11- La crisálida

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Una negligencia de Lara propició la muerte de su hijo. Se deshizo de todo lo que se lo recordara menos, sin saber por qué, del compañero de juegos de Mario, un gato pardo de ojos casi humanos que nunca se separaba de él. Así pasó el tiempo, Lara recobró la cotidianidad de su vida y apenas se fijaba en las idas y venidas del felino que, por otra parte, la observaba desde las sombras.
Lara tejía cada tarde. Dicha labor la evadía de dolorosos recuerdos. El animal, siempre al acecho, siempre vigilante, observaba fascinado los gruesos ovillos de colores; luego la miraba a ella con sus ojos casi humanos. Esa tarde hacía calor, Lara dejó la labor y se abandonó al sueño.
Cuando el marido entró en el domicilio receló del silencio reinante y, cuando se asomó a la habitación, quedó paralizado de terror: una gigantesca crisálida de colores presidía la estancia...

El gato desde un rincón contempla la escena satisfecho, con sus ojos casi humanos... 

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