Cap. 2 "Encuentro Casual"

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Una semana después.

Eran exactamente las ocho de mañana.

KyungSoo caminaba con los hombros caídos mientras examinaba el cemento gris de la vereda y los cordones oscuros de los mocasines, sus ánimos no existían, su rostro sin color afirmaba aquello. La presencia de KyungSoo era como la de un tranquilo fantasma, pasaba completamente desapercibido; su respiración era angustiante y el pecho no lo dejaba en paz, no podía dejar de cavilar en la última discusión que había mantenido con su pareja, y es que de verdad había sido muy fuerte, tanto fue el grado que ahora andaba con una marca púrpura negruzca que formaban cuatro dedos sobre el blanquecino hombro que tenía, como un tatuaje.

KyungSoo jamás pensó que en un momento podía estar tan radiante y a la hora siguiente encontrarse llorando desconsoladamente en la esquina de la bañera.

Todo empezó por un mensaje que había recibido de su única amiga, Joy, uno muy entusiasta y que había anhelado leer en sueños, excepto que ahora, era real.

"¡Por Cristo, entraste! ¡Lo hiciste! ¡¿Sabes lo genial que será eso?! ¡SEREMOS COLEGAS EN LA UNIVERSIDAD! En unos minutos te va a llamar el Doctor Sung para decirte la buena noticia, pero quise adelantarme. Llámame cuando tengas tiempo. Un abrazo :)"

Cuando el castaño leyó aquello, y la gran sonrisa no podía disimularla con nada, así se esforzara, brillaría por sí mismo. En cinco minutos lo llamó su jefe, hasta sonaba bonito aquello, "jefe".

—Buenas tardes, ¿hablo con Do KyungSoo?

Cerró los párpados, como un niño entusiasmado que le ordenan que cierre los ojos porque le iban a dar una sorpresa —Si, habla el mismo.

—Profesor Do, felicidades, obtuvo el puesto para poder impartir la clase de Comunicación con los alumnos de los primeros ciclos.

KyungSoo contuvo una exclamación entusiasta, pero cuando abrió los ojos, de verdad gritó. Y es que al frente de él se encontraba ChanYeol, no era usual que éste llegara tan temprano a casa, el alto lo veía extrañado, seguro preguntándose con quien estaría hablando, y KyungSoo palideceó, aún no habían hablado absolutamente nada sobre su nuevo trabajo, ni siquiera le había dado pistas, no sabía cómo lo tomaría.

— ¿Señor Do? ¿Sigue en el teléfono?

—S-si... —balbuceó, no le arrebataba la vista a ChanYeol. El alto, que hace que unos segundos lo encontraba mirando demasiado intrigado y con una postura hostil, ahora estaba sacándose la chaqueta con mucha calma y dejando su maletín en el rincón habitual del dormitorio.

—Bueno, no le quiero quitar más tiempo. El lunes a las nueve es su primera clase en la sección de Letras. Si gusta puede llegar a las siete a la facultad para iniciar con el papeleo, o si no lo haremos después que culmine con su jornada.

—Mejor después, si no fuera mucha molestia, doctor Sung.

ChanYeol, ignorándolo, entró al baño seguro para asearse; sin embargo, no cerró la puerta del servicio.

—Usted escoge. Eso es todo, bienvenido a la Universidad Nacional de Seúl. Espero que podamos trabajar más años.

—Estoy agradecido por la oportunidad. Gracias.

Y cortó.

Y ni bien se sentó en la cama, sintió que se hundió en el colchón al igual que su mente. Trataba de ordenar cómo contarle a ChanYeol que ya no trabajaría más para la empresa de su tío, y también que ahora sería profesor en una universidad de un día para otro. No obstante, ni siquiera tuvo unos cinco minutos de reflexión, porque ChanYeol ya había salido del servicio como un relámpago, su rostro indescifrable hizo que temiera lo peor.

—Debo adivinar que no hablabas con Joy, por tu expresión culpable.

KyungSoo negó, dándole la razón. Apretó sus palmas contra las rodillas, debía decirlo y quitarse ese peso de encima.

—ChanYeol... Yo...

—Habla.

Se mordió el labio inferior —Conseguí un nuevo trabajo.

ChanYeol entrecerró los ojos, como si hubiera oído mal— ¿Qué acabas de decir?

—Lo que escuchaste... Tengo... Un nuevo empleo. Pensé que tener nuevos air-

— ¿Con el permiso de quién? —gruñó.

El castaño abrió totalmente las órbitas, sentía el enojo deslizándose por cada nervio. Se levantó de la cama, para no percibirse tan frágil desde esa posición —Tú sabes que este trabajo no me gustab...

— ¡Mierda, KyungSoo! ¡Eso es algo que me debías de haber pedido mi opinión! ¡Sabes que no me gusta que te expongas! —Gritó cada oración a viva voz, haciendo que su rostro se tornara de un chillante color rojo por la exasperación— ¿Para qué quieres tener otro trabajo si tienes el más flojo del mundo?

A pesar que en ese momento KyungSoo tuvo pánico por ver a su pareja en ese gran arrebato, respondió, pero esta vez mirando el piso. Tenía miedo. —Por eso mismo. Me estresa estar encerrado en cuatro paredes... No salir, ni tener compañeros con quienes entablar una mínima conversación. Solo soy yo en esta casa.

— ¿Así que es eso? —Resonó la risa más falsa que haya oído— ¿Quieres conocer a otras personas? ¿Quizá te refieres a hombres, específicamente? 

— ¿Q- qué? No sabes lo que estás diciendo, mejor hablemos de esto cuando te calmes.

Pero ChanYeol no se calmó, todo lo contrario, le hirvieron las entrañas al ver que KyungSoo se le estaba escapando de las manos y se estaba volviendo rebelde al contestarle así. KyungSoo jamás tomaba una decisión así de grande por su propia cuenta, lo conocía demasiado bien. Se acercó a él y con su gran diestra le apretó el hombro a su esposo, justo en la articulación, haciendo que al pequeño le dieran punzadas de dolor por toda la extremidad superior.

—Dime la verdad, ¿fue la zorra de tu amiga quién te convenció de ésta estupidez, verdad?

KyungSoo jadeaba y los ojos se le comenzaron a cristalizar, sin embargo no se movía, era como si supiera que su destino era ser un saco de box, solo soportar; aparte temía que si únicamente se trataba de alejar un centímetro, se le dislocaría el hombro en manos del pelinegro.


—N-no llames así a Joy.

El alto le regaló una sonrisa burlona y se agachó, para quedar a la altura del otro.

—Yo llamo a esa puta como se me da la gana.

—Cha-ChanYeol... Po-por favor... —cerró los ojos, el dolor era insoportable, era como si estuvieran separando su brazo del cuerpo— Me due-duele mucho...

Y claro que ChanYeol lo sabía, era un médico, pero también tomó conciencia que si seguía apretando esa zona, le dañaría los ligamentos del hombro, creándole un doloroso desgarre que sería complicado de curar. Lo soltó cuando la lucidez volvió en él.

Fue como si KyungSoo hubiera escapado de la muerte, se veía más calmado. El brazo opuesto lo llevó hacía la región maltratada, sin embargo el terror de sus ojos seguían presentes y ChanYeol odiaba eso. No quería que le tuviera miedo, solo que lo respetara.

El pelinegro intentó acercársele, pero KyungSoo se encogió como un cachorro desconfiado. Mierda, lo había hecho de nuevo; ahora KyungSoo ni siquiera dejaría a que esté metros cerca de él, le costaría tiempo borrarle esa expresión de pánico. Se despeinó el cabello con ambas manos y pateó el ropero para poder descargarse. KyungSoo se mantenía lo más lejos que le permitía los metros cuadrados de ese dormitorio de ChanYeol, pero el alto vio algo diferente, ahora el castaño tenía el celular en la mano.

— ¿No te vas a retractar? —le preguntó obviando que el bajito parecía buscar protección en ese teléfono, ¿a quién llamaría?

KyungSoo no lo miró, su vista estaba posada en un punto ciego de la habitación, pero lo que sí logró contemplar, es que sus mejillas estaban mojadas y el cuerpo le tiritaba. Había sido su culpa, lo había asustado, de nuevo la ira había tomado el control de sí mismo, pero es que joder, él no era así, solo con KyungSoo le ocurría aquello.

Intentó acercarse para pedirle disculpas, pero KyungSoo cogió el teléfono con más determinación —No... Vete... S-si te acercas más... m-me iré...

Park se quedó donde estaba y un escalofrío le recorrió la espina dorsal de solo imaginarse a KyungSoo lejos de su vida. No obstante, desechó la idea, KyungSoo era demasiado cobarde como para dejarlo, aparte él sabía que éste lo amaba, a pesar de todo.

—No puedes dejarme cariño, sabes que entraría en la locura sin ti.

KyungSoo lo observó, los temblores de sus manos no cesaban, él también era patético en ese momento porque sabía que no podía dejar a ChanYeol por más que tratara de intimidarlo. Era como complicado conocer todas las facetas de un humano, porque cada dimensión de una pareja uno podía conocerla, no a la perfección, pero al menos presenciarla, pero lo preocupante es cuando uno comienza a ver más seguido lo malo y no lo bueno, y cuando eso malo se convierte en "cotidiano".

KyungSoo veía más lo nocivo en su pareja, pero se cegaba él mismo por los recuerdos.


—Kyung... —el pelinegro intentó acercarse, pero el castaño elevó las manos a la altura de su pecho para alejarlo.

—No... Por favor, déjame solo. Quiero pensar.

ChanYeol se quedó de pie unos segundos, pero asintió. Fue hacía perchero, se colocó nuevamente la chaqueta, y pesar que KyungSoo al comienzo se lo impidió, de todas formas logró acercarse hasta él, limpiarle las lágrimas heladas de las mejillas y darle un beso en ésta —Me iré unas horas para que puedas calmarte, pero sabes que esto no hubiera ocurrido si no me hubieras desobedecido buscándote otro trabajo sin avisar, ¿cierto?

—Vete...

— ¿Aún piensas ingresar en el otro empleo? —al bajito ya no le interesaba el otro trabajo, pero algo le hizo asentir, llevándole la contraria. Park apretó los puños, conteniéndose para no realizar otra escena. KyungSoo se veía tan débil—. Como quieras.

Y esa tarde KyungSoo lloró dentro la bañera, viendo como sus lágrimas se perdían en el caño.

Porque llorar es el desahogo más increíble que tenemos las personas, porque llorar nos limpia el alma y los ojos.







***

Todo eso había ocurrido un jueves.

Actualmente era un lunes, y a pesar de que habían transcurrido casi cuatro días desde dicho enfrentamiento, él se seguía sintiendo pésimo con todo lo que le rodeaba, como si un manto oscuro lo rodeara.

De todos modos después de ese día pasó lo que ya veía venir, ChanYeol lo colmó de atenciones hasta hacerlo sentir hostigado, seguía llegando tarde a casa ya que con el puesto de jefe de área tenía más obligaciones y menos tiempo libre, pero cuando aparecía en su hogar traía consigo pedidos de comida de diferentes restaurantes y hablaba con KyungSoo durante la cena. Eso, hablar, lo que no hacían desde semanas enteras. Hasta había vuelto a tener la costumbre de abrazarlo por la espalda cuando dormían y apoyar su nariz en medio de sus omóplatos. Siempre sentía la respiración caliente del otro. Sin embargo, cada vez que ChanYeol parecía querer tener un acercamiento de otro nivel, como un beso o peor aún, tener intimidad, la piel del castaño se erizaba, y es que su cuerpo reaccionaba ante el peligro, y según su piel, ChanYeol era eso.

Así que a pesar de ser un lunes fantasmal, era su primer día de trabajo como profesor, y se suponía que debía estar con los mejores ánimos, pero le era imposible. El sonido del semáforo cambiando a verde lo sacó de su ensoñación, y él junto a un gran número de personas, cruzaron esas dos inmensas y concurridas pistas, ya no se sentía tan invisible acorralado con tanta gente. Sintió un roce en el dorso de la mano, pero lo ignoró.

Cuando sus pies tocaron el suelo de la otra calle, notó que la parada de autobuses se encontraba a unos siete pasos al sur desde su ubicación. Antes, ChanYeol se había empeñado, muy insistentemente, en pedirle un taxi en línea, pero KyungSoo se negó en repetidas ocasiones, y le informó que prefería aprender a movilizarse solo. Por supuesto que al pelinegro no le gustó aquello, pues KyungSoo era alguien que a pesar de ser un adulto, conocía muy poco de la ciudad, hasta en el pasado se había ofrecido en comprarle un auto pero el bajito se opuso porque decía que el manejo no era lo suyo, pero como no quería empezar otra discusión, accedió a regañadientes. No obstante, el de piel nívea vislumbró en su reloj de muñeca que tenía tiempo sobrante, y los irritantes sonidos de su estómago reclamándole el desayuno ya lo tenían cansado; en la esquina, había una llamativa cafetería. Sería un pecado no ir. Quizá necesitaba la cafeína para activarse.


Con pasos extensos entró en el establecimiento y una campanilla dorada sobre su cabeza resonó. Un delicioso aroma a granos de café le invadió el sentido del olfato. En el lugar se respiraba el café, la leche en polvo e infusiones. La música de fondo era un jazz lento que te envolvía hasta los huesos. Por un momento se dejó enfundar por ese ambiente tan somnífero, que sin darse cuenta se había quedado quieto bajo el umbral, siendo el centro de miradas de los pocos comensales.

