14- Una exposición arriesgada

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El museo anunció la próxima apertura de una exposición arriesgada. Traiga sus propios monstruos, rezaban las invitaciones que recibieron en sus buzones los habitantes de la ciudad. Al principio venció el desconcierto, la reserva y el escepticismo. Pero a medida que el día del estreno se aproximaba, fueron llegando, con cuentagotas, los hijos de los pederastas, las mujeres maltratadas, los hermanos de los caníbales, las madres de los parricidas.
Uno a uno, tocaron con sus nudillos fríos la puerta trasera del museo, susurrando con voz queda y trémula, para deshacerse de sus monstruos y sus martirios.
Tal fue el éxito de la iniciativa, que al abrir sus puertas (el museo) a tan descabellada exposición, la ciudad entera suspiró y por fin pudo dormir tranquila.
Mas el alivio duró poco. Tras el primer día, los habitantes de la ciudad, tuvieron que lidiar con la más terrible de las pesadillas, que les acosaba todas las noches, cuando el silencio, por fin, dominaba las calles.
Pues Morfeo había decidido acosarles con el sueño de un museo que cerraba sus puertas a una exposición arriesgada, viéndose en la tesitura de regresar a sus dueños todo el material cedido para la misma.

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