Repentinamente, Michael aceleró y salió a la carretera, yo estaba un tanto atónito,ante la rapidez en la que se presentaban los sucesos, pues ya había pasado de estar en la completa ignorancia a saberlo prácticamente todo acerca del asesinato. Se ve que este no iba a ser un caso de exhaustiva investigación, como yo creía, sino que nos limitaríamos a buscar a Frank Illamy.
—¿Dónde vamos?
—Donde está escondido el Guggabesh
—¿Cómo?
—Sí, después te lo explico, ahora tenemos que darnos prisa, hemos perdido mucho tiempoViajeros en el tiempo, asesinato, plagio, atraco... Todo rondaba en mi cabeza desordenadamente, sin saber a veces siquiera lo que estaba ocurriendo. No era un sueño, como el lector ahora puede creer, y prometo que no le decepcionaré con un final como el de Alicia en el país de las maravillas o Perdidos. Porque esto que estoy relatando era la más pura realidad.
Llegamos a una casa abandonada, en concreto, una mansión. Que tiempo atrás debió haber sido una lujosa vivienda. Estaba camuflada entre frondosos árboles, y lo único que la hacía localizable era la oxidada verja de hierro que había en la entrada. Pasamos y, en cuanto entramos, miré alrededor mío sorprendido, jamás me había sentido tan tocado por la naturaleza, esa casa desprendía un Aura que me hacía sentir una sensación extraña de paz.
Entramos en la mansión. Su aspecto era como se esperaba, llena de polvo, con algunos muebles viejos, y algún que otro cuadro antiguo. Pasamos a lo que parecía el salón, en el cual habían dos sillones de terciopelo rojo y una gran estantería con libros de toda clase, desde enciclopedias, hasta guías de viajes, pasando por novelas policíacas de primera edición de Agatha Christie, y versiones en francés de Julio Verne. Todo un tesoro para un coleccionista.
Pasamos al pasillo, y al final había una puerta, esta tenía dos cerraduras, Michael cogió dos llaves y las introdujo
—¡Está abierta!
Al abrirla, habían unas escaleras de madera que llevaban a una sala oscurísima, que debía de ser el sótano. Él bajó corriendo y yo, por puro instinto, pese a que no entendía nada, bajé también.
La vista solo apreciaba un manto negro, sin objetos diferenciables, hasta que Michael apretó a un interruptor y se hizo la luz. La escena de este momento es crucial para la historia, así que, aunque mis palabras no sean totalmente precisas, ruego al lector que se esfuerce en hacerse una clara imagen del objeto que había allí abajo. No era una máquina de torturas, ni droga, como pueden pensar algunos, tampoco era oro, pues eso resultaría demasiado descriptible, y, por si se lo preguntan, no era algo obsceno ni truculento. Lo que se encontraba, en esos instantes, delante mío, era una gran cúpula, como la de los decorativos de Navidad y la que cubrió el pueblo de Chester's milles en el libro de Stephen King, pero tenía un rasgo que la diferenciaba de las anteriores, y es que era negra, era oscura como el petróleo, de una tonalidad densa como el café. No es muy complicado imaginárselo de momento, sobretodo para lo que hayan visto Gantz. No obstante, lo que prosigue es lo inimaginable para algunos. Llegó Michael y, cogiendo un pequeño artefacto dorado que tenía guardado en el bolsillo, lo acercó a la cúpula y, una puerta se abrió. Repito, puede que para los que hayan visto Gantz no les cueste imaginarse esto, pero a otros, es posible que sí.
—¿Vamos a entrar en eso?
—No, ahora no nos interesa, la puerta estaba abierta, por lo que había pensado que a lo mejor Frank estaba aquí, pero no.De repente, se empezaron a oír unos pasos bajando las chirriantes escaleras de madera, a continuación, se hizo silencio, y unos instante después, otra vez los pasos, solo que corriendo y, en la dirección contraria, hacia arriba.
—¡Es él!—dijo Michael
Sin más dilación, corrimos arriba, y después salimos al jardín. Un coche salió de la puerta del garaje aceleradamente y se dirigió a la carretera.
—¡Corre! ¡Al coche!
Le hice caso y subí cual liebre en el automóvil. Iniciamos una persecución exhaustiva, y, aprovechando el momento, intenté indagar un poco más en el asunto:—¿Qué era eso que había en el sótano?
—El Guggabesh
—¿Y qué es exactamente?
—Es la máquina del tiempo de la que te hablé
—Ya entiendo
—Por si te lo preguntas, Frank se encontraba allí porque quería escapar. Abrió la puerta, pero oyó un ruido, que éramos nosotros, y cuando se asomó a ver, al darse cuenta de que la luz estaba encendida, huyó
—Sí, de eso ya me había dado cuenta—dije en tono ofendido—lo que yo pregunto, es si él sabe nuestras intenciones
—Aún no sabe quién eres, y no te ha llegado a ver, pero ya sabe que yo vengo con motivos de venganza.
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Guggabesh
Science FictionEl cine y la literatura nos han contado cosas sobre los viajes en el tiempo, pero el único atisbo de verdad que podemos tener sobre estos está en el Guggabesh. He pensado en llevar esta historia a alguna editorial que la publique, pero tras meditarl...