Narra Amy, ocho años atrás.
La ciudad estaba hoy estaba muy llena de coches. Ellos hacen mucho ruído y molestan a mis orejas. A mí me gusta el bonito silencio del campo y de los enormes árboles que están a su alrededor, pero ahora solo escucho coches muy ruídosos. Subí al coche de mi mamá contenta de que así no tenga que escucharlo tanto. Allí no estaba papá, seguramente estaría trabajando en la granja ahora mismo. Mi mamá me dejó sola en una tienda de ropa y se fue un momento. Exactamente lo que dijo fue:
-Quédate aquí con la dependienta. Voy a salir un momentito al banco. Solo tardaré diez minutos. Así que no te preocupes. ¿Vale? -Me dice con una sonrisa.
A mí me pareció bien ya que a mí no me gusta ir al banco porque hay mucha gente, y ahora mismo no me apetece mucho sentirme una sardina apretujada. Además allí, en la tienda, me daban chucherías, así que, ¿qué mejor? Mi mamá se subió al coche y se fue finalmente.
Pasaron treinta minutos desde que salió.
-Tu madre está tardando bastante. ¿No crees? Será porque hay mucha gente hoy. -Dijo una de las dependientas.
Escuché un gran ruído pero no me fijé mucho en él porque yo estaba ocupada viendo unos bonitos zapatos como los que llevan las bailarinas. Algunas dependientas salieron fuera y ninguna de ellas volvió a entrar. Eso era raro pero prefería seguir entretenida con los zapatos. Minutos después se empezó a escuchar a una ambulancia acercándose.
Es normal, en las ciudades hay muchos accidentes, eso es lo que papá dice siempre y por eso nunca viene aquí. Pero la sirena de la ambulancia sonaba muy cerca, y no se alejaba como lo hacia siempre. Me asomé por la puerta y a lo lejos vi a varios coches por la acera y la carretera. Todos rotos. Algo horrible había pasado.
Pero nunca imaginé, nunca, que entre ellos hubiera un coche gris hecho trizas, totalmente abollado y volcado en medio de la carretera, que tan familiar había sido para mí.
No tardé mucho en reaccionar y darme cuenta de lo que había pasado, mientras el mar de lágrimas inundaba cada vez más mis ojos.
-¡¡MAMÁ!!
La voz de aquella niña se disipaba mientras la oscuridad cubría de nuevo mi sueño. En ese momento tuve una extraña sensación de estar en una máquina del tiempo que me llevaba de nuevo a la realidad y me hacía olvidar de nuevo.
Eran las ocho de la mañana. Un pequeño rayo de sol que se escapaba por la ventana estaba molestándome justamente en los ojos. El despertador empiezó a sonar estrepitosamente, como si todo quisiera impedir que siguiera durmiendo.
Agg. ¿Es que no puedo dormir tranquila al menos una vez?
Mientras yo aún estaba en la cama, simplemente no quería levantarme.
-¡Para de una vez! -Le grité al despertador, como si me fuera a hacer caso.
Al final cogí el dichoso despertador y lo tiré hacia la pared. Al chocar emitió un estruendoso crujido y cayó al suelo. Intenté volver a dormir pero ese ruido me había desvelado. Miré a la ventana y con la mirada aún borrosa vi el sol...Oh, ¡El sol! ¡Cuanto tiempo hacía que no veía al sol, tres meses con cielos llenos de nubes y lluvias! Salté al instante de la cama y me vestí con la ropa de equitación. Me miré al espejo para poder hacerme una cola de caballo decente y me encontré mi propio reflejo hecho una maraña de pelo . A veces reflexiono sobre lo que veo ahí mismo. Creo que me veo como cualquier adolescente de mi edad, pero no estoy segura. No sé si soy demasiado alta o demasiado baja, si soy lo que dice guapa o fea, pues nunca he visto a otro adolescente en mi vida. Pero puedo hacerme a la idea con las películas. Sé que no me parezco a la protagonista, me parezco más a la extra que pasea por los pasillos con un libro en los brazos. Sé que puede que tenga una altura normal, cuando me imagino esos personajes a mi lado. Sé que mi cara no es la refinada cara de la protagonista morena con pelo perfectamente alisado, ojos azules, nariz pequeña y labios...¿besables? Menuda tontería. Lo único que sé es que mis ojos son marrones, mi nariz se parece a la de mi madre y mi boca a la de mi padre. Tal vez, lo más extraño es tener el pelo tan largo. Pues tal vez sea exagerado haberlo dejado crecer hasta que cubra toda mi espalda. Desde aquel accidente no volví a cortarme el pelo, mi madre era la única que me lo cortaba, y durante los años que ella no estuvo conmigo, mi pelo creció sin que nada lo detuviera. Tal vez, solo tal vez algún día lo corte.
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Mi vida a caballo
Novela JuvenilProhibida la copia total o parcial de esta obra, se reservan todos los derechos de autor sin excepciones. Amy vive en la granja de su padre desde que nació. Su vida le parece la mejor que pudiera tener. El campo, los Árboles, los animales...A primer...