Prologo

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Caminaba sintiendo mis piernas pesadas, cada que daba otro paso mis pies me exigían descanso. Hacía casi 3 cuadras que había optado por dejar los tacones y caminar completamente descalza. Eran casi las 4 de la mañana y la calle seguía solitaria, aunque sabía que no tardaban en aparecer esas típicas almas madrugadoras que comenzaban su actividad temprano.

Me detuve en un pequeño callejón que incluso estaba más oscuro que la misma noche, recargue mi espalda en un contenedor que había y con cuidado coloque mis tacones en mis pies, sacudiendo antes todo el polvo que había en ellos, suspire y cerré los ojos, recordando la locura de noche que había tenido. Tomé mi cabeza sintiendo un poco de mareo y cerré los ojos tratando de recuperarme, seguía ebria y aturdida por la música a todo volumen del bar.

Había salido como todos los viernes en la noche desde hace 1 mes y había ido al mismo bar que frecuentaba últimamente, había bebido un tequila tranquilamente y después otro, y después otro y así sucesivamente hasta que comencé a sentirme más liviana, me levante a bailar y de pronto ya tenía en mi cintura unas manos que me resultaban muy poco familiares, me dejé llevar y comencé a bailar con el desconocido sin importarme, y así fui cambiando de pareja de baile hasta que sentí que mis piernas no podían más.
Bebí finalmente el último tequila de la noche, miré la hora en mi celular y salí del bar, ignorando por completo a mi última conquista, que me llamaba intentando detenerme. Salí y comencé a caminar, primero sin rumbo y después decidida a llegar a mi casa y tirarme en mi cama, para dormir hasta que no pudiera más.

Salí del callejón, tambaleándome un poco por los tacones y seguí caminando lentamente para no caerme.

—Pero que linda, muñeca. — Escuché que alguien decía a lo lejos y decidí ignorarlo continuando con mi camino. Sentí que alguien me seguía y para cuando miré a mi lado, ahí estaba, en su coche, mirándome pícaramente, esa mirada que me ponía las piernas como gelatina. Sonreí y me detuve, dispuesta a charlar con él.

—¿Cómo me encontraste, Abel? — Pregunté aun sonriendo, mirándolo desinteresada. Soltó una pequeña risa, y suspiro, mirándome ahora completa, sentí sus ojos pasar por mis piernas y después por mis senos, hasta detenerse de nuevo en mis ojos.

—Te puse un chip en la nuca, así se dónde estás todo el tiempo. — Dijo en tono burlón y se inclinó a abrir la puerta del copiloto, sin previo aviso mis piernas rodearon el auto y cuando menos me di cuenta ya estaba sentada en el asiento, cerré la puerta de forma delicada porque sabía cómo le molestaba que la cerraran con fuerza y lo miré. —¿No me darás un beso? — Preguntó volteando su rostro completamente hacia mi e inclinándose un poco.

Me incliné también y le di un corto beso, casto, apenas un roce, abrí mis ojos y me di cuenta de que el aún los tenía cerrados, así que volví a acercarme, y esta vez lo besé dejándole claro cuánto lo había extrañado, pues hacía poco más de un mes que había dejado de buscarme, justo después comenzaron mis salidas nocturnas con el fin de llenar el vacío que el dejaba en mi vida. Sentí sus dientes morder fuertemente mi labio inferior y no pude evitar soltar un gemido, sus manos viajaron rápidamente a mi cadera y presionaron un poco ahí, sin avisar, me separé abruptamente y miré al frente, sabía que iríamos a su casa, lo sabía por qué era lo que siempre ocurría, sabía la historia al derecho y al revés, era como un círculo vicioso, enfermizo, lastimero.

Condujo en silencio y no tardó ni 10 minutos en llegar a su destino, aparcó el coche y ambos bajamos al mismo tiempo. Me adelante y subí las escaleras hasta su habitación y lo espere sentada en la cama, estaba todo oscuro y comenzaba a sentir pesadez así que me recosté, y cerré los ojos, esperándolo impaciente. Abrí los ojos cuando sentí que el colchón se hundía a mi lado y lo mire ahí estaba, mirándome también, le di la espalda y sonreí, cerré mis ojos, dispuesta a dormir, dispuesta a no dejar que comenzara otra vez ese círculo.
Sentí sus manos tomando mi cintura y acercando mi cuerpo al suyo, después fue depositando besos en mi espalda, que estaba descubierta debido al vestido, suspire sin poder evitarlo y mande al diablo el intento de resistirme. Me dejé llevar y comencé a disfrutar, hundiéndome en sus besos. Cayendo otra vez en su trampa.



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