Prólogo: Aquella noche

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06 de marzo del 2007

Es media noche, cuando un grito desgarrador arrebata a un agotado señor Watson de su sueño ligero. El padre de familia se incorpora en la cama, aturdido, solo para darse cuenta de que esos gritos pertenecen a su esposa. Angustiado, se baja de un salto y corre hacia la puerta para salir de la habitación e ir en su búsqueda.

Su corazón late a una velocidad tan exagerada que provoca un agudo dolor en su pecho, que le dificulta respirar con normalidad, más, aun así, no se detiene, hasta que se da cuenta de que corre en la dirección equivocada. Se detiene a mitad de pasillo, sintiendo como el aire que sale de sus fosas nasales quema en la comisura de sus labios, y presta más atención para intentar identificar de donde provienen los gritos. Sus ojos se amplían de manera exagerada y comienza a correr nuevamente, esta vez en la dirección correcta, esa que da hacia la habitación de su pequeña hija de un año.

—¿Qué pasó? —cuestiona, empujando la puerta y atravesando con prisa el umbral, para adentrase en la estancia.

Se paraliza por completo, y siente que su sangre se congela al ver a su esposa de rodillas en el suelo, mientras grita con dolor y abraza fuerte el cuerpecito de la bebé contra su pecho.

—¡Monstruo! Esa niña es un monstruo, ¡asesinó a mi bebé! —grita la mujer, ahogada en llanto.

El hombre entra en estado de shock, al entender que su hija, su bebé de apenas un año, está muerta. Pero lo que no logra entender, es a qué se refiere su esposa. Angustiado y confundido, recorre la habitación con la mirada, y se horroriza al ver a su hija mayor, de siete años, sosteniendo una almohada en las manos. Rápidamente en su mente comienza a formarse una idea de lo que pudo haber pasado, pero se niega a aceptarlo, simplemente no puede creerlo.

—Emely... ¿Qué ocurrió? —pregunta, alterado, mientras corre hacia ella y la toma de los antebrazos.

La pequeña niña castaña amplía los ojos al ver la manera tan brusca con la que su padre la sujeta y la extraña mirada que éste le dedica.

—Mi hermanita está en un lugar mejor. — susurra, con miedo, mientras deja caer la almohada.

Tras oírla, el hombre siente una horrible punzada de dolor en la cabeza, acompañado de un fuerte mareo que le hace perder el equilibrio, y caer sentado en el suelo.

—No, Emely... ¡No! —grita, con voz quebrada.

Se aleja de la niña, arrastrándose hacia atrás, mientras la observa con terror, hasta que choca con la cuna de la bebé. Dirige la mirada hacia su esposa, quien se encuentra a unos centímetros de él, llorando inconsolablemente, mientras abraza a su bebé fallecida. El corazón se encoge en su pecho. Duele, realmente duele.

—Déjame verla. — suplica, entre llanto, mientras extiende sus brazos.

—¡No la toques! —grita la mujer, histérica, alejando a la niña de las manos de su esposo. —. Esto es tu culpa, ¡Tu culpa!, tú dejaste que ese monstruo asesinara a mi bebé.

—Papi... ¿por qué lloran? —pregunta la niña, sin entender lo que pasa. Intenta acercarse a su padre, con intensión de abrazarlo, pero éste se aparta con brusquedad y se pone de pie. —. ¡¿Papi?!

—¿Y ahora qué hago? —se cuestiona, poniéndose de pie y tirando de su cabello con frustración, mientras camina de un lado a otro.

—¡Saca a esa niña de aquí! ¡Llévatela, no quiero verla! —gruñe, con dolor e histeria.

—¿Adónde quieres que la lleve? ¡Es mi hija! —grita, alterado.

—Cindy también lo era. —dice la mujer, antes de comenzar a llorar nuevamente, gritando a voz en cuello.

Emely, La Hermana Mayor © (Modificada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora