Susanoo

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Quizá no haya estado del todo bien, quizá sí que me he pasado, después de todo es mi hermana. Aunque, ¿quién iba a pensar que Amateratsu se asustaría tanto por ver al caballo celestial muerto? Yo desde luego no. Fue en un ataque de furia, después de que mi hermana considerase que me venció en la batalla de creación de dioses menores, en el que desgarré el cuello del sagrado animal y Amateratsu fue a esconderse a quién sabe dónde, lo cual provocó un oscurecimiento eterno en la tierra, pues a ella le fue entregado el poder del astro rey. Sumado a esto, el hecho de haber destruído su hogar y haber matado -sin querer- a una de sus doncellas, provocó que fuese expulsado del cielo.
Y aquí estoy, en una de las ciudades de la región de Izumo.
Nada más llegar a la ciudad, veo a un hombre sollozando. Me acerqué a él. Al parecer Yamata-no-Orochi mató a siete de sus ocho hijas. La última, llamada Kushinada-hime, había sobrevivido pero no sería por demasiado tiempo. Decido ayudarles a cambio de casarme con ella, pues es muy hermosa, pero antes he de pensar un plan para acabar con esa serpiente escurridiza.
Espera, ¡ya sé!.
Le tenderé una trampa de forma que quede inmovilizada y pueda cortar las ocho cabezas y colas. Estoy seguro que el sake funcionará.
Y así ha sido, en cuanto Yamata-no-Orochi quedó embadurnada del licor, pude desmembrar cada una de sus extremidades. Ya no habría nadie que pudiese arrebatarme a mi princesa. 
Un segundo.
¿Qué es eso?.
Parece una espada.
Sí, en efecto ¡es la legendaria espada Kusanagi! quizá si se la entrego a Amateratsu como ofrenda me perdone y pueda regresar a casa.
Sí, es una buena idea, por fin podré ser un dios de nuevo.

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