Nii-san.

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—¡Nii-san, despierta!– Gritó un pequeño niño de tez clara, cabellos marrones y una sonrisa radiante. Corrió hacia la cama de su hermano mayor y se lanzó sobre él, se sentó sobre el regazo de el chico y empezó a saltar mientras reía—. ¡Aaaariiibaaaa!

— Ryō... Déjame dormir....– Dijo Aomine a su hermano menor mientras lo tomaba por sus muslos, tratando de que pare de saltar—. Tienes quince años, actúa de acuerdo a tu edad.

—¡Pero Kise-kun está aquí!– Ryō señaló a la puerta de la habitación donde se hallaba Kise Ryōta, el novio de su hermano mayor, parado en la puerta con su ceño fruncido.

—¡Aominecchi dijimos que nos veríamos a las diez en el parque!– Protestó el blondo.

—¿Y...?– Murmuró perezoso Aomine aún con su hermano menor a horcajadas suya.

—¡Son las doce!– Gritó Kise enojado. Dio media vuelta y mientras salía de la casa gritó:— ¡Terminamos! ¡Imbécil, vago y estúpido Aominecchi!

Ambos hermanos miraron hacia la puerta. El menor en shock y el mayor desinteresado. El mayor apretó los muslos de su hermano menor y lo restregó contra su miembro, el menor lo miró sorprendido y tapó su boca tratando de ahogar un gemido.

—¡N-Nii-san, dijimos que ya no lo haríamos!– Gritó su hermano menor con el rostro sonrojado tratando de reprimir sus gemidos.

Aomine y Ryō no eran hermanos de sangre. Los padres de Daiki lo habían adoptado cuando tenían seis y nueve años respectivamente. Cuando recién se conocieron no se llevaban tan bien, Daiki odiaba a Ryō porque decía que le había robado el amor de sus padres; Ryō solo empezaba a llorar y corría a los brazos de su “madre”.

—¿Y? Ahora que Kise me dejó puedo estar contigo, después de todo, no nos une la sangre.– Dijo sonriendo Daiki. Volvió a apretar los muslos de su hermano menor y lo restregó contra su miembro con mucha más fuerza que antes. Ryō no pudo contener su gemido que sonó como el de un gatito bebé. Eso encendió aún más a Daiki.

Cuando Ryō cumplió catorce años los padres de Daiki lo mandaron con él a Japón, ya que cuando tenían seis y siete se habían mudado a América. Apenas vió a Ryō, su crecimiento, su hermosura, le fue imposible no enamorarse de él, igualmente sucedió con el menor.

Un día no pudo contenerse al ver a su hermano menor llevando su camiseta, término por hacerlo suyo ignorando las lágrimas y quejas del menor. Con el tiempo esos encuentros fueron más frecuentes.

Se acercó al rostro de Ryō y le plantó un beso en su frente, sorprendiendo al menor. Hizo un recorrido de besos, desde su frente, orejas y labios hasta su cuello, hombros y clavículas; dejando marcas visibles. Ryō gemía como una gata en celo, era un niño puberto de quince años y aún tenía su voz aguda, que a Aomine le encanta.

—¿Te gusta, Ryō?– susurró en su oído. Ryō tembló como respuesta.

—¡P-Para nada!– Gritó el menor empujando el pecho de Daiki. Aomine sonrió y tomó ambas manos del chico y cambió de posición, dejando a Ryō a su merced—. ¡N-Nii-san!

—Etto... ¿Dónde la puse?– se preguntó a si mismo Daiki buscando con la mirada su corbata del instituto. Cuando la tuvo, ató las manos de Ryō al espaldar de la cama y abrió sus piernas, dándole una vista que hizo que su Aomineconda aumentase su tamaño—. Eres muy lindo, Ryō.

—¡¿Q-Que dices?!

—Tsundere~– susurró en su oído. Bajó los pantalones para dormir de Ryō y empezó a masturbarlo, Ryō empezó a soltar más gemidos que trataba de callar mordiendo su labio inferior—. Hey.

—¿Eh?– Dijo Ryō confundido al ver a Daiki aún más cerca de su rostro y se sonrojó aún más. Daiki unió sus labios bruscamente y empezó a realizar una danza con sus lenguas, mordió el labio inferior de Ryō y este se quejó.

—No vuelvas a morder tus labios, solo yo puedo hacerlo. 

Ryō, sorprendido por lo que dijo, trató de zafarse del agarre de la corbata de su hermano mayor; al ver que no obtenía resultados empezó a patalear. Daiki río divertido y se levantó de la cama. Ryō a la hora de hacer el amor era un tsundere... Siempre terminaba dominandolo. Buscó entre sus cajones otras dos corbatas, debido al instituto tenía cinco de repuesto, se acercó nuevamente a la cama y empezó a atar las dos piernas de Ryō a un lado de la cama. Sonrió al ver a Ryō totalmente abierto de piernas a él.

—Jeh~ que posición más sucia, Ryō-chan~.– le sonrió divertido. Ryō frunció su ceño y trató, nuevamente, de aflojar los nudos de la corbata que mantenía sus manos prisioneras—. Oh~, no hagas eso Ryō-chan~

—¡No me llames Ryō-chan!– Gritó el menor sonrojado por el honorífico que su hermano mayor le agregaba a su nombre. Daiki sonrió y volvió a posicionarse sobre el menor, sorprendiendolo.

—Bueeno~ empezamos.

Daiki empezó a recorrer toda la anatomía de su hermanito, sacando tiernos suspiros y jadeos al chico. Ryō trataba de soltarse del agarre y tratar de alfojar el agarre del nudo. Su rostro era una obra de arte, según Daiki; Su ceño levemente fruncido, mordiendo su labio inferior tratado de silenciar sus gemidos y sus pómulos sonrojados como un tomate le daba un toque tierno y sumiso.

—¿Uh? Ya te pusiste duro, Ryō-chan~– Comentó sonriendo como el gato de Cheshire, se acercó hasta el rostro de el pequeño y susurró en su oido—: Quiero oírte, así que será mejor si dejas que tus gemidos se escuchen si no quieres que te folle duro.

Aquella confesión más la mordida a su cuello hizo que soltaste un fuerte gemido. Debía rendirse, estaba atado y a merced de su hermano, además, solo trataba de hacerse el difícil.

—Jeh~, sabía que cederías, Ryō~.

—Aún puedo llamar a Kazunari-niisan y a Kōsuke-niichan– Dijo seriamente Ryō.

Además de ellos dos, habían otros dos hermanos, cuatro chicos en total, uno adoptado y tres de sangre. El primero era Kōsuke, tenía doce años cuando Ryō llegó a casa, ahora tiene una relación seria con Imayoshi Shoichi; Kazunari iba luego de Daiki, tenía siete años cuando Ryō apareció, ahora mantiene una hermosa relación con Midorima Shintarō, un gran médico y amigo de Aomine.

—Mejor me callo y empiezo de una vez.

Lentamente desnudó a Ryō y a si mismo. Empezó a estimular la entrada de Ryō, un dígito, dos dígitos, tres dígitos hacían falta para estimular y preparar la entrada de el pequeño Ryō.

Sin esperar entró en Ryō, esperó a que el pequeño se recuperase para volver a moverse. Ryō movió sus caderas lentamente, indicándole que podía moverse, con estocadas lentas empezó a hacer que Ryō viese estrellas, con embestidas rápidas hacia a Ryō gemir como loco. Qué bueno es tener las paredes anti sonido.

—Te amo, Nii-san...

—Yo aún más, Ryō...

Se susurraron en el clímax.

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⏰ Última actualización: Sep 29, 2017 ⏰

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