K.1

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¿Que si Maya creía en el Karma? Eso ella lo tenía más que claro. Que la gente, cuanto más gilipollas y sinvergüenza fuera, más duro sería el karma con ellos. Ella vivía en el centro de la ciudad, de una gran ciudad. El centro de todo; Madrid. Allí había miles y miles de personas diferentes, pero ella las calificaba entre gente correcta y gente gilipollas; siendo el segundo tipo lo que más abarcaba en su lista mental.

Maya paseaba siempre por las calles de Madrid, aunque de vez en cuando también se daba el privilegio de salir de ese gigantesco imán que a tanta gente atraía. "No lo entiendo" pensaba ella "con la de cantidad de lugares maravillosos que hay fuera de aquí y todos vienen a pasear entre agobios, codazos y empujones. Y menos mal que aún no es navidad"

El lugar favorito de Maya era cualquier sitio donde hubiera silencio, libertad y aire puro. Por eso, siempre que podía se escapaba a la sierra, con sus amigos, o ella sola. No la importaba que sus amigos la acompañasen, pero cuando iba sola siempre estaba mejor. Paseaba siempre cerca del río, descargando su rabia contra los mosquitos que intentaban arrebatar un poco de su sangre. Pero no llegaba a matarlos, sólo los espantaba. O eso pensaba ella por lo menos. Pasaba por allí un buen rato. Solía sentarse en la orilla del río, cerrar los ojos, y respirar pausadamente. Pero cuando llegaba la hora de irse, siempre aparecía en el interior de su pecho una bola que presionaba sobre ella con tanta fuerza que a veces llegaba a pensar que se ahogaba. Porque Maya no quería volver a casa, no quería ni si quiera vivir allí. No quería estar en ningún lugar donde también estuviese su hermano mayor, Ramón. Él era la clase de persona que Maya calificaba como gente gilipollas, y su hermano lideraba la lista con diferencia.

Ellos dos vivían con su padre y con su madre, aunque cada uno tenía su propia casa. Porque gracias a una tras otra decepción de su hermano, las discusiones entre sus padres aumentaban cada vez más y peor. Su padre defendía a Ramón y su madre le contradecía. Así constantemente, hasta que los dos explotaron y decidieron separar sus caminos. Ahora su madre era feliz con otro hombre, y su padre también era feliz soltero, conociendo a una mujer cada mes. "No quiero compromisos" contaba Pablo a sus dos hijos cada vez que ellos dos iban a su casa a pasar el fin de semana y se encontraba con una mujer nueva.

Ramón era como su padre con las mujeres. Sólo que la única diferencia era que su padre las trataba bien. Ramón era de esas personas que sólo con que te saludaran ya sabías lo muy tóxicas que eran. Ramón no quería a su familia, no quería a la gente, mucho menos a su sexo opuesto; Maya pensaba incluso que él tampoco se quería a sí mismo. Porque, ¿cómo te vas a querer a ti mismo haciendo daño a los demás? Era por eso, por lo que Maya hacía tiempo que había cortado cualquier relación con Ramón. Para ella él no era su hermano mayor, y él tampoco se esforzaba para cambiar esa perspectiva de su hermana.

Fue un alivio para Maya, cuando por fin pudo independizarse. Encontró una chica que alquilaba una habitación, y es allí donde se fue a vivir el mismo año que cumplió los 23 años. Ahora tiene 26 y está más que a gusto con a ahora mejor amiga, Tania.

Maya dejó de saber de su hermano, el mismo día que se mudó con Tania. Pero no hay día que no recuerde, todas y cada una de las putadas que su hermano ha hecho pasar a ella y a su familia... Y también a sus antiguos amigos. "No sabemos nada de él desde hace...dos años o así. Perdió el norte totalmente." Eso fue lo último que habló con su ex mejor amigo Arturo, de quien tampoco supo nada más después de eso, hace dos años. Cristina, la madre de Maya, era quien más solía ver a Ramón, pero apenas eran cinco minutos de visita, ya que él, sólo iba a que su madre le diera algo de dinero. Maya se enfadaba mucho con su madre, porque no encontraba razones para que ella le diera dinero al hijo que tan mal la ha tratado siempre. "¡Lo veo injusto mama! No se merece tu respeto!" La regañaba ella cada vez que iba a visitarla y, aunque su madre no le dijera nada, su rostro no sabía mentir, así que Maya adivinaba con facilidad que Ramón había vuelto a visitarla. "Es mi hijo, Maya. No puedes cambiar eso." Respondía ella siempre lo mismo, con una sonrisa tan inocente y dulce, que a Maya le partía el corazón. Claro que ella no podía cambiar eso, pero su madre sí. Si no lo hacía ella, nadie más podría. Su padre lo hizo, ya no aceptaba más visitas de Ramón. Maya también lo hizo, dejó de lado cualquier tipo de afecto que algún día llego a tener por su hermano.

K A R M ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora