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La llamada llega a eso de las once, interrumpiendo la reorganización del departamento, esta liderada por Peggy.

Atiende ya sin aliento luego de levantar los pesados muebles, esperando la voz de su madre o el tono juguetón de James. Ella le ve alejarse hacia el balcón, pero no dice nada y sigue limpiando y bailando al son de una canción en la radio.

Steve, apoyado en la baranda, mira los autos pasar y se siente como un limbo, confundido por la inesperada voz que le habla de vuelta, sin decir mucho más que un tembloroso susurro.

—Hey cap...

El caset de su vida se rebobina y le lleva hacia el pasado y luego de golpe hasta el futuro, y, sin darse cuenta, responde a una pregunta que no escucha bien por estar suspirando. Un 'tal vez' que probablemente debería haberle salido como una negativa y no como una afirmación.

Es cuando un mensaje con una dirección llega que cae en cuenta de lo que sucede, y decide que, primero, no se puede echar para atrás, y, segundo, lo mejor es contarle a Peggy.

Ella sonríe a medias, evidentemente sorprendida ante la mención de un nombre que estaba tácitamente prohibido entre ellos. No porque le molestase a ella, sino porque ese nombre lo lastima a él.

— ¿Tony? Steve, ¿Estás seguro de que... ? —Su voz tiembla.

Peggy toma sus manos; pero las suelta casi de inmediato, volviendo a tomar el plumero y siguiendo con su tarea de quitarle el polvo a un estante. La agitación en sus movimientos lo desconcierta, pues ella luce incluso más afectado que él por el hecho de que Anthony Stark esté devuelta en Nueva York.
Luego, la sonrisa que le da parece más serena y hasta con intenciones conciliadoras y Steve sabe entonces que su preocupación no es causada por el regreso de su antiguo compañero de escuela, sino que se debe a él y al desastre que ya se ha vuelto una vez.

— Asegurate de no llegar tan tarde para la cena, tu madre vendrá un rato —dice al fin, tranquila—. Y dile a Tony que es bueno tenerlo de vuelta.

Steve respira, absteniéndose de sentirse culpable, sabiendo que Peggy nunca fingiría una sonrisa para él. Le da un beso rápido antes de irse e intenta ignorar que esto puede no ser lo mejor para ambos, confiando en que la relación que han venido construyendo desde hace años es lo suficientemente estable.

En su camino a la salida quiere limpiar un poco el sudor de su rostro aunque cree que el intento es un poco vago de su parte, haciendo maniobras para tomar su abrigo y abrir la puerta al mismo tiempo. Se encuentra a James en el ultimo escalón, trayendo consigo lo que probablemente es el pavo para la cena, lo saluda a medias y el hombre parece confundido por su evidente estado de agitación. Ya qué, Peggy puede decirle o él le contará luego.

Procurar tomar un taxi en la avenida principal es casi un intento de suicidio, considerando los cientos de personas ansiosas por llegar a casa con sus familias luego de un largo día de compras. El subterráneo, tomando en cuenta la movilización masiva del día de hoy, no perece ser una mejor opción. Por lo que decide confiar en su condición física aunque hace meses que no se ejercita debidamente.

No sabe decir con seguridad si lo que le produce ese hormigueo en la punta de los dedos es el frío, pues ha olvidado los guantes, o si se debe al estar redescubriendo que quizá es aún demasiado joven como para perder esa terquedad y ganas de aferrarse que tanto le caracterizaban a los dieciocho y al perecer siguen en él a los veintitrés, haciéndose sentir ahora con el repentino zumbido en sus oídos, como el eco de un radio viejo.

Casi puede reír como un niño, ridiculizado por estar corriendo justo como lo habría hecho cuando se escapaba de clases, guiado por esa mano firme que parecía jamás le dejaría ir.

Es frente al local que sus piernas amenazan con fallarle, no porque no tenga fuerzas sino porque es ahora que le golpean los nervios.

Porque Steve cree firmemente que la mayoría de los estudios de Freud son meras falacias, pero si algo de lo que esos estudios dicen es cierto, eso es que el no quemar etapas cuando se debe hace que las arrastremos con nosotros y que busquemos satisfacerlas a como de lugar.

Anthony Stark es justo eso: un ciclo que aun no llega a su fin. Pues si ellos hubiesen sido una historia, esta habría terminado en puntos suspensivos en vez de con un punto que marque el final.

Aun así finge firmeza, guardando las manos dentro de los bolsillos de su abrigo y cruzando la calle, casi sintiendo molestia al darse cuenta de que el lugar sigue siendo el mismo y él no lo es. Sólo hace falta echar una mirada fugaz hacia el ventanal para descubrir un par de ojos que siempre han sido más azules que los suyos para estar seguro.

No tiene idea de por qué ahora.

Pero Tony ha vuelto.




Cuando suena nuestra canción ★ stonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora