Parte 4: U.T.I./Día 49

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Así es desde que me mudé, muchos cambios, muchas emociones y el manifiesto de esa etapa de la vida llamada adolescencia, nunca lo ves tan dramático hasta que te toca vivirlo. Ese es el momento en el que todos te dicen que eres fuerte y que no sufres tanto los cambios, cuando inventas esa excusa para no decirle a todos que odias a tus padres y solamente dices "No tengo independencia económica así que los tengo que seguir a donde vallan". Ese es exactamente el día 49, cuando dices que todo está bien, pero por la noche, cuando te vas al baño a cepillar tus dientes y dormir, en ese lugar tan cotidiano es cuando te quiebras y te miras en el espejo.

Los ojos rojos y las lágrimas que no te dejan ver, porque si gente, uno no llora como en las películas, uno se rompe y no hay maquillaje que pueda cubrir eso, entonces vas y dices un "Buenas noches" en voz baja y tu padre recibe una llamada, lo necesitan en el hospital, así que te da un beso de buenas noches en la oscuridad y no distingue tus ojos rojizos. 

Cuando él se va y tu mamá está mirando televisión para esperarlo es cuando sacas tu diario digital y escribes esto, el momento en el que realmente notas que te quebraste y que quieres volver el tiempo atrás o tomar un avión, el momento en el que quieres gritar un "Odio" precedido por un "te" o un "me" o incluso por un "los", en el que quieres decir lo que sientes a tus padres que siempre han sido tu apoyo y tu confianza, pero decides callar, porque hay cosas más importantes que esa ahora.

Como por ejemplo ese hombre que tiene las arterias del corazón tapadas por haber dedicado sus sesenta y tantos a fumar y beber como si no hubiera un mañana, a comer carne grasosa y a meterse en negocios más oscuros que su propia sombra. O como esa pobre mujer que ocupa la cama dos de la U.T.I. que dirige tu papá, esa señora que nunca, pero nunca en sus noventa y tantos ha estado ligada a nada dañino, pero está mal, porque la edad influye en su estado, su espalda ya no es la misma curvada debajo y lineal por arriba que atraía a su difunto esposo, ni su piel es la misma, ni suave, ni estirada luego de los cinco hijos que trajo al mundo luego de que su juventud terminara con esa primera niña de ojos azules que creció para ser abogada y cuidar de su madre.

Esas dos almas tan distintas, uno en la cama uno y la otra en la dos, ambos en el mismo espacio físico, peleando entre la vida y la muerte, uno irá al infierno y otro al cielo, eso nunca lo sabremos, tal vez su dios les tenga piedad o tal vez prefieran seguir disfrutando de las curvas, pero a lo que llegan es indistinto, porque esa mujer, de noventa y tantos a la que le falta tanto por vivir, a su vez, ya hizo su vida, por lo que no hay vuelta atrás, pero ese hombre de sesenta y muchos, vivió sus excesos y ya vivió su vida en poco tiempo, pero la pregunta es, ¿Morirá feliz?

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Espero que les haya gusta este capítulo con un poco más de seriedad, pero quiero dejar en claro que estos dos casos son construcciones de cosas que nos cuenta mi padre, es decir no son verídicos, A no ser...


Mente en blanco, hoja en blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora