¡Viernes, viernes, viernes! Gracias viernes.
¡Vacaciones, vacaciones, vacaciones! Gracias Dios.
“Universidad, universidad, universidad… Vamos a llorar”
Sirya matando mi buen humor desde tiempos inmemoriales.
“Tenemos que pensar en la universidad”
Ya lo sabía, por fin la prepa término, tenía “Toda una vida por delante” en palabras de mi madre, ahora solo tenía que tomar la simple decisión de que haría el resto de mi vida.
Y no es mi culpa que aún no estuviera cien por ciento segura de qué haría. ¡Solo tengo diecisiete! Si Dios quiere, con suerte, cumpliría los dieciocho en diciembre.
Tenía una prima que inició dos carreras y no las termino. Hasta que por fin, a los 24, se dio cuenta de lo que realmente le gustaba. Y ver que pasar de estudiar estadística a estudiar fisioterapia es un giro de 180°.
Pero, si ella lo supo luego de dos intentos, y a esa edad ¿cómo esperan que yo decida que hacer con el resto de mi vida? Aún ni siquiera soy legalmente adulta.
¡Ni siquiera podía escoger qué cereal desayunar esta mañana!
Por ponernos a escoger cosas tan importantes a esta edad, es que encontramos a tanta gente atendiendonos con cara de culo, se los aseguro.
“Como la señora de control de estudio o la gente en los bancos…”
¡Si! Aunque en su defensa, creo que eso fue mi culpa.
Estaba hablando con Yocz que se iba a hacer manicure y se las quería pintar de rojo. Le estaba diciendo que la mayoría de las perras desalmadas se pintaban las uñas de rojo.
Cuando una aclaración de garganta llamó mi atención. Era la señora de control de estudio. ¿A que no adivinan de qué color tenía pintada las uñas? Sí, rojo.
Ya se imaginaran como me fue.
“Vives metiendo la pata, ya deberías estar acostumbrada”
Luego de un tiempo muy incomodo y cortante con la señora de control de estudios. Salí corriendo.
Ya era libre, aunque planeaba conseguir un trabajo de verano, mientras decidía qué hacer. Mañana comenzaría a buscar algo.
Me subí al autobús para dirigirme a casa. La notificación de un mensaje atrajo mi atención. Era Yocz:
“Vamos a salir. Me importa un rábano si quieres o no. Nos vemos a las 3.”
Suspire, desde lo del video salía solo si era necesario. Aunque ya había pasado la euforia inicial, quizás sí sería bueno salir.
“¡Libertad!”
Al llegar a casa subí directo a mi habitación. Me tiré en el colchón. Mi madre había pegado el grito al cielo cuando vio lo que pasó. No me castigo, pero si me dio un sermón y me dijo que me quedaría solo con el colchón hasta nuevo aviso.
Bueno, no era tan malo. Podía estar peor.
“¡No tientes tu suerte!”
Saqué mi celular. Faltaban diez para la una, podía dormir un rato antes de salir.
________
— ¡No, no, no y no! — Grité caminando en la dirección opuesta.
— ¡Si, si, si y si! — Grito Yocz a mis espaldas. — Hagarrenla.
Isaac y Russell me tomaron cada uno de un brazo. Me dieron la vuelta y se dirigieron de nuevo al local, mientras yo me retorcía como un gusano. Nada elegante de mi parte. Y les nombraba sus madres. ¡Lo siento señoras!
— Te están viendo raro. — susurró Isaac en mi oído.
Eso bastó para hacer que me detuviera. Una familia estaba del otro lado de la calle viéndome como si estuviera loca.
“Controlate, o nos llevaran al manicomio”
— Esta bien, ya. Sueltenme. — dije más calmada.
No lo hicieron. Se quedaron viendo fijamente a Yocz.
— ¿Qué? ¿Acaso ella es la jefa ahora?
— No confio en ti. Saldrás corriendo, te conozco. Vamos, entremos.
Se dirigió a la puerta y la mantuvo abierta para que los tres pudiéramos pasar.
Una vez dentro los chicos me soltaron, los susurros de las conversaciones y el ambiente musical me recibió, no sé quien lo escogía pero, tenía muy buen gusto.
Tenía que admitir que extrañaba el lugar y los frappes, aún así, mantuve la vista en el suelo. No quería que nadie me reconociera.
De seguro los empleados lo harían. Y él... ¿estaría trabajando hoy?
“Esperemos que si”
Escuché vagamente como los chicos le decían a Isaac que comprar, era su turno de pedir. Yocz y Ru se fueron a sentar. Yo me quede estática en mi lugar.
— Vamos — Dijo Isaac alzando mi rostro — Te comprare un jumbo de oreo. — Tenía su estúpida sonrisa radiante en la cara.
“Maldición, él sabe que nadie se resiste a esa sonrisa… Y que nosotras no podemos decirle que no al jumbo de oreo”
Él ladeó su cabeza, era algo que hacía siempre que quería una respuesta afirmativa. Estaba segura de que él no era consciente de ese pequeño gesto.
— Bien, pero también quiero un brownie.
Si tenía que hacer esto, sacaría ventaja y ¿qué mejor que el chocolate?
“¡Esa es mi chica!”
El asintió sonriendo y me dio un pequeño empujoncito hacia la caja. Camine, y por el rabillo del ojo pude ver que nadie me prestaba atención, suspire aliviada. Ya podía relajarme.
“¡Al fin! Ya me hacía falta mi dosis de chocolate semanal”
Aunque no me relaje del todo. Disimuladamente mire en todas las direcciones, buscandolo. Pero no lo veía por ninguna parte, quizás esta libre hoy.
Descarté rápidamente la punzada de decepción que se instaló en mí. De todas maneras no es como si fuera a hablarle.
De lo que sí me percaté, fue de la chica de la caja, cada cierto tiempo miraba a Isaac. Él no se percataba por estar metido en su teléfono.
La sonrisa del gato de Alicia crecía en mi rostro.
“¡Oh si! Todos hagan sus apuestas ¡Tenemos un nuevo reto señores!”
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Vomitando Corazones #VzlaAwards2017
Короткий рассказTodos sabemos que el enamoramiento tiene síntomas: El corazón late rápido, las manos te sudan, no puedes pensar con claridad y el más común y popular de todos, mariposas en el estomago. ¿Qué pasaría si no sólo sintieras mariposas? ¿Y si el síntoma...