I: Meeting

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-¿Qué...carajo?

Dije tan solo y sentí el empujón, quité el cinturón de seguridad de mi regazo mientras los limpiaparabrisas continuaban yendo de un lado a otro y emitían ese rechinido que tanto detesto.

Con el ceño fruncido y maldiciendo entre dientes encendí las intermitentes y abrí la puerta de mi camioneta para salir; fue un regalo de mis padres cuando cumplí veintiuno, casi no la uso pues mi hermano me lleva a todos lados, pero cuando lo hago no quiero que ni el viento la toque, lástima que una lluvia torrencial sea la que arruina sus vidrios y espejos recién lavados, lástima que un idiota la haya chocado.

-¡¿Pero qué te pasa imbécil?! ¡Es una maldita Audi, hijo de perra!

No le tomó ni dos segundos al aguacero empaparme completamente.

El tipo dio un portazo y su polo azul marino se pegó a su cuerpo en cuanto el agua lo tocó.

-¿Disculpa? -frunció el ceño hacía mi dirección- ¡La mía es una BMW! ¡Es más cara que la tuya!

Me reí estruendosa y sarcásticamente. 

-¡Eso quisieras! -tenía que gritar pues las diez mil gotas que caían a mi alrededor sofocaban mi voz. -¡BMW es una basura porque ni sus estúpidos frenos sirven por lo que veo!

-¡Yo no fui el que se pasó el rojo!

-¡No estaba en rojo maldito!

-¡¿Quieres dejar de faltarme el respeto?! ¡Yo no te lo he faltado a ti!

-¡Me lo faltaste en el momento en el que chocaste mi camioneta!

Él extendió ambas palmas de sus manos hacía mi, tratando de apaciguarme.

-¡Por favor, detente! -se acercó un poco a mi- mira, si quieres podemos arreglar esto sin llamar a la aseguradora ni a ningún oficial de tránsito...

¿Me volví loca o acaso su mirada es cansada? Normalmente me importaría un carajo... pero, por alguna razón me sentí mal por él. Asentí, mientras me dirigía de nuevo a mi bebé recién golpeada.

Avancé varios metros viéndolo a través del espejo retrovisor cada cinco segundos para que no se escapara. No lo hizo. Me siguió hasta medio boulevard después hasta una cafetería que tenía a algunas personas refugiándose dentro.

Bajé de la camioneta y entré al lugar mientras él continuaba estacionando su auto. En aquel lugar sólo había una señora mayor y una chica atendiendo, ambas vueltas locas tratando de hallar la forma de mantenerlos contentos a todos, limpiando aquí y allá, tomando ordenes y preparándolas, cobrando en la caja registradora y sin embargo sonriendo a cada instante, debe ser una basura.

-¿Puedo sentarme? -preguntó aquel hombre sacándome de mi laguna mental

Asentí.

Considero que verlo bajo la lluvia es un contexto muy diferente a como lo hago ahora, aquí puedo apreciar la forma en la que su polo se había adherido a sus hombros anchos y a su espalda, la forma en la que sus mechones de pelo recorrían su frente de la manera más sensual posible, con pequeñas gotas escurriendo de las puntas.

Cerré mi puño y recargué mi rostro en el, expectante a lo que sea que él vaya a decir. Lo miré curiosamente y sin pudor alguno, sus ojos eran de un azul oceánico hipnotizante, su barba de una semana lo hacía lucir endemoniadamente caliente, en ese momento colocó sus manos sobre la mesa y las entrelazo con sus dedos, dedos largos y firmes; en el pulgar de la mano izquierda tenía un anillo plateado con algo grabado en el que no logré distinguir, en el dedo anular de la otra mano tenía otro, pero este no tenía nada en especial, era simple.

-Tengo que empezar pidiéndote una disculpa -soltó interrumpiendo mi escaneo- mi comportamiento fue... -negó- inaceptable, es solo que... -dudó y volvió a negar, para después agachar la mirada- yo me encargaré de los daños que le cause a tu Audi, ya vi el golpe y está bajo control.

-Es bueno saberlo, te lo agradezco. -dije sin quitarle los ojos de encima 

-Bueno, eh... ¿quieres que vaya a tu casa o...?

-Pues a decir verdad preferiría que fuera en cualquier otro sitio.

-¿Te parece mi casa? -me miró

-Si no tienes problema, si.

-Bien -asintió- ¡Disculpa! ¿Podrías prestarme tu libreta y el bolígrafo por un momento por favor? -le dijo a la chica que atendía

-Claro -respondió tendiéndole las cosas

Él garabateo rápidamente y arrancó la pequeña hoja de la libretilla.

-Gracias -sonrió devolviendole las cosas.

Ella sonrió y se fue. Después él me miró y me extendió la pequeña hoja.

-Ve cuando quieras pasadas las cuatro, normalmente casi siempre estoy solo, así que o soy yo el que atiende la puerta o tal vez mi hermano, pero eso es raro, así que con algo de suerte no pase.

-Bien, gracias.

Sonrió.

-Hasta entonces.

Y se fue como llegó, de repente. Y sin decirme su nombre.

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