Sus besos y abrazos

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Los besos de Yuuri eran los mejores que pudiera haber en el mundo, Victor estaba seguro de eso. Yuuri tenía los labios suaves y pequeños, como brotes de flor de cerezo, y eran cálidos como todo él.

La boca de Yuuri siempre sabía bien, a Victor de verdad le sorprendía que cada que le robaba un beso al japonés su boca aún parecía albergar la frescura del dentífrico que usaba, pero le gustaba un montón. E incluso cuando no era así, Victor no tenía ningún problema en besar a Yuuri, especialmente cuando este parecía avergonzarse hasta la muerte e intentaba escapar alegando mal aliento matutino.

–¡Victooor!– se quejaba empujándolo ligeramente.

Entonces él soltaba una risa y lo envolvía en un abrazo sin dejar de robarle besos.

–Pero Yuuri, amo tanto tu boca– rebatía Victor con un puchero. –Y tu lengua... y tu saliva, y ese ruidito que haces cuando muerdo tus labios...

–¡Detente! ¡No más descripciones!

Y entonces todo se volvía risas y mejillas sonrojadas acompañadas de besos voluntariamente ruidosos.

Pero es que Yuuri debía entender que para Victor nada en Yuuri podía estar mal. Para Victor todo lo que tenía que ver con Yuuri iba siempre acompañado de un 'maravilloso'. Para él todo lo que viniera de Yuuri, los besos, las sonrisas, las lágrimas, los gritos, los gemidos y las risas, todo eso para Victor no era más que parte de todas aquellas increíbles experiencias que Yuuri le obsequiaba, todo eso formaba parte de su amor y vida, y no había manera en que Victor pudiera rechazarlo.

No de Yuuri, jamás de él.

Y era por eso que siempre se esforzaba tanto robándole besos a su Yuuri. Pidiéndole abrazos como si fuera un niño e incluso haciendo pequeños berrinches que solo parecían avergonzar al japonés, pero finalmente cumplían su cometido, y ese era hacer sentir a Yuuri amado y feliz. Hacerle saber cuánto Victor lo amaba, cuanto lo adoraba y que para él ya no había nadie más increíble que su Yuuri.

Pero los besos no eran lo único maravilloso en Yuuri. Y es que Victor había descubierto que sus abrazos eran igual de fantásticos.

A Víctor le gustaba el contacto físico y ese no era ningún secreto, que sus relaciones pasaran rápidamente a la cuestión carnal tampoco lo era. Víctor solía aburrirse bastante rápido y sus amantes siempre trataban de retenerlo un poco más mediante el sexo, así que esto era bastante normal para él. Sin embargo, con Yuuri era completamente distinto. Claro que amaba estar con él de una forma más íntima, pero sabiendo que Yuuri era un completo inexperto en esos temas había querido ir lento con él.

Y sabiendo que su Yuuri quizás no estaba listo para dar ese paso, Víctor había tenido que conformarse con los largos abrazos que su pequeño prometido solía darle, sólo que Víctor no sentía que estaba conformándose de ninguna manera, porque estar en los suaves brazos de Yuuri era como ser arrullado por los cálidos rayos del sol al alba.

Apretujarse contra él era la sensación más reconfortante que pudiera haber y Víctor amaba los abrazos de Yuuri, amaba la manera en que Yuuri le apretaba y hacía que escondiera su nariz en su cuello, amaba el suave olor a jabón y limpio que tenía su Yuuri y lo en casa que lo hacía sentir al olerlo.

Los abrazos y besos se Yuuri se habían vuelto un hogar, eran sinónimo de amor y calidez, y no había manera que Víctor no amara eso.

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Lo que amo de YuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora