Opuestos

Día tres por la mañana: Lucy

Siento un cuerpo pesado a mi lado, una mano en mi vientre y un cosquilleo en la entrepierna. Como si...

¡Un cuerpo pesado!

—¡Por dios! —grito al ver ese cabello castaño casi rubio. Ella se sobresalta y se descubre el cuerpo. ¡Está desnuda! ¡Demonios! ¡Que sexy! ¡¿Qué?! Estúpida, casi hace que mi cuerpo se descubra aún más. Tonta sábana blanca.

—¿Qué diablos..? —pregunta mirándome confundida.

—Lo hicimos —digo mirándola con susto, estoy asustada.

—Lo hicimos —afirma con una sonrisa lasciva y una mirada pervertida. Intento cubrirme un poco, aunque sin mucho éxito.

—¿Lo disfrutamos? —pregunto agachando la cabeza, siento la cara caliente y es que sé la respuesta muy bien, lo sé porque recuerdo mucho de lo ocurrido en la madrugada.

—Mis vecinos ahora conocen mi nombre —su tono de voz suena a burla, mis mejillas arden.

—Eres una descarada —le reprocho. La regreso a ver con un puchero y suelta una risa.

—Anoche no pensabas lo mismo —sigue sin quitar la estúpida sonrisa triunfadora. Estoy por reprochar y me roba un beso, un beso tierno que lo transforma en lascivo. Sin duda. Está loca.

Es cierto los opuestos se atraen. Ese día no pude salir de su departamento, ni siquiera recuerdo que tuviese hambre. Ninguna respondió el teléfono. Ambas olvidamos a Cassandra. Scarlett y Lucy, suena bien. Creo que puedo tomar a esta bruja como algo formal (si lo pide, claro) en caso de que no lo haga no voy a hacerlo.

—¿Quieres ir por un helado? —dice contra mi abdomen, seguimos desnudas.

—Haz lo que estabas haciendo y después... Ah —ríe volviendo a su trabajo, dejando interminada mi respuesta, tonta.

¿Quién le permitió hacerme esto? Ah, yo. Tonta.

—Dilo —susurra haciéndome cosquillas ''allí''

—Me niego —suspiro.

—Dilo —ordena.

—Vamos por un helado —digo dejando salir los gemidos retenidos. Tramposa.

—Acepto, Lucy —ronronea mi nombre.

Y así comienza la historia de amor, esperando que no tenga fin.