Mario y Maya se mudaron a la costa asturiana. Ella le tuvo que dar muchas vueltas a esa idea, ya que mudarse fuera de Madrid, significaría dejar su consulta, y dejar a sus pacientes. Pero a la vez tenía unas ganas enormes de salir de ese lugar. Las mismas ganas que siempre tuvo desde adolescente. La boda se celebró también allí, aunque fue por el juzgado, y después la celebración fue en un restaurante, donde en la planta superior se encontraba la pista de baile y demás. Fue bonita, y con poca gente. Familiares cercanos de los novios, y algún que otro amigo íntimo de cada uno.
La luna de miel fue algo mágico para Maya. Jamás habría imaginado que algún día, viajaría a Noruega; un país tan soñado y tan deseado para ella. Aunque Mario siempre quiso ir de Safari por África, quiso cumplir el sueño de su mujer, y así fue. Pasaron dos semanas mágicas y maravillosas. Hicieron senderismo y acamparon varias veces por las espectaculares rutas de Preikestolen. Estuvieron a punto de hacer escalada, pero a Maya le dio tal miedo solo con verlo desde abajo, que se conformaron con subir hasta lo alto por otro camino. También visitaron las Islas Lofoten, donde Maya disfrutó como una enana contemplando la aurora boreal en persona por primera vez. Aquel día volvió a enamorarse, pero solo durante el ratito que estuvieron allí. Aquella foto se convirtió en su segunda favorita. El álbum de su boda era el que ocupaba el primer puesto.
Pero para sorpresa de Mario, Maya dijo algo que le hizo llorar enseguida de alegría.
- Aunque puede que dentro de nueve meses, nuestra foto favorita sea otra –dijo ella, con tanta emoción en su voz, que casi no pudo pronunciar bien las palabras. Pero fue suficiente para que Mario cayese de rodillas, rodeara la tripa de su mujer con sus manos y colocó un suave beso justo en su ombligo-. Te amo Mario.
La sonrisa de él, fue igual o más grande incluso que el día que escuchó a Maya pronunciar el Sí quiero frente al altar.
Maya era feliz, muy feliz. Aunque tenía esos días en los que no podía evitar estar de mala leche, Mario la comprendía e intentaba mil y una maneras de calmar sus malos complejos y manías. Las consultas con los pacientes tampoco ayudaban, y no podía permitirse darse de baja, ya que algunos de sus pacientes eran bastante difíciles de manejar, y no podía darse el gusto de que la sustituyeran. Eso alteraría el progreso.
Ya casi estaba a punto de cumplir los ocho meses de embarazo, cuando una llamada de su madre la descolocó por completo. Aunque en realidad no sintió la misma pena que con su abuela, y por ello, de algún modo, se sintió peor. Ramón había fallecido en una pelea. Según la policía, fue un ajuste de cuentas. Por lo visto, según contó el asesino, quien fue arrestado al día siguiente, llevaba detrás de Ramón muchos años y cuando dio con él y vio que seguía sin tener los más de mil euros que le debía, le bastaron nada más que dos navajazos bien hondos en el pecho para matarlo.
Cristina no dejó de llorar durante todo el funeral. A sus sesenta años, perder a su hijo, la dejó vacía. Ramón ya tenía casi cuarenta años. Ella confió en que su hijo había dejado todo ese tema de drogas, cuando un año atrás, él dejó de pedirla dinero. Aunque eso conllevó a que dejara de recibir visitas por su parte, Cristina jamás dejó de amar a su hijo. Pablo y Maya, en cambio, no lloraron. Más que pena, sentían rabia. Ramón había destrozado la vida de su madre por culpa de sus malditos trapicheos. Maya nunca llegaría a perdonarle eso jamás.
Casi un mes después, el nacimiento de Esther, iluminó una pequeña parte de la vida de Cristina. Así que, cuando Cristian, el novio de Cristina, comprobó que la pequeña alegraba a su mujer, tomó la correcta decisión de mudarse a Asturias, a un pueblo cercano donde vivían Maya y Mario.
Así fue como esa familia nunca llegó a hundirse del todo. Y mucho menos, cuando tres años después Maya volvió a traer a la vida a dos gemelos, Tomás y Raúl.
Maya tenía algo muy claro y muy presente en su día a día: El Karma existe, y cuando peor seas, peor te será su respuesta, sin necesidad de salpicar a los que le rodean.
Nota:
1. Esta pequeña historia está totalmente inventada por mí, al igual que el resto.
2. No existe ninguna relación entre la historia y la vida real.
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