Secundaria

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(Todos los nombres de este relato fueron cambiados sólo en caso de que las personas de las que hablo lleguen a encontrar esto)

Siempre fui un chico muy enamoradizo. Jamás me había enamorado de verdad, pero no encuentro otra palabra para describir el hecho de que siempre me gustaba alguien. Y siempre sufría mucho y me clavaba mucho con las chicas que me gustaban. En primero de secundaria, fue Patty. De piel blanquita, cabello café y tiernos cachetes. Yo no le gustaba, pero aún así hablaba conmigo y me trataba bonito. Sólo jugaba conmigo, pues tenía novio. Yo estaba ahí como para levantarle el autoestima. Siempre diciéndole cosas bonitas. En el momento en que me dí cuenta de que ella jugaba conmigo (o me tenía en su hook, como dicen en How I Met Your Mother), me alejé por completo. No iba en la escuela conmigo, así que fue fácil. 

Unos meses después, conocí a Dari. Tenía la piel morena clara y largo cabello castaño con un mechón blanco. Era un año menor que yo. Me siguió gustando por el resto de primero de secundaria y parte del segundo año. Era la novia de mi mejor amigo en ese entonces, pero las cosas entre los dos seguían igual. Hablaba con ella aunque tuviera novio. Fue un dick move. Lo reconozco. Pero ya después de que terminaron, empecé a acercármele más. Poco tiempo pasó hasta que consiguió otro novio. Y seguía hablando con ella a pesar de que tenía novio (lo sé, fue malo de mi parte). Buscaba una oportunidad para hablarle y llevarme con ella, y ella hablaba conmigo. Fue después que descubrí que a mis espaldas hablaba feo de mí. Decía que yo la hostigaba y que no la dejaba en paz. Entonces dejé de hablarle. En ese momento fue cuando empecé a tener un horrible temor a hablarle a las chicas. 

Hasta ese entonces, cuando me gustaba una chica era sólo por su físico. Honestamente, no sabía que quería con ellas. Era muy joven para tener una novia, o al menos desde mi anticuado punto de vista. Supongo que lo que quería hacer era gustarle también. Conocerla más y salir hasta que tuviera una edad razonable para tener una relación formal. El punto es que antes cuando me gustaba alguien, era por su físico. Luego conocí a Abby. 

Ambos estábamos en clase de música. Ella cantaba, yo en ese momento tocaba el piano. Era de piel blanca, cabello negro y usaba lentes. Tenía unos hermosos labios gruesos. La vi y se me hizo bonita. Llamó mi atención cuando noté su inteligencia. Luego, la escuché cantar. Y fue en ese momento en que me gustó. Nos hicimos amigos y me caía muy bien. Y yo a ella. Era sumamente divertida e inteligente de una manera peculiar. Tenía un humor un tanto estúpido, pero divertido.

Fue un 14 de febrero cuando le dije que me gustaba. Si, un completo cliché. Pero ¿qué puedo decir? Siempre he sido un enamorado sin remedio. Ese día, no quería que ninguna chica se sintiera sola, así que junto con unos amigos repartimos rosas y chocolates a todas las niñas de la escuela. A Abby hasta lo último. Me acerqué a ella con una rosa en la mano y una sonrisa tímida. Le pedí a su mejor amigo que la llevara al segundo piso de la escuela mientras nadie estuviera ahí. Ya podrán imaginarse a esa linda chica ahí y enfrente de ella, un chico delgado de piel morena, lentes y cabello negro con una sonrisa tímida. Le dí la rosa y le dije que me gustaba. Nos abrazamos. Fue un momento bastante especial. Mis mejores amigos subieron y le dimos todo tipo de chocolates y dulces. Mis mejores amigos. Mis tres mosqueteros.

Al día siguiente, me dio un beso a la mejilla. El día después de ese, traté de hacer lo mismo. Pero ella solamente me alejó. Traté de hablarle y solamente me ignoró. Un día, le pregunté por mensaje que era lo que pasaba. Ella se limitó a contestar "no me gustas ni me gustarás, así que déjame en paz porque ya me estás molestando". No sabía que carajos acababa de pasar. Le mandé una carta y ella la rompió. Le mandé una carta con un poema y la ignoró. Terminó bloqueandome de Facebook y terminé superándola.

Después de Abby, no quería que me gustara ninguna otra chica. Claro, tuve varios crushes con los que mis amigos me molestarán de por vida, pero ninguna chica que me gustara en serio. Fue hasta los últimos meses del último año de secundaria cuando vi a Emilia. Alta. Tan alta como yo. Medía 1.70. Tenía la piel morena y cuerpo atlético, pues entrenaba artes marciales. Su cabello era negro y largo y tenía unos ojos cafés espectaculares. Sumamente inteligente, divertida y talentosa. A todos los chicos les gustaba.

Yo no sabía qué hacer. Ella iba en segundo y yo en tercero. No sabía cómo acercarme. Lo fui haciendo poco a poco de maneras muy tontas. Muy tímidamente. Un día, entró a mi salón por una actividad de inglés y yo hice miles de chistes para que me notara. Terminé haciéndola enojar. Unos días después, ella me pidió perdón por enojarse conmigo y me abrazó. Ya podrán imaginarse mi felicidad. 

Todas mis ilusiones se destrozaron cuando consiguió novio. En ese momento, me rendí. Pero de todas maneras quería decirle lo que sentía. Así que le escribí una carta diciéndole lo que sentía por ella. Una carta de dos páginas que hice que le llegara a través de un amigo que se llevaba con una amiga suya. Le pedí que no le dijera quién era. También le escribí una canción sobre las cosas que me gustaban de ella. Con todo y acordes y eso que en ese entonces no sabía tocar la guitarra.

Uno de mis mejores amigos no paraba de decir que tenía unos "huevos" enormes por decirle lo que sentía, pero es que así era yo. Así sigo siendo. Si me gusta alguien, le digo. Si me gusta de verdad, pongo todo mi esfuerzo para intentar gustarle. 

Vi a Emilia leyendo la carta por los pasillos de la escuela. Siempre me gustó la idea del anonimato. Hacer algo sin que nadie supiera que era yo. Me emocionaba. Le mandé una carta diciéndole que cierto día le diría quién era yo. Ella fue tan linda que tuvo la amabilidad de responder mi carta con otra que ella hizo. Me la entregó a través de su amiga, que se la dió a mi amigo, quien me la dió a mí. No recuerdo exactamente lo que decía la carta, pero después de leerla varias veces, casi la memoricé. E iba más o menos así:

Hola. No sé quién eres pero quisiera saberlo para poder decirte gracias. Sé que te gustaría que te respondiera con las mismas palabras con las que tú me escribiste, pero no, pues como ya sabrás, tengo novio y me siento muy bien con él. Y gracias por decir que eso te alegra. Por la manera en la que escribes he podido deducir los sentimientos tan grandes que tienes y que guardas mucho tus sentimientos, y eso no debería de ser así. Mereces a alguien que te ame con todas sus fuerzas, pues sé que así lo quieres. Y lamento no poder ser yo esa persona. El amor es una palabra muy grande. Y unas cuantas decepciones amorosas no cambiarán el hecho de que algún día conocerás a esa persona especial. No pierdas el ánimo, porque a veces, las personas que serán más importantes en nuestras vidas están justo enfrente de nosotros.

Guardé esta carta y la leía cada vez que me sentía sólo.  Me prometí que la tiraría cuando tuviera a alguien en mi vida que fuera bastante importante. El viernes de esa semana le dije que yo era el que había hecho la carta. Un amigo me acompañó con su guitarra. 

-No es necesario que él esté aquí-dijo Emilia. Mi amigo se fue.

-Es que canto muy mal, y la guitarra es lo único que podría salvarme-dije tímidamente con un poco de sarcasmo.

-Entonces si quieres no cantes-le dí la letra de la canción y le dije lo que sentía por ella. 

"Cuando te veo a los ojos, y tu me ves a los míos, me siento más fuerte y débil al mismo tiempo. Me siento emocionado y aterrado. La verdad es que no sé muy bien lo que siento. Es como si hubiera alcanzado lo inalcanzable y no estuviera listo para eso."

Y sí, esa es una frase de la primera película de Spider-Man, pero eso no quita el hecho de que así me sintiera con ella. Al final, quedamos como amigos (obviamente, tenía novio) y me abrazó. Y no me dolió. No fue un rechazo, pero fue un amor no correspondido que no dolió. Me sentí feliz de haberle dicho lo que sentía y me sentí feliz de quedar sólo como amigos.

Terminó la secundaria y no tuve mucha suerte en el amor. Pero la verdad es que me daba igual. Siempre he sido feliz estando sin pareja y no es algo que yo necesite para sentirme completo. Pero de todas maneras, a lo largo de la secundaria fui aprendiendo unas cuantas lecciones sobre el amor. La más importante era que no sabía qué era el amor. No sabía qué era amar a alguien y no sabía qué era estar enamorado. Todo eso cambió cuando entré a la preparatoria.

Desventuras de un Idiota EnamoradoWhere stories live. Discover now