado en la esquina más oscura de la biblioteca.
Esta sección es de Demonios y el Infierno.
Vaya, el chico tiene mis gustos.
¿Estará muerto o qué?
Ahora pensarán que soy una asesina, maldito imbécil moribundo.
Me acerco más a él y ruedo los ojos.
¿Por qué a mí?
Me arrodillo frente a él y me quedo estupefacta ante su rostro.
Es... precioso.
No.
Es más que eso.
Es... intrigante.
Hay un no sé qué en él que no me da buena espina.
Miro el reloj en mi muñeca derecha y suspiro con cansancio.
Oficialmente, la biblioteca está cerrada.
¿Y ahora qué?
¿Le dejo dormir/morir o le despierto?
Tengo un pequeño debate en mi cabeza y después de un momento, me decido por despertar al bello durmiente.
Qué ironía.
Objetivo: Despertar al bello durmiente.
—Hey... chico.—Murmuro y lo muevo un poco.
Ni caso.
—Oye.—Hablo un poco más fuerte y lo zarandeo un poco.
Nop.
Definitivamente está muerto.
De pronto, una brillante idea aparece en mi increíble y dichosa mente.
¡Lo golpearé!
Sin detenerme a pensarlo, levanto mi mano derecha y la dejo caer en la mejilla del chico.
Se escucha el impacto y luego siento como alguien me toma del cuello y aprieta con fuerza.
Perfecto, simplemente perfecto.
Estado: Desperté al bello durmiente.
—¿Qué mierda sucede contigo?—Pregunta su intimidante voz.
Vaya, que excitante.
Lamentablemente, no soy masoquista.
Le aparto la mano de mi cuello con un fuerte empujón y me coloco de pie.
—La biblioteca cerró.—Le aviso y empiezo a caminar hacia la salida.
Escucho como se coloca de pie y se acerca a mí.
Genial, un perrito.
—¿Por qué me has golpeado?—Pregunta él, con una nota de molestia en su voz.
Ruedo los ojos.
Debí haberlo dejado muerto.
—Para despertarte.—Respondo y sigo mi camino.
Siento su mano en mi brazo y me detiene.
—Ni se te ocurra volver a hacerlo.—Dice con la voz ronca y amenazante.
Miro a sus ojos, preciosos ojos.
Uno es azul como la marea más malvada e impenetrable, y el otro es gris, como una tormenta en su punto más llegado al éxtasis.
Tiene tatuajes en su cuello, por lo que logro ver.
Me zafo de su agarre y me doy la vuelta.
No estoy para tonterías.
Ni para sentir miedo.
Llego a la salida de la biblioteca con él siguiendo mis pasos.
Miro a mi alrededor y luego me acerco al escritorio de la bibliotecaria.
No hay nada, ni una llave, ni un teléfono, nada.
Esto acaba de ponerse peor.
Suspiro y me acerco a la puerta, la muevo para ver si cede y... nada.
Piensa, vamos, piensa maldita sea.
—¿Tienes un pasador?—Me pregunta el bello durmiente.
Toco mi cabello y desprendo uno, se lo entrego.
Él se acerca a la puerta e introduce el pasador en la cerradura.
Luego de un momento la cerradura emite un sonido y sonrío, ¡soy libre!
Camino sin pensarlo dos veces, quiero salir de aquí.
—¿A dónde vas?—Me pregunta el bello durmiente.
—A un lugar en donde no estes tú.—Murmuro y me encojo de hombros.
Escucho una risa ronca a mi espalda.
—No podrás escapar de mí, nunca.—Susurra en mi oído.
Me alejo de él lentamente, lo encaro y sonrío.
—Eso ya lo veremos, idiota.—Pronuncio y me doy la vuelta para seguir mi camino.
Este chico me da mala espina.
Pero a la vez, me tiene intrigada.
¿A qué se debe ese comportamiento de imbécil?
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Nueva historia, nueva ilusión e imaginación.
Gracias por leer.
*Aviso importante*
Anteriormente la historia tenía hasta el capítulo VIII, pero estos fueron eliminados porque no concordaban con la sinopsis. Es por ello que decidí volver a escribir la historia, pido por favor que comprendan y olviden los capítulos pasados. GRACIAS.
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El Orgasmo del Caos.
Romance-Creo que tengo una extraña debilidad por los chicos malos.-Susurré sintiendo la excitación a flor de piel. Él sonrió, y no fue una de esas sonrisas de admiración u amor, al contrario, era de esas sonrisas que susurran peligro y dan un claro mensaje...
