Un sonido insoportable resonaba por toda la habitación.
Lunes, ¿por qué? No creo haber hecho algo tan malo en otra vida para merecerme esto.
Saqué mi mano de debajo de la almohada, alcancé el despertador, enfoqué la mirada y vi que aún faltaban quince minutos. Entonces, ¿qué era ese sonido? Rasqué mi nuca girando la cabeza hacia la ventana. Claro. Allí estaba ella, sentada en la cama, aún cubierta por las mantas. Siempre se quedaba mirando la habitación unos minutos antes de levantarse, supongo que intentando mentalizarse de dejar la cama.
— Me muero. — Gritó quejándose mientras se tiraba sobre la cama de nuevo. No pude evitar reírme. Era graciosa incluso sin intentarlo. Seguí cada uno de sus movimientos por la habitación. No sé por qué las chicas se quejaban de su aspecto por las mañanas. No están tan mal. Bueno, ella no estaba tan mal, incluso se veía adorable con aquel pelo apuntando hacia varias direcciones.
Pip, pip, pip, pip, pip, pip. ¿Qué...? MIERDA. MIERDA. MIERDA. Y MÁS MIERDA. Está mirando hacia aquí. Me levanté corriendo de la cama, resbalando en el frío suelo, derrapando hasta poner una mano sobre el botón superior del aparato infernal. Mi pecho subía y bajaba frenéticamente. Volví mi mirada a la ventana. Ya no estaba.
Pasé una mano por mi pelo desordenado. Estaba en boxers y con legañas. Sí, un gran paso para mi en nuestra relación inexistente. No creo que nadie dudara que soy un genio.
Preparaba mi pelo frente al espejo mientras ella intentaba hacer entrar sus pies en las botas sentada en la cama. Nunca desabrochaba los cordones de la bota, normal que aquello le costará los últimos minutos antes de ir al instiuto. Ya preparado bajé las escaleras del porche dando pequeños saltos. Ella siempre iba unos metros delante de mi, sola, caminando, con la música sonando en sus oídos.
¿Cuánto tiempo estuve pensando en ofrecerme a llevarla? Y cuando, por fin, lo hice ni si quiera me miró, claro, hasta que una rafaga de aire hizo volar su pelo no pude darme cuenta de los auriculares en sus orejas.
Una vez habiendo aparcado el citroën fui al encuentro de Ryan, apoyado en uno de los árboles esparcidos por la entrada.
— Hey
— Um
— ¿Te das cuenta de lo apasionantes que son siempre nuestras conversaciones? — lo miré incrédulo. Él solo puso sus ojos en blanco. "Caso perdido", casi podía oírle decir. — Mira, ahí viene la Señorita Katniss Everdeen. — Puso su mano en su nuca mientras me miraba desconcertado por el rápido golpe. — ¿A qué ha venido eso? Estoy más que seguro de que ella aprobaría ese apodo.
— Cállate. — dije mirándola caminar por el pavimento hasta apoyarse en el pasamanos de las escaleras de entrada. Miraba su móvil y movía ágilmente sus dedos por la pantalla táctil. Siempre hacía ese tipo de cosas para hacer ver que no se aburría esperando.
— ¿Cuándo le vas a decir algo, tío? Con suerte es el único humano en diez kilómetros a la redonda que no se da cuenta de cómo la miras. — De repente Sky entró en la escena, Sky era una morena de pelo totalmente liso, algo bajita, de ojos ámbar. La amiga de ____ desde el día que puso un pie en la escuela y la secuestro apartándola de todos los demás. Quizás es ella la responsable de que ahora mismo me encuentre en esta situación. Era como el chicle en un zapato, cada vez que miras hacia ____ allí está Sky. Escalofriante.
Timbre de entrada. La vida no es tan interesante como para sufrir todas estas cosas.
Las horas pasaron lentas, lentas y aburridas. Si se lo preguntan, no, _____ y yo no estamos en la misma clase. Solo compartimos una, y esa es música. Punto para mi y para ese Michael Jackson que tengo dentro de mi. Pero hoy no tocaba música.
