Era medio día y las sirenas de las patrullas escandalizaban el tranquilo lugar.
En un rincón, tirado, en las afueras del recinto, yacía el cuerpo inerte de algún desafortunado hombre.
La gente se acoplaba, mirando curiosa, queriendo saber lo que había pasado o como aconteció el lamentable incidente.
El dueño del lugar se encontraba apesadumbrado, acompañado únicamente de su asistente, observando los movimientos de los oficiales al poner aquel plástico sobre el cadáver. No se explicaba como había ocurrido.
Sus trabajadores estaba impacientes a la espera de algún comunicado, pero el dueño solo estaba ahí parado, observando, despreocupado quizás, y su cuerpo no reaccionaba ante nada.
- Necesitamos saber con exactitud - los oficiales lo miraban esperando una respuesta - Deberá entregarnos las grabaciones - terminó por decir, dirijiendose hacia su asistente.
En ese momento llego su amigo de confianza y el que se encontraba a cargo de la seguridad del lugar. Traía una carta entre sus manos que luego le paso.
- Exijele a esa gente que se retire... amablemente - se volvió hacia su amigo - por favor Sebastián
Pero aquel hombre no alcanzó a moverse. Un auto frenó bruscamente al frente de ellos y de su interior salió una chica, de unos 20 años, ensangrentada, lastimada, que cojia de su pierna derecha. Se dirigió directamente hacia el cadáver. Pidió que levantasen el plástico y se quedo unos segundos mirando. Luego, se dio vuelta y camino lastimosamente hacia el dueño.
-Lo siento. Lo siento tanto- Sebastián miraba expectante - Ya no puedo protegerte
El dolor se reflejaba en los ojos de aquella chica y en los ojos del dueño, la desesperación.