Pesadilla de un gato

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Pasaron los años demonio se fue consiguiendo una reputación aquella ciudad en la que vivía, tanto era su reputación que los humanos lo cazaban, había hasta recompensas por atraparlo y a él eso solo lo hacía reír, con frecuencia robaba en restaurantes o casas incluso pasaba enfrente de ellos para que lo intentaran atrapar pero era imposible ya que nadie lograba tocarlo, era tan rápido que antes de que alguien tocara su cola él ya le estaba rasguñando las manos o las piernas; ni siquiera entre muchos o con redes lo podían atrapar.

- tontos humanos... -

Cada noche desde la azotea de un edificio abandonado el cual había hecho su hogar, decía aquellas palabras y se reía, pero cuando observaba la luna se ponía triste ya que aunque no lo demostrara le dolía estar solo.

Un día cuando demonio hacia su rutina de robar comida en una casa se vio obligado a salir rápido del lugar en el que estaba debido a que los humanos estaban ocupando perros para atraparlo, pero los perros lo que querían hacer era matarlo y no atraparlo; él tenía que correr por su vida y era difícil cuando toda la ciudad intentaba atraparlo.

En un descuido fue mordido por un perro en su pata izquierda trasera, la herida no fue tan profunda pero si seguía corriendo le traería varios problemas; logro esconderse en un callejón donde empezó a lamer su herida, lo tenía que hacer con demasiado cuidado ya que con cada contacto entre la lengua y su pata un gran dolor recorría su cuerpo.

Para su mala suerte ese callejón era territorio de varios gatos callejeros a los cuales ya les había robado comida en muchas ocasiones; los felinos fueron poco acercándose y antes de que el pudiera ponerse en pie ya había sido rodeado por seis de ellos, con una pata lastimada sabía que no podía hacer mucho pero tampoco dejaría que ellos lo lastimaran. Todos eran cruzas se notaba en que sus pelajes eran de color: gris, rayados, blanco con negro y también algunos cafés. El gris camino más que los demás y quedo casi enfrente de él.

- vallan miren lo que tenemos aquí si es demonio.... ¿dime gatito estas herido?

Hera Imposible ocultar el rastro de sangre que había dejado pero aun así no mostraba miedo, más bien era una expresión de superioridad.

- que, te alegras de que este herido, así tal vez tú y tu pandilla de gatos grotescos me ganen... no me hagas reír.

- ¿enserio piensas esos?, entonces que mal porque aquí y ahora te demostrare lo contrario.

Todos los gatos se lanzaron contra él se iba a mover de un brinco pero el felino se dio cuenta de que su pata no se lo permitiría, la única opción que tuvo fue combatir desde la posición en la que estaba; eso le trajo muchos problemas al igual que golpes y rasguños.

El combate no duraría mucho ya que demonio estaba cansado y adolorido, pelear contra seis con una pata lastimada era muy malo para alguien que se confiaba de su velocidad.

Estaba tirado en el piso, ya no se podía mover además de que estaba demasiado cansado, sin embargo aun con lo cansado que estaba no quitaba su expresión de burla lo cual era un gran error ya que eso molestaba a los demás.

- bien gato demonio – se acercó a el – terminare con esto.

El felino al estar tan cerca de demonio levanto su pata a la vez que saco sus garras, una sonrisa de victoria estaba en su rostro, lo cual le molestaba al pelinegro, ser derrotado era tan humillante para él, estaba tan acabado que tenía ganas de llorar pero no les daría el lujo de verlo así.

Cerro simplemente sus ojos mientras esperaba que todo acabara, sin embargo mientras más esperaba el golpe jamás paso, abrió sus ojos con lentitud y lo que pudo observar fue a una gata de pelaje blanco que lo estaba en medio de los atacantes y él; la minina lo observaba con tranquilidad pero se notaba tristeza en sus ojos los cuales eran de un color azul zafiro, no podía despegar la vista de ella quien al ver que el mostraba signos de estar consiente sonrió.