Contigo.

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Gintoki corría. Corría y no pensaba parar hasta llegar a donde tenía que llegar.

Era un idiota, un completo idiota.

El aire empezaba a faltarle, correr como si no hubiera un mañana y el tener los nervios a flor de piel no le ayudaban.

¿Por qué no le dijo?, ¿por qué no lo llamó? Mierda, nunca escucha, nunca.

El hombre de yukata blanca y bokuto* en mano tenía una expresión que pocas veces había tenido. Terror.

Llegó al lugar y observó de prisa a su alrededor, ¿dónde estaba? ¡Maldita sea, dónde estaba!

Veía a personas levantar cadáveres, enfermeras encargándose de heridos tirados en el suelo, una vista que lamentablemente le traía recuerdos lejanos. Él estaba ahí y eso no le gustaba nada, él estaba entre toda esa sangre y eso le gustaba todavía menos.

"Está vivo. Está bien" se seguía repitiendo, pero más caminaba y más cuerpos sin vida veía. El pánico se hizo presente.

Un montón de posibilidades, una peor que la anterior le pasaban por la cabeza mientras que seguía avanzando un pie a la vez. Recordó la muerte, recordó el dolor, el olor de la sangre y el acero mezclado, recordó las caras de sus compañeros agonizando sin que él pudiera hacer nada. No podía ocurrir lo mismo con él, no podía. No a Hijikata.

No a Hijikata.

Si algo le había pasado, si el idiota acababa mal sólo por ser tan testarudo, él...

Entonces lo vio.

Allí estaba él. Ahí estaba Hijikata. Y estaba vivo.

Gintoki sintió que de nuevo el mundo tenía sentido, que otra vez el planeta giraba, que su corazón latía y la respiración le volvía a ser una tarea involuntaria.

Hijikata estaba tendido en el piso con bastante sangre, varias heridas. Apenas sostenía los ojos entre abiertos, lo suficiente como para que Gintoki y él hicieran contacto visual. Sí, estaba en muy malas condiciones, el peliplata sabía por experiencia que una lucha con el Harusame nunca acababa bien, pero el hombre estaba vivo. El miedo en la cara del samurái desapareció momentáneamente.

En la sala del hospital estaban dos hombres sentados uno al lado del otro, uno castaño con una curiosa máscara de dormir y una sustancia dudosa saliendo de su boca, apenas "sentado" en una de las sillas.

El otro hojeaba despreocupado una jump mientras rascaba su plateada cabellera. Parecía a 5 segundos de quedarse dormido ahí mismo.

La habitación era blanca, fresca y con relativamente pocas personas, sólo los antes mencionados y una mujer con su hija. Una señorita detrás del escritorio tecleaba en la computadora.

El silencio era obvio e idóneo para dormir, pero Gintoki hacía todo lo que podía por no dejarse vencer por el sueño. En cualquier momento abrirían hora de visitas y no había estado ahí sentado desde el día anterior para perdérselo. El idiota de Hijikata lo escucharía.

Seguía perdido en el capítulo de su manga mensual cuando una enfermera de cálida sonrisa se les acercó a ambos individuos.

― Disculpen, ustedes dos vienen a ver a Toshiro Hijikata, ¿verdad? La hora de visitas acaba de empezar.–les dijo amablemente la enfermera.

La voz provocó que Sougo despertara y Gintoki volviera a prestar atención a su alrededor.

―¿O sea que ya podemos pasar?–preguntó Gintoki.

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