Llegada la hora del recreo me dirigí a la biblioteca seguido de Ryan, Chaz, Nolan y Mitch. La mayoría pensará "¿A la biblioteca?". Sí, biblioteca, que por lo general estaba siempre llena, ya que los estudiantes del Norhwester Secundary School nunca hacen sus deberes cuando se les mandan. Y porque no puedo descuidar mi trabajo como acosador, espía, encargado de proteger los intereses y salud de ____ Tosa.
Ella siempre se sentaba en una de las mesas del centro de la sala, rodeada por los mismos compañeros de curso cada día, de los que solo conocía a Sky y a Miles. Su mesa siempre era el centro de atención de toda la sala, todos estaban atentos de lo que decía o hacía para poder reírse también. Aún recuerdo aquel día que cerró la boca a uno de segundo curso.
"— Los juegos del hambre son una mierda. — Se escuchó decir alto y claro. Yo miré directamente a ____. Todos en su mesa lo hacían. Ella estaba tan enfrascada en su lectura que saltó como un resorte al escuchar aquellas palabras.
— ¿Qué has dicho? — A ella no le hacía falta levantar la voz para dar un miedo absoluto, solo era esa mirada. Esa mirada que tenía impreso "tú, pedazo de mierda". Todo el mundo era espectador de la escena.
— Uh, esto no va a ser bueno. — Oí susurrar a Ryan apoyándose en mi hombro. Por un minuto me vi en la obligación de intervenir pero fui cortado en el momento en que abría la boca.
— Nada, nada. — Respondió el pequeño chico, con tono de diversión en su voz. Todas las miradas estaban expectantes, esperando, cuál sería el siguiente paso de ____.
— ¿En serio? Desde aquí no se escuchó como un "nada". Vamos, vuelve a decirlo.
— En realidad era una broma, a mi me gustan también, son como Minecraft, ¿no? — Me reí desde mi posición, había cabado su propia tumba, lo que ella llevaba peor era soportar a los imbéciles.
— ¿Qué mierda estás diciendo? — El sonido de su risa llenó todo el espacio. — Por Dios, hazle un favor a tu boca y desconéctala de tu cerebro. Ya está, tranquilo, no pienses más, tranquilo, no vaya a darte una neurisma. — La habitación entera estalló en risas mientras los fans de la saga la miraban con admiración."
Terminado el recreo todos corrimos a clase.
Horas, minutos, incontables minutos. No sé cuántos, sólo sé que mi cerebro estaba hecho papilla. El timbre de salida desataba una manada de ñús corriendo por los pasillos, pidiendo un poco de aire. Ya fuera del edificio, la escuché.
— Ay, por Dios. Mi casa. Mi bendita y preciosa casa. — Corría bajando las escaleras. — Creo que nunca seré capaz de dejar de decirle a mi cama cuánto la quiero.
— Ajá ____. Hasta Mañana — dijo Sky poniendo los ojos en blanco mientras levantaba la mano en forma de despedida.
— Casa. — Volvió a repetir ____. Me reí solo ya frente a mi coche, quien me viese podría pensar perfectamente que era un loco.
Tirado sobre mi cama, lanzando un balón de goma espuma hacia al techo y recogiéndolo acto seguido, escuché un fuerte portazo. Perdí la concentración, la pelota cayó, casi me muero de un infarto. Cuánto desastre.
Miré por la ventana, hasta verla allí, dejándose caer sobre el colchón, poniéndose en el borde de este. Lágrimas y más lágrimas rodaban por su cara. Eso no era bueno. Me sentí infeliz de ni si quiera ser su amigo para ofrecer un poco de apoyo. Mentiría si dijese que nunca la había visto así, ocurría con más frecuencia de lo que me gustaría. ¿Y qué hacía yo? Nada. Cobarde, eso es lo que era, soy, y seré siempre.