A veces me siento sola, a pesar de estar rodeada de personas. A veces siento que nadie está ahí para mi aún que yo si esté para ellos, pero en realidad, nunca digo nada.
Nadie sabe realmente cuando estoy bien, pero todos notan cuando algo muy malo me pasa, aún así, no siempre se dan cuenta. Las personas que más aprecio son las que más daño me hacen, las que dejan que me duelan las heridas por no insistir en preguntar. Nadie realmente me ha visto llorar, pero todos me han visto triste.
Nadie realmente sabe cuanto daño me hace vivir, cuanto daño me hace pensar o cuanto daño e hace enamorarme e incluso amar. Nadie ha entendido aún como funciona mi cerebro, ni siquiera yo.
A veces quiero irme de este mundo y comienzo a planear las cosas. Hay miles de cartas de despedida escondidas en mis escritos y hay miles de razones por las que las sigo escribiendo. He encontrado todas las formas posibles de hacerlo y sin embargo siempre hay algo que me detiene. Aún así, con cada batalla miro fijamente las opciones en mi mesa y siempre pienso ¿Realmente vale la pena irme sin pelear?
No lo vale. Las personas que me quieren no lo merecen, yo tampoco lo merezco, no aún. El momento para todo va a llegar y si, vale la pena esperar.
Ahí es cuando pienso que la vida es corta para arrepentirse, pero hay un largo camino por delante y es mejor no pensar tanto.
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Mente en blanco, hoja en blanco
RandomNo se que escribir así que escribo lo primero que se me viene a la cabeza, sin esquemas, ni capítulos continuados, lo primero que aparece en mi cabeza. Sé que no es lo que suelo escribir, pero espero que les guste. Atentamente: Adriana.
