1. Cachorrita

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« Será divertido » dijeron. « Te lo pasarás genial » dijeron.

Y un cuerno...

- Cuando la vea, juro por mi madre que le arrancaré sus extensiones falsas.

Echándome hacia atrás me senté en la tapa del inodoro.  Conté hasta diez dejando salir todo el aire.

Le di una patada a la puñetera puerta, pero nada, no había manera de que se abriera.

Cuando mamá dijo que había encontrada la solución perfecta para mantenerme lejos de casa pensé que tal vez lo pasaría bien, que me despejaría un poco y podría aflojar mi ira.

Y ahora yo necesitaba decapitar a Dinora. Me tiraría encima suya, la agarraría de su precioso y falso pelo rubio y la arrastraría por todo el bosque.

Una sonrisa se extendió por mi rostro. Si tal solo pudiera salir de aquí.

Poniéndome en pie inspeccioné de nueva la cerradura. Tenía que encontrar algo puntiagudo y fino para introducirlo en la cerradura y poder hacer de llave.

Ya que Dinora había mandado a volar la llave del baño portátil.

Gruñendo obligué a mi cerebro a pensar, a dejar un lado mis ansias asesinas y a procesar un plan.

Una idea cruzó mi mente. Lo había visto en muchas películas e igual podría funcionar en la vida real.

Mis manos automáticamente fueron a mi cabeza. Cogí la horquilla que mantenía mi flequillo y doblándola hasta que estuviera recta la metí en la cerradura, moviendo mi muñeca conseguí abrir la puerta.

Salté interiormente y empujé la puerta.

Gracias a Dios que aún era de día. La señora Filders dijo que en la noche el bosque podía ser muy peligroso debido a los animales salvajes.

Miré a mi alrededor, todo era árboles y más árboles. Prácticamente estaba en medio de la nada. Sacando mi celular, empecé a seguir la ruta que la señora Filders nos hizo anotar en el.

Hace dos semanas mamá encontró " casualmente " un catálogo de campamentos de verano, de él eligió Budapest. Me mandó al lugar más lejos posible de ella.

Porque nosotras éramos de Estados Unidos.

La verdad se lo agradezco, ella acostumbraba a traer a sus " citas" a casa. En realidad ni siquiera se le puede llamar cita ya que ellos iban directamente a la cama.

Me asqueaba sus citas, eran hombres que la utilizaban para sexo y luego se iban. Como si mamá fuera un polvo fácil.

Yo también lo pensaba.

Lo peor de aquellos hombres era que les daba por visitarme, poniendo escusas como - voy a ver que tal está la niña -, cada vez que oía aquello mi cuerpo se estremecía y el terror me embargaba.

Tenia una salida de emergencia para aquellas ocasiones. Porque sé que mamá le daría igual lo que pudieran hacer esos hombres conmigo.

Llevo viviendo con ese miedo desde los once años.

Guardando el celular en mi bolsillo trasero seguí el sendero rumbo al campamento.

Las voces empezaron a oírse nada más entrar, los treinta adolescentes que habían estaban todos enfrente del edificio.

La señora Filders agitaba los brazos y pegaba gritos histérica. La señora Filders era una mujer menuda que llevaba su cabello en un moño siempre bien impoluto.

Al lado de ella había tres hombres, no les veía la cara pero parecían muy grandes.

¿Quiénes serán? Pensé.

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