Te ve durmiendo al mediodía despues de que lucharas toda la noche contra tus pensamientos y finalmente conciliaras el sueño y se vuelve inevitable para él volver a enamorarse de tu fortaleza. Sonríe cálidamente al notar tu respiración expander y contraer tu pecho, en donde albergas los más dulces propósitos en tu futuro. Se acerca sigiloso y mueve unos finos mechones de cabello de tu frente para darte tu primer beso de buenos días, lo suficientemente suave para que no despiertes aún. Se escabulle en puntas de pie hasta la cocina y prepara unas tazas de café caliente para ambos, junto con algunas tostadas con mermelada de membrillo fresca de la heladera. Posiciona todo en una bonita bandeja y la carga hasta tu mesita de luz que se ubica junto a tu cama para luego arrodillarse frente al colchón donde duermes y besarte en la mejilla despacio.
"Ya es hora, querida." Murmura con su voz ronca, embriagada en deseo.