Capítulo 2

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22 de Marzo de 2016

—Mira el culo de ese. El de la maya negra con la línea lateral verde.

Alcé la vista disimuladamente y fijé mi vista en el hombre que Shelby, mi amiga, me había indicado.

—Realmente tiene un buen culo.

—Lo tiene. Voy a guiñarle el ojo a Harmony para que pille la indirecta y cambie de este ejercicio a uno en parejas.

—No seas asquerosamente cerda.

—¡Shhh! —dijo Harmony al otro lado de la habitación—. Esas dos cotorras que hablan. Silencio.

Si no hubiera sido porque nosotras junto a Harmony éramos algo así como las Supernenas me hubiera muerto de la vergüenza.

—Ahora vamos con la postura Uttihita Parsvsakonasana —continuó hablando Harmony—. O lo que es lo mismo, estiramiento lateral de pie extendido.

Mientras narraba la posición, la iba haciendo con su cuerpo, de modo que todos teníamos que imitarlo.

Parva significa "lado" y kona significa "un ángulo" —agregó mientras nos observaba a todos y se paseaba entre nosotros—. Si el equilibrio resulta difícil, practicamos la postura contra la pared.

—Si no fuera porque no soy virgen, creería que mi pureza está en peligro con esta postura —murmuré, pero pronto me di cuenta que Shelby no estaba donde la había visto por última vez, a mi lado. Miré delante de mí y estaba justo ahí, hablando algo en voz baja con el chico del culo que había llamado su atención.

—Bueno —volvió a hablar Harmony—, con esta postura damos finalizada la clase de hoy. Gracias por asistir y nos vemos el jueves a la misma hora. No olvidéis practicar las nuevas posturas en casa. ¡Pasad buena tarde!

Todos los alumnos, incluyéndome, comenzamos a recoger nuestras esterillas y a secar nuestro sudor con toallas. Algunos también bebían agua, pero no era mi caso. Mientras tanto Shelby continuaba hablando con el hombre.

—¿En qué idioma tendré que decirle que mi clase no es un picadero? —preguntó Harmony a mi lado. Ella lucía perfectamente, parecía que tanto ejercicio a ella no le afectaba. Era lo normal, supongo, al ser su trabajo. Era monitora de yoga y gracias a ella yo había descubierto ese maravilloso mundo.

Reí en contestación y continué guardando mis cosas. Pocos minutos después la clase ya estaba casi despejada y Shelby se despidió del hombre para después acercarse a nosotras con una sonrisa pícara. Sus ojos castaños chispeaban.

—Brandon, treinta y dos años. Divorciado y con dos hijas. Empresario y con un culo de escándalo. ¿No es perfecto?

—¿Para ti? —pregunté—. No. Te servirá para lo mismo de siempre. Sexo de una noche y nada más.

Shelby blanqueó los ojos y ejecutó una mueca de desagravio, pero demasiado fingida. Sabía perfectamente que había descrito su vida en esa escueta frase.

—¿Y? Me gusta. Le he dado mi número. A ver cuánto tarda en llamar.

 —Oye, ¿puedes dejar de follarte a mis clientes?

Las tres estallamos a carcajadas. Sabíamos a la perfección que a Shelby no le gustaba el yoga, pero solo seguía asistiendo porque era uno de sus lugares de ligoteo.

El presente de los miedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora