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— Es un gusto, Zoro. — Guardé las lágrimas para otra ocasión y extendí mi mano, como si no lo conociera, como si realmente nunca me hubiera gustado.
     — Digo lo mismo, Monkey D. Luffy. — El tono de su voz me estremeció, tan profunda y provocadora como la primera vez. Empezaba a odiarlo, por seducirme de esta manera tan inconsciente y atrevida.

¿Por qué tenían que gustarme chicos heterosexuales? Y lo peor, chicos como él, que son una joya que no encuentra cualquiera.
— ¿Lo conoces? — Me miró incrédula y le sonreí. Yo tratando de hacer que no lo conocía y echa a perder mis intenciones.
     — Algo así. — Respondió Zoro, dándole una palmada en la espalda, más como un amigo que como un novio. — Lo conocí en mis clases de baile.
     — Horororo, ya veo, entonces van a la misma ¿eh? — Tomó su mano y entrelazó sus dedos con los de aquel chico de pelo verde. Jamás me había sentido tan decepcionado como ahora, incluso sucio porque, aún viéndolos juntos, quería que ese chico fuera mío. — Entonces también bailaras en el centro, estoy ansiosa por verte ahí. — Posó su mano libre en el brazo de Zoro, sonrió demasiado grande y sus ojos... Ni hablar de ellos, ni hablar de esos ojos que te decían lo feliz que era; y entendí que realmente estaba enamorada, estaba perdida por aquel chico y yo no podía interferir en eso, porque yo no era parte de aquello. No podía ser parte de una vida llena de amor, ni si quiera podía desearlo.
     — Bueno, los dejo, tengo que... Hacer cosas. — Me despedí con un gesto que, oraba porque se viera creible.
     — ¿Tan rápido? — Perona tomó mi mano y me sentí avergonzado por pensar en tratarla mal por un momento, por desquitar esta impotencia con ella o por haberme quitado lo que quería, tal vez le hubiera dicho: "Es que yo lo ví primero", pero sería muy descarado decir una mentira.
     — Sí, mi padre llega temprano a casa y... Quiere vernos sanos y salvos en la sala. — Alejé su mano de forma suave, para empezar a dar pasos hacia otra dirección. — Si no estamos, empezará a llamar a las fuerzas armadas para buscarnos. — Bromeé aunque sabía que eso era verdad, papá se ha vuelto paranoico con la muerte de Ace.
     — Bueno, saluda a Dragon de mi parte. — Hizo un ademán de despedida y me dedicó una sonrisa, devolví el gesto y antes de irme miré los ojos de Zoro y me fui sin decir más.

Ya caminando y estando lejos de mi amiga y su novio, suspiré. Empecé a revolverme los cabellos y decir cosas incoherentes, no sabría decir si estaba enojado o estaba triste, pero sí sentía una gran frustración. Era raro, porque ni yo mismo entendía lo que me estaba pasando.

•••

— ¿Y ya nos vas ni si quiera a verlo?
     — No, no quiero, bueno es que sí quiero pero no debo... Ya sabes, los amigos no pueden andar con novios de sus amigos. — Llevé un bocado de carne a mí boca y dejé la comida de lado. — Es regla de oro.
      — No hables con la boca llena. — Me miró a los ojos y yo le sonreí, tragué el bocado y le saqué la lengua.
     — Lo siento, mamá. — Rodó los ojos y volvió a verme más divertido que hace unos segundos.
     — Como sea... ¿Entonces... Te rendirás?
     — Claro, si no fueran novios aún, lo conquistaría, pero ya lo son y ya no puedo hacer nada. — Me paré de la mesa para 4 personas y levanté mi plato para ir a ponerlo en el refrigerador.
     — Buen punto. — La puerta de la entrega se abrió, Sabo se paró de la silla para ir a ver a papá. Yo le seguí y fui a la puerta, encontrándome con papá abrazaba a Sabo.
     — ¿Cómo les fue? — Comentó viéndome.
     — A mí me ha ido demasiado bien, he conseguido un trabajo en una farmacia. — El rubio le ayudó a quitarle el saco a Dragon y ponerlo en el perchero.
     — Sabía que te iban a aceptar. — Lo felicitó y le dió otro abrazo amistoso y sus ojos negros se dirigieron a mí. — ¿Y a ti, qué tal te fue?
     — Mmmh... Bien, todo bien. — Dije algo nervioso, pues aunque he mejorado mintiendo, con mi padre es otra historia.
     — Su amiga le quitó al chico que le gusta.
     — ¡Sabo! — Grité con mi cara sonrojada, pues aunque mi padre sabía de mis gustos, no podía hablar de eso abiertamente con él.
     — Oh, bueno, hay más gallos en el establo. — Se acercó para abrazarme y palmear mi espalda. — Ya llegará alguien que de verdad te quiera. — Correspondí el abrazo sin ganas, me había puesto triste de nuevo y mis ojos se pusieron cristalinos. — Ja, eres igual a tu madre. — Mencionó de forma cariñosa.
     — Sí. — Susurré melancólico.
     — Bueno, ¿Qué has preparado para comer, Sabo? — Se despegó de mí y fue a la cocina.
     — Puré de papa con verduras y chuleta. — Fue tras papá para que no manoseara la comida. Yo me quedé ahí parado, en medio de la sala, secando bruscamente las lágrimas que cayeron.

El Arcoíris Que Se Disfraza De Lluvia 🌙ZoLu🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora