La última vez que hablé en persona con ella fue hace tres días. Tenía hambre y ella me invitó a comer.
- ¿Qué tal el trabajo? -preguntó Naranja al beber de su jugo.
- Uh, bien. -odio ese tema de conversación.
- ¿No has salido con alguna mujer?
- En realidad, no. -terminé de masticar mi sándwich y le miré- Por qué no mejor me cuentas cómo te fue estos días.
- Oh, bueno. -eso era todo lo que ella quería escuchar. No es por sonar sexista, pero eso es lo que todas quieren escuchar. De hecho, todo el mundo anhela escuchar eso de la persona indicada, pero algunos sabemos guardarnos nuestros problemas- Mi novia parece rara últimamente. La he visto con otra. -paré de comer.
- ¿Cómo?
- Pues me dijo que tenía que ir a ayudar a alguien, yo no desconfié. Y ese día fui a comprar algunas cosas y la vi. La vi con otra. No estaban tomadas de la mano o besándose. Sólo hablaban, pero dolió.
- ¿Por qué ella te engañaría? Seguramente, le ayudaba tal como te lo dijo. No te mortifiques por cosas que te imaginas. Preocúpate por lo que en realidad está pasando.
- ¿Ah, sí? ¿Cómo qué?
No sé como es que siempre lograba sacarme de mis casillas y lo que es peor, hacerme sentir mal por enojarme con ella.
- Nada. Olvídalo.
- ¿Tú sabes algo que yo no?
- Lo único que sé es que te trataré de pagar este almuerzo, lo antes posible. Muchas gracias.
Mientras que la última vez que hablé con ella, fue por teléfono.
- Sé que dijiste que cuando quisiera decirlo, sería demasiado tarde, pero me acaba de llamar la policía y no sé si ir. -decía hipando a través de la bocina telefónica. Cada que lloraba, Naranja tenía hipo.
- Pues ve. No perderás nada.
- ¿Qué hay de ti? ¿No me vas a acompañar?
- No puedo, pero creo que te las puedes arreglar muy bien tú sola.
- Eres una mierda de amigo.