Bajó la vista sintiéndose humillado y ubicó por el rabillo del ojo una mesita individual al lado de la mampara, desde ahí podía dar un vistazo a la parada de autobuses. Fue hasta allí sin molestarse en mirar a nadie, y se sentó en la resbaladiza silla de madera.

Por unos minutos, esperó que un mesero o alguien se acercara para tomar su orden, pero eso no ocurrió. Sin embargo, mientras tenía apoyada la barbilla contra la palma de su mano, ya que estaba mirando las muertas vías de la capital y contando cuantos buses ya habían partido; un inhóspito torbellino electrizante le recorrió la fisonomía, como si fuera el foco principal de alguien. Tuvo las ganas de bajar la vista, pero desistió de ello y sus pupilas pulularon para buscar a la persona que lo estaba observando.


Éste se encontraba haciendo la cola para pagar en la caja registradora. Y se quedó boquiabierto y los tamboriqueos desordenados de su pecho no se hicieron esperar, cuando localizó al individuo que lo estaba contemplando sin un ápice de disimulo.


Era el violinista.

Kim JongIn.

Al momento que intercambiaron miradas, JongIn sonrió de lado, luciendo victorioso porque al fin había llamado su atención. Con el índice y dedo del medio, juntos, los llevó hacía la altura de su frente y los agitó de forma horizontal, saludándolo.

KyungSoo no salía del estupor, hasta había despegado los labios por el asombro, si bien él había pensado en el violinista los días siguientes de la presentación, jamás imaginó que lo volvería a ver, ya que se había planteado no volver a ir a ese teatro; aparte que con el acontecimiento reciente de su pareja, todavía su mente andaba algo nublada, como si recién se estuvieran conectando los enchufes en el cerebro.

JongIn se veía muy entretenido con ese encuentro casual, mientras que KyungSoo estaba muy avergonzado, aún recordaba como el tipo se le había acercado más de lo debido y le había acomodado el cabello detrás de la oreja; las yemas de sus dedos tocaron esa zona de forma inconsciente.

Sin embargo, esa conexión duró muy poco, ya que al moreno lo llamaron para entregarle el pedido en una bolsa de papel, éste lo recibió, KyungSoo solo lograba ver la espalda del sujeto en esa nueva posición, pero frunció el ceño cuando notó que el músico realizó algo distinto, se inclinó hacía la señorita que lo estaba atendiendo y le susurró un par de oraciones en el oído. La mujer al comienzo se sonrojó por ese acto repentino, pero luego pareció como si la invadiera la decepción. KyungSoo desvió la vista con velocidad, y posó sus pupilas en la palma izquierda de su mano, examinando cada línea dibujada en su suave piel.  Si el músico le estaba coqueteando a la trabajadora, no sería tan penoso de quedarse viendo eso.

Luego de un corto periodo, llegó a escuchar la agitación de la campanilla dorada, JongIn ya se había ido de la cafetería. KyungSoo sintió una pequeña decepción, pero era lo mejor.


Se quiso distraer unos minutos viendo los titulares web de los periódicos en el celular pero seguía pensando en JongIn y eso lo fastidiaba, estaba a punto de meterse a Publimero, pero percibió unas pisadas que se le estaban acercando, dejó de prestarle atención al aparato. Era la señorita de la caja registradora. KyungSoo le examinó las delgadas manos a la mujer, esperando que ella le tendiera algún tipo de carta de la cafetería, pero en vez de eso, ella posó un vaso de cartón grande sobre la mesa, era un frapuccino de manjar.

KyungSoo miró la bebida al tiempo que juntó las cejas, él no había pedido nada; pero la señorita al vislumbrar ese rostro confundido, le explicó la rara situación.

—El caballero de hace unos minutos, me pidió el favor que le trajera la bebida, joven.


Joven, hace tiempo alguien no lo llamaba así. Desde que se casó a donde iba era "señor", a pesar de tener veinticinco años.

— ¿Se podría saber su nombre? —por dentro intuía quién era.

—No me dio su nombre, pero me dijo que le entregara este post-it —la chica con el cabello sujetado en una cola de caballo, rebuscó con ambas manos en el bolsillo holgado de su delantal negro, sacó un post-it color verde eléctrico, pegándolo en el vaso de cartón—. Si necesita algo más no dude en llamarme —a pesar de decir esa frase tan amable, en sus ojos solo transmitía pura molestia y envidia, hizo una reverencia y lo dejó solo.

KyungSoo cogió el vaso entre sus manos, y lo empezó a girar con los dedos, estaba muy curioso. En el post-it se leía:

"Espero que dejemos de ser extraños, inspiración"

Melodía Correcta [KaiSoo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora