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Tengo miedo.
Te lo entrego así de simple, así de sencillo, en bandeja de plata, como sentimiento flotante común y corriente, yo tengo miedo.
Pero esa no es probablemente la parte importante que estas letras en imprenta intentan narrarte.
La parte importante llega cuando te digo que no solo tengo miedo sino que yo, te tengo miedo.
Te tengo miedo desde aquel mismo verano que te vi por primera vez, midiéndome y al mismo tiempo evitándome.
Te tengo miedo porque desde el día uno guardé tu aroma entre tantos aromas que rodeaban el verde campus.
Te tengo miedo porque te dejé entrar a mi vida sin pensarlo más de tres veces (querida, yo las pienso unas mil).
Te tengo miedo porque aquella tarde, encerradas en una cabina de música, jalé del cuello de tu camisa y probé de la manzana prohibida cuando yo era la manzana prohibida de alguien más. Te tengo miedo porque nunca me arrepentí.
Te tengo miedo porque tu corazón latía y probablemente late por alguien más, te tengo miedo porque me queda claro que lo nuestro nunca sería nada.
Te tengo miedo porque me cerraste la puerta del honor de estar a tu lado una tarde fría sin mensaje alguno, solo una clara imagen de que tu camino no estaba interesado en permanecer junto al mío.
Te tengo miedo porque hoy, luego de tanto tiempo, decidiste abrir la puerta una vez más.
Estás secando mis lagrimas.
¿Por qué?
Estoy escribiendo después de mucho tiempo, me sirves de inspiración a algo que entre tanta ceguera sentía que no sería capaz de retomar.
¿Por qué?

High (diario)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora