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Las calles más grises, de lo que mi memoria podía recordar, invadían mi corazón, un sabor amargo por el cigarro que, Sanji, me había invitado, se estaba yendo, pero el dolor era el mismo o incluso se había intensificado más como el olor penetrante del humo.

Yo no soy así, jamás fui así e incluso jamás pensé que algo como esto pudiera pasarme, pero desde la muerte de mi hermano, las cosas cambiaron a un gris hiriente que lastimaba con cada respiración.

Nami es la chica que más me ha estado ayudando en estos momentos, en una de sus tantas locas ideas intentó meterme a clases de baile, según esto me ayudaría a olvidarme del dolor que siento o simplemente para distraerme con cualquier torpe paso que haga y a pesar de que ya llevó un tiempo intentándolo no he visto mucho cambio en mi actitud aunque sí en mi cuerpo, ya no es tan enfermo y débil como lo era hace dos meses.

Sí. Llevaba ese mismo tiempo yendo a esas fastidiosas clases y a veces me era divertido porque los chicos o chicas con las que convivía me eran agradables (no todo el tiempo), ya después de haber pasado todo ese tiempo con ellos, me habían invitado para dentro de dos semanas a presentarme en un teatro, uno realmente grande y famoso en el centro de la ciudad para bailar junto a ellos, claro que lo acepté, de alguna manera vergonzosa me parecía interesante y me emocionaba pensar que bailaría en frente de muchas persona. Creo que en estos meses me he dado cuenta que el baile es algo que va conmigo.
— Buenos días, Luffy. — Una de mis compañeras me saludó al verme entrar y tirar mi mochila por ahí.
     — Hola, Rebecca. — Sonreí de lado y empecé a calentar.
     — ¡Oh! ¿Sabías que un chico nuevo vendrá hoy? — Se dirigió hacia mí con lentitud.
     — ¿En serio?, pero si estamos a dos semanas del evento. —Estiré mis brazos hacia arriba, un ejercicio de calentamiento con el que siempre empezaba.
     — Es en serio, si no me crees pregúntale a Robin. — Me señaló a la chica de la esquina con la que ya había intercambiado unas cuantas palabras. Chica Rusa.
     — Está bien, te creo. — Empecé a hacer lo básico, girar mi cabeza y mis caderas.
     — Además creo que podrías aprovechar y conocer a alguien más que no sea a mí. — Dijo golpeando suavemente mi hombro de forma amistosa a lo que le hice un gesto de no tener muchos amigos y ella se puso nerviosa. Era la única chica que me hablaba y aun así la trataba a veces mal.
     — No lo necesito, estoy bien con los amigos que tengo. — Le pellizqué su nariz y empecé a reír al ver sus mejillas rojas y sus chillidos de niña pequeña. Después de aquello seguimos como si nada hubiera pasado, estirándonos antes de que la maestra diera inicios a la clase. Cuando estábamos a dos minutos de empezar, la puerta se abrió para dar paso a un chico muy alto, de cuerpo hermoso, cabello verde y brilloso, aretes color oro y un ojo esmeralda que no dejaban que dieras un movimiento en falso antes de matarte de amor, y al final una cicatriz que surcaba su ojo izquierdo, haciéndolo ver tan rudo y sexy. Me daba un cierto aire de rudeza que... en ese momento me volvió otra persona, una que volvía a sus años de antes donde el peligro era una aventura maravillosa, y aquel chico tenía ese tipo de letrero.
     — Perdón por la tardanza. — Se disculpó de manera fría hacia la maestra, pero con una pose algo rara para mí. Inclinando su cuerpo hacia adelante.
     — Entonces tú eres Roronoa ¿eh? — La maestra se acercó a él y le dio un leve golpe en la cabeza.  — Para ser japonés no hablas mal el español. — Empezó a reírse un poco y se dirigió a la clase. — Bien, empecemos de una vez que este evento no se hará solo.

Cada quién se acomodó en su lugar, pero mis ojos no dejaban de ver a aquel chico de cabellera llamativa. Aun cuando empezaba a bailar al lado de Rebecca no dejaba de mirarle.
     — ¿Te ha gustado? — Me susurró bajito cuando nuestros cuerpos se juntaron.
    — ¿Quién? — Dije nervioso al ver que mi mirada no era tan discreta como había pensando.
     — No te hagas tonto, Luffy. — Dejó de hablar al ver que la maestra nos tomaba su absoluta atención, duramos callados así hasta que su mirada se distrajo con una bailarina que hacía pasos torpes con su pareja. — Aquel chico que llegó tarde y ahora está calentando. — Me sonrió de lado.
     — Roronoa. — Dije sonriendo bobo. — Bueno, tiene un buen cuerpo. — Estábamos por reírnos, pero nos aguantamos las ganas o recibiríamos un castigo severo de parte de la maestra.
     — Sí, lo tiene. — Sus manos se movían ágiles y sutiles por el aire y su pelo se movía al compás de mis movimientos. Cuando estábamos en la parte de dar vueltas, mis ojos se dirigieron a los del peliverde que por mala suerte me estaba mirando. Con mi vergüenza y las mejillas de color rojo, di un mal paso y me caí en lleno al piso haciendo que todos los presentes voltearan a verme.
     — ¡Luffy! — Gritó mi compañera hincándose hacia mí, como si hubiera recibido un golpe mortal y ahora estuviera diciendo mis últimas palabras
     — ¿Estás bien? — Ahora, Monet, se había acercado para verme. Me senté en el piso y puse mi mano en la nuca mientras les sonreía a todos.
     — Sí, gracias, estoy bien. — Dije avergonzado porque Roronoa, no dejaba de verme.
     — ¿No te duele nada? — La maestra me dio su mano para ayudarme a levantar, acepté aquel gesto y me paré sin problemas.
     — No, todo perfecto.
     — Por esto chicos, es bueno hacer un buen calentamiento.   ̶  Después de soltar mi mano me sonrió de lado. — Ve a la banca, tal vez mañana ensayes. — La banca para ella era mi casa, odiaba regresar tan temprano a ella y más cuando no había nadie. Después de aquello se fue a hablar con Rebecca. Yo con toda la vergüenza del mundo me dirigía a mi mochila que no estaba tan lejos del de aquel chico nuevo.

El Arcoíris Que Se Disfraza De Lluvia 🌙ZoLu🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora