Entre armas y pañales

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ENTRE ARMAS Y PAÑALES

 

 

Annabeth caminaba con paso lento por la calle principal del campamento, tenía prisa por llegar a su destino intentando pasar desapercibida de los demás campistas ¡Su gorra en ese momento sería de gran ayuda! Pensaba que al acelerar el paso su reciente torpeza podría salir a la luz, cometer un accidente y llamar la atención de todos.

Annabeth Chase era una chica brillante, la número uno de todas las clases. En dos meses sería la finalización de su entrenamiento, enfrentándose muy pronto a un nuevo mundo, la vida mortal. Estaba ansiosa por terminar todas sus clases para poder irse a la cuidad a estudiar diseño arquitectónico. Desde que nació fue una niña tranquila y muy madura para su edad, hacía lo que pensaba que era correcto y seguía las normas. No tenía muchos amigos, los que había tenido en toda su vida podían contarse con las palmas de su mano, lamentablemente todos se habían muerto en la batalla anterior dejándola a ella sola.

"Afrodance" decía el cartel pegado en su casillero. Bufó, quitó el anuncio que promovía el baile de despedida. Tenía prohibido asistir al baile, tenía prohibido asistir a la entrega pública de su última cuenta. Era un milagro que el Señor D le permitiera terminar su entrenamiento, estaba segura que si existiera otro campamento mestizo hace mucho la hubieran expulsado. Guardó con mucho cuidado sus armas y apuntes de ese día, por suerte no tenía entrenamiento durante el resto del día. Echó su mochila al hombro y salió con mucho silencio fuera de las instalaciones del instituto.

Gracias al silencio de su caminar podía escuchar los murmullos al pasar. Sentía varios ojos mirándole sus espaldas, Annabeth sentía que cada día se encontraba frente a una sala de investigación, como si estuvieran incriminándola de un crimen. Un crimen, podría decirse que en el campamento, eso era exactamente lo que había cometido.

Annabeth caminó hacía la casa grande para hablar con Quirón, su maestro amable y dulce. Aparentaba unos 45 años de edad, su cabello negro contrastaba con la blancura de su pelaje.

Cuando su profesor la observo en el marco de la puerta dijo:

—Señorita Chase, espero verla mañana para su examen final de mitología nórdica —Le sonrió amablemente.

Anne había hablado con todos sus profesores para terminar su entrenamiento cuanto antes, ellos aceptaron a delatarle todas las pruebas finales y permitirle adelantarse en la materia. La clase de mitología de mañana sería su última lección, había adelantado todos los temas, a partir de la próxima semana tendría todas las tardes del lunes libre.

—Muchas gracias Quirón —respondió con una tímida sonrisa—.  No sabe lo que significa para mí.

—Anne —Se acercó a ella y tomó sus manos—.  Se lo mucho que significa esto para ti. Te he visto crecer desde que eras una niña de 7 años, ahora que afrontas un reto mayor lo estás superando con madurez, eso es de admirar en ti.

—Le estoy muy agradecida, en medio de tantas acusaciones y reclamos saber que alguien está conmigo me hace sentir aliviada —Anne se echó en su brazos reprimiendo las lágrimas.

—Annabeth ¿pasa algo con...? —Los sollozos de Annabeth interrumpieron sus palabras. Quirón se limitó a acariciar sus cabellos rubios hasta que pudo sentirla más tranquila.

—No pasa nada —respondió. Limpió el resto de lágrimas de sus mejillas—, es solo que me siento tan sola aquí, pasar todo el día rodeada de los campistas, saber que no puedo hablar, y sobre todo soportar sus miradas y murmuros.

Entre armas y pañalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora