Capitulo 1

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Nahomi sabia que quería a ese muchachito delgado, que mas de una vez se había quedado sin comer por darle lo que su madre le había preparado para llevar.

-No tengo hambre- Mentía Thosiro, cuando veía que la niña apenas si tenía dos o tres galletitas para pasar el mediodía–. Te dejo mi vianda –y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora de regreso a las aulas, para que Nahomi no tuviera vergüenza de devorar la ración.

Nahomi poblaba el corazón de Toshiro. Se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella. Pero ese futuro quedaba tan lejos aún... 

El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano, que llegó puntualmente el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares. Y con la misma intensidad con que otras veces habían esperado sus soleadas mañanas, ese año los ensombreció a los dos: ni Nahomi ni Toshiro deseaban que empezara.

 Su comienzo significaba que tendrían que dejar de verse durante un mes y medio inacabable. A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos una de la otra, sus familias no se conocían. Ni siquiera tenían entonces la posibilidad de encontrarse en alguna visita. Había que esperar pacientemente la reanudación de las clases. 

Acabó junio, y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque... Se fue julio, y Nahomi arrancó contenta la hoja del almanaque... Y aunque no lo supieran: "¡Por fin llegó agosto!", pensaron los dos al mismo tiempo.

 Fue justamente el primero de ese mes cuando Toshiro viajó, junto a sus padres, hacia la aldea de Miyashima. Iban a pasar una semana. Allí vivían los abuelos, dos ceramistas que veían apilarse vasijas en todos los rincones de su local.

 Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con la misma dedicación de otras épocas. –Para cuando termine la guerra... –decía el abuelo. 

–Todo acaba algún día... –comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro sentía que la paz debía de ser algo muy hermoso, porque los ojos de su madre parecían aclararse fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra, tal como a él se le aclaraban los suyos cuando recordaba a Nahomi.

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