-Sí, recuerdo a ese chico de la universidad, lo recuerdo bien, alto, bronceado y erguido sobre su musculatura, que resalta por los bordes de las playeras de algodón que solía utilizar-. Esa tarde mientras leía poesía contemporánea, en el parque Osborn, específicamente en una de las banquillas públicas, con las piernas cruzadas y mis lentes para la miopía, -que no eran muy útiles con las letras cursivas-, presumiendo mis tenis preferidos que me regalaron en mi cumple años pasado, con el cabello suelto, que se entrometía por ocasiones entre la fisura de mis ojos, aun húmedo por la ducha que tome antes de salir de casa y decirle a mama que iría con un amigo a pasear. La señora Margared Barens de la calle Olwors, que vivía enfrente de la cafetería Merced, paseaba su perro, que por ocurrencia decidió echar una cagada a un par de metros de mí, drenando su olor hasta mis fosas nasales. Disgustada y llena de pena por el acto, solo pude fingir una sonrisa y saludar a la vieja Barens, que asintió alzando la mano, mientras su perro Coda, rascaba el césped con sus patas traseras. Afligida y asqueada me puse de pie para buscar otro lugar donde esperar al inútil de Ris Jakey, que desde hace media hora se suponía que llegaría para ir a tomar un café a la calle Olwors, que fue donde nos conocimos durante el verano. -O, hay estas, maldito desgraciado- exclame, mientras le tendía un abrazo amistoso. -discúlpame... tuve un percance Niki, mi mama...-, Niki interrumpió con una palmada en la nuca, -ya, guarda silencio y camina, tengo ansias de tomar ese rico café-, Ris Jakey solo sonrió, pensando en su madre que enfermaba de cáncer, y en su torpe novia, que se había puesto muy irresistible como y para un café, con esos pantalones de mezclilla que ajustaban sus sexis nalgas y la blusa traslucida que dejaba ver sus pezones como una cortina que solo tienta a ser aislada del paisaje. -vamos, pequeño... ayer solías correr-, Dije con vos burlona, mientras pensaba en lo excitante que fue la noche pasada con Ris, le tome la mano y abrace su hombro rígido y musculoso, que me daba tanto calor y seguridad, dando pequeños saltos de felicidad y hablando sobre los acontecimientos de la universidad con las chicas, -censurando los comentarios sobre los chicos sexis que solemos mirar- , hablando sobre lo malo que era el viejo maestro de historia y alardeando de mas como era propio de mí. -un moca por favor, y un té para mi amiguito- sonreí a carcajadas mientras sacaba un espejo y mi pintalabios color sangría, el pequeño Ris se afligía y apenaba, así que decidí darle un beso mordiéndole los labios y sacándole un par de lágrimas. Después del café y de hablar sobre todo lo que había pasado con mi madre y la universidad, Ris decidió tomar mi mano y susurrarme al oído, que deseaba tenerme como y para lo que el deseará, me dijo que extrañaba tocar y besar mis senos, -lo cual me hizo sentir un cosquilleo en la entrepierna, y saborear el gusto de café que tenía en el paladar- , continuo besándome el cuello y acariciando mis caderas, sonriéndome y mirándome a los ojos, como si muriera por mí, tal que me deseará más que a nada y a nadie. Me hacía sentir tan excitada, poderosa y amada, este pequeñín me enloquecía, elevaba mi ego hasta la luna, y me hacía mojar los labios en el café. Me propuso ir a un lugar donde estuviéramos solos, logre ver sus ansias erectas formando un relieve excitante, lo bese y le dije que me llevara al Red Eyes de la calle Lanis Consig, el asintió y dejo en la mesa un par de dólares y se puso de pie tomando mi mano -no se diga más mi Niki-, abrazándome con tal relajación, que parecía que levitaba y no estaba en este mundo. Para ese entonces el perro de la señora Margared ladraba como loco a los niños que jugaban a la pelota, era nefasto para algunos pero...de alguna manera le daba un sabor más agradable a la isla. Una vez en el hotel, abrí la habitación mientras lo miraba, pegando mi parte trasera a su entrepierna, mientras me besaba y mordía mi cuello, avanzamos haciendo lo mismo, y la puerta se cerró a nuestras espaldas, me gire hacia enfrente y lleve mis manos a su bragueta y el botón de su pantalón, mientras me tocaba los senos y los besaba con una locura inimaginable, se podía sentir su corazón saliéndose de su pecho, su pene erecto y húmedo. De un momento a otro me despojo de mis prendas y me tiro de espaldas hacia el colchón de la cama, mis senos revotaron rígidos y excitados, lo mire mientras se quitaba los pantalones, lo vi y solo deseaba tenerlo encima de mí, le insinué que se diera prisa, abrí las piernas y él lo metió sin titubear, gemí sin querer, solo buscaba expresar lo mucho que me gustaba, dije que si una y otra vez. Rasguñaba su espalda y sentía como me mojaba entre la ficción de nuestros cuerpos, jale su cabello tratando de contener el aliento, que era más falso porque ya lo había perdido desde que el empezó a moverse con tal habilidad, lo hicimos de distintas formas, hasta que termine boca abajo, babeando y gritando porque me avía echo sentir un orgasmo como jamás lo había hecho, pude sentir el cálido abrazo del placer sexual, moje mis bragas y no creo hacerlo como ese día otra vez. -Entonces señorita Niki Flo, ¿este es su testimonio completo sobre el suicidio de Ris Jakey?- dijo el jefe de policías Ted Pichee, mientras sacaba el abanó de entre la fisura de su boca y acercaba la mirada hacia los senos de la chica, o a su rostro, no se podría definir en qué punto se concentraba. La universitaria solo aulló unos asuntos más, sobre lo acontecido, termino la relación que tenía con Ris, días después su mama murió durante una de sus quimioterapias, en el hospital Holi Deril, por lo que en su funeral no asistió. Una semana después recibió una carta de despedida, donde declamaba, que en realidad la amaba, y que para él no fue solo placer, fue un escape de su realidad, lo fue al menos hasta que lo dejo por otro joven, con dinero y un coche con el cual salir a pasear. Niki Flo salió de la comisaria del condado de Welen's Prelf, recordando el final de la nota que dejo Ris, después de ahorcarse en el patio trasero de su casa, -tal vez solo fue un café y dos noches, para ti...pero para mí, fue olvidar que mi madre moría de cáncer, amarte y mi más grande error, abandonar a mi madre por una mujer como tu.-, Niki saco un cigarrillo y lo encendió, mientras fruncía el ceño, inhalo y exhalo riéndose entre susurros -maldito Ris, sí que me dejaste un buen sabor a café hijo de puta-. Sin más se dirigió a casa, a continuar su vida, en la isla.
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La Musa Escarlata
Mystery / ThrillerEn esta obra de ficcion encontrarás: drama, terror, suspenso, enigma y última pero no menos importante erotismo. (tal ves no encuentres los finales que creas, pero tampoco será como lo imaginas, por que te vas a consumir y perder entre las fisuras d...