Baldr

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Me despierto empapado en sudor y con la respiración agitada, otra vez. De nuevo me atormentan esos sueños tan oscuros y macabros, mejor dicho pesadillas. Ya han pasado varios meses y esta situación no termina. De hecho empeora. Cada vez las imágenes son más nítidas, cada vez peores. Tanto Madre como Padre están muy preocupados por mi estado y quizá no solo ellos sino todo Asgard.
Ya no soy ese ser alegre y cándido que otorgaba luz a toda criatura cercana a mí sino uno deprimente y en opinión de otros, obstinado.
Pero ¿cómo no voy a sentirme así? La visita de Hela no hizo más que amargarnos a todos sobretodo a mí. ¿Qué es eso de que iba a morir?¿Quién querría hacerme daño? Que yo recuerde no hice mal a nadie...
Por lo que he oído los dioses se han reunido en el Gladsheim para hacer un listado de todo aquello que pudiera hacerme daño. Ja, como si hubiera pocas cosas y seres en el mundo.
Estos años se han dedicado a hacer jurar a toda criatura que no me haría mal. Tan solo el muérdago se negó a hacerlo pero nadie le ha dado importancia y yo no seré el primero.
Eso me ha dejado bastante más tranquilo. No voy a mentir. Sin embargo todavía me recorre un horrible sentimiento de mal augurio que espero sea algo sin importancia.
Han pasado ya varios años desde entonces y me he convertido en un ser intocable, nada ni nadie puede herirme y mucho menos matarme. He logrado vencer aquella profecia que antes no me dejaba dormir en paz. Todo ha vuelto a la normalidad.
Ahora me dispongo a hacer un anuncio. Lo he estado pensando hace ya varias semanas, si tienes poder, ¿por qué no demostrarlo?
En voz alta propuse a todos los dioses que me arrojaran cualquier objeto que pasase por su mente. Como yo había previsto, nada lograba siquiera tocarme. Todo el mundo me alababa. Soy todopoderoso. Intocable. Dios de dioses.
O eso es lo que creía.
Todo eso se desmoronó cuando sentí el agudo dolor proveniente de mi pecho provocado por una rama de muérdago lanzada por aquel que creía que era inferior a mí. Höðr, mi querido hermano.
Al final la profecía se ha visto cumplida.

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