Prologo

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Min YoonGi era un niño de brillante cabello negro y de piel que parecía de porcelana, que como si fuera una pequeña muñeca, estaba vacío; vivía una vida llena de monotonía desde que le habían diagnosticado Alexitimia a los ocho años, y al ver lo tristes que se encontraban sus padres con la noticia de que su pequeño no podía tener emociones, se dio cuenta que no viviría una vida normal.

Sin embargo, no le gustaba la actitud melancólica que habían adoptado sus padres, pues desde el día en el que el doctor les dio la noticia de su padecimiento, su madre no podía evitar llorar cada que lo veía a los ojos y con su padre era igual; el no entendía su preocupación, la Alexitimia no arruinaría su vida, no provocaba que tuviera un retraso mental o hacia que le creciera un dedo extra, su enfermedad no era para tanto, pero debía admitir, que no le gustaba el estado en el que se encontraban sus padres.

Por eso había tomado la decisión de tratar de ser normal, lo que significaba que reiría incluso cuando no le encontrara la gracia al chiste, que lloraría incluso si esas lagrimas carecían de sentido y que se enojaría aunque no haya razón para hacerlo, en otras palabras, se crearía emociones falsas solo para que sus padres dejaran el estado depresivo en el que se encontraban.

Así vivió durante diez largos años en los cuales se obligó a ser quien no era, claro que eso en realidad no le importaba, carecer de emociones hacia que no sintiera los típicos conflictos de adolescentes, lo cual era una carga menos para él.

Después de dos años de su diagnóstico y de crearse una nueva personalidad, él y sus padres se mudaron de Daegú para vivir en Seúl debido que a su padre lo habían transferido en su trabajo. Eso era bueno, Seúl era una ciudad realmente grande y eso le agradaba.

Como era de esperarse entro en una nueva escuela, en la cual le podía ser más fácil actuar de manera normal ya que en la escuela en la que estudiaba en su ciudad natal, todos pensaban que era raro por nunca salir en los recreos, por no hablar con nadie y actuar de una forma despreocupada y déspota al no reaccionar de la manera que debía, pero todos lo empezaron a señalar más cuando puso en marcha su plan y trato de acercarse a sus compañeros, cuando trato de hacer amigos y ser como cualquier niño, lo cual obviamente salió terriblemente mal.


En su primer día, se había propuesto entrar a su salón con una gran sonrisa en el rostro saludando a todos los que serían sus compañeros, lo cual hizo, pero nadie se acercó a hablar con él, ni siquiera en el corto tiempo en el que tenían que esperar a que el siguiente maestro llegara al salón; pero en el recreo fue diferente, un niño de cabello castaño, con una enorme sonrisa en el rostro y piel de un color canela claro se acercó a él.

Le dijo que su nombre era HoSeok y tras preguntarle si podía comer con él, a lo que el pelinegro respondió con un sí, se sentó con él. Hablaron de cosas como películas y videojuegos además de eso YoonGi descubrió algunas cosas del castaño como que también tenía diez años y estaba en el mismo curso que el pero en otro grupo, también descubrió que era muy alegre y eufórico, que le daban miedo las montañas rusas, la altura, todo tipo de insectos y ver a su mamá enojada.  HoSeok le pareció agradable.

Desde ese día se habían hecho mejores amigos, estudiando juntos hasta la preparatoria, e incluso ahora, que debían entrar a la universidad, también estudiarían en la misma solo que en carreras diferentes, Hobi, como le gustaba que le dijeran a HoSeok, estudiaría danza, mientras que YoonGi había decidido entrar a la facultad de ingeniería en audio y sonido, debido a que le gustaba la música, nunca le llegaba la letra de una canción triste ni la alegría de una canción de amor, pero aun así quería intentar hacer música.

Faltaban dos días para que entrara a la universidad, Hobi estaba súper emocionado, desde que sus vacaciones de verano empezaron lo llamaba cada hora para decirle lo que hacía en su viaje familiar a la playa y por alguna razón siempre pasaba de contarle el alboroto que sus hermanos menores hacían a decirle cuan emocionado estaba de entrar a la universidad.

Al principio no le tomaba importancia a que su amigo le llamara tantas veces en tan cortos periodos de tiempo, era algo que hacía desde que lo conoció, siempre rondando al rededor del pelinegro, siendo la única persona con la que hablaba. Si, le era imposible encariñarse con el castaño, pero admitía que su presencia era algo necesario en su vida, después de todo fue la única persona que no pensó que era raro ni que quisiera alejarse de el al saber de su enfermedad cuando se atrevió a contárselo, cuando tenían doce; pero en esta ocasión, empezaba a sentirse levemente asfixiado por su energía.

Después de recibir otra llamada de HoSeok, salió a caminar por las calles de Seúl, a veces hacia eso, salir a caminar, solo, pensando en que si fuera realmente una persona normal se sentiría mal por lo que hacía, por fingir ser quien no es, pero no, ni siquiera podía arrepentirse de eso; solo lo motivaba una cosa, complacer a sus padres.

Tenía un recuerdo vago de que en algún momento los quiso, los adoro ¿y cómo no hacerlo? eran su familia, pero así como ese recuerdo poco a poco se perdía en su memoria, también se perdió el amor que les tenía, porque la Alexitimia se lo llevó. Aun así no quería verlos sufrir por él, aunque claro habían cosas en las que no los podría complacer como en casarse y formar una familia, eso era algo que había decidido cuando tenía quince y una chica de su salón se le declarado pero tuvo que rechazarla. Sus padres e incluso el mismo HoSeok cuestionaron su decisión, pero eso no hizo que cambiará de idea, incluso compartió con sus padres su falta de interés en formar una familia lo cual hasta ahora seguían sin aceptar.

Llevaba caminando media hora y había recibido un mensaje de Hobi diciendo que llegaría de su viaje en la noche.

El cielo empezaba a tornarse gris como indicio de que llovería pero aun no quería regresar a casa así que siguió caminando hasta llegar al parque que se encontraba un par de calles más adelante.

Al llegar vio que aun habían niños jugando y corriendo por doquier, busco una banca libre y se sentó.

Se quedó ahí un rato sin hacer nada, solo viendo a los niños jugar, viendo lo felices que eran, preguntándose si algún día sentiría lo que un pequeño niño sentía cuando bajaba por la resbaladilla o cuando jugaba en los pequeños charcos que se formaban después de llover o cuando daba su primer beso.

No quería ser aceptado tampoco quería ser normal, solo quería sentir, que su vida fuera resplandeciente. Necesitaba algo que acabara con la monotonía y le diera color a su vida.

La lluvia comenzó y algunos niños corrían donde sus madres para regresar a casa y refugiarse de la lluvia, él también debía hacerlo, ya era el momento de regresar a casa pero no pudo. Su mente se había paralizado, su respiración se detuvo por un momento y sintió que su corazón explotaría de una mezcla de sensaciones extrañas y desconocidas pero agradables.

Ahí estaba como una plegaria ante un Dios en el que no podía creer, como el inocente deseo a una estrella fugaz de un niño, como un grito de auxilio que creyó nadie escucharía, simplemente siendo algo imposible que jamás creyó que pasaría, pero la vida o el destino cruel habían conspirado para cambiar su vida, para que su seco corazón latiera de forma desesperada, para que ese ser tan bello, puro, inocente y frágil se cruzara en su camino y se convirtiera en el resplandor de su mala vida.

The highlight of my lowlife//YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora