Infierno

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Y a mi lado se agita sin cesar el Demonio,

Flotando en torno de mi como un aire palpable;

Le respiro y le siento abrazar mis pulmones

Que me llenan de un ansia sin final y culpable...

La destrucción de Charles Baudelaire

La inmensa columna de fuego que el poderoso choque de ataques había generado lentamente se desvaneció en el cielo, más eso no mitigo el candor del combate. Lo ojos del Shun se clavaron sobre los de Quimera, el demonio del dolor lo contemplo fijamente mientras sus iris marrones se volvían rojos como la sangre.

—Bien, disfruta de tu reencuentro, Quimera. Yo me encargare de las criaturas mortales.

El demonio del Dolor asintió a la orden de Asmodeus e inmediatamente se lanzo hacia el otrora caballero de Andrómeda.

— ¡Shun!

Hyoga quiso interponerse, más fue interceptado por la mano del cazador, que con una severa voz le dijo:

—No te metas en luchas personales, menos si son entre demonios.

Shun se cruzo de brazos soportando la arremetida de la poderosa espada del Ángel del dolor, más debió esquivar el segundo golpe de la misma, ya sabiendo que su armadura no lo podría soportar otro golpe de su filo. Salto hacia atrás, tomando distancia de su adversario, y llevando la batalla lejos de sus aliados.

Los dos contrincantes eran feroces y no se andaban con sutilezas ni nimiedades, los golpes de quimera destrozaban el suelo en donde antes Shun se paraba y rebanado el aire cada que el demonio de cabellos esmeralda le esquivaba, las chispas de fuego volaban en el momento en que la espada acerrada y las plateadas garras chocaban. Por unos momentos, todos los presentes quedaron abstraídos por el feroz combate que entre los dos infiernos se gestaba.

Shun empleo toda su habilidad, en un elegante giro esquivo el ardiente filo del la espada de quimera y se situó en la retaguardia de su adversario con el arma desenfundada. Las balas de Astrón perforaron la armadura carmesí del Tártaro, más no disminuyeron ni un ápice de su agresividad, como todo un Beseker, Quimera se arrojo sobre su adversario sin importarle la lluvia de balas. Los ojos de Shun se abrieron de par en par, pese a todas sus heridas, en menos de un segundo su infernal enemigo se hallaba frente a él, con una sádica sonrisa decorando su cara y el aserrado filo de su espada enfilado hacia el corazón de su contrincante, por solo centímetros, el más joven de los demonios logró esquivar el arma que dejó profundos surcos en su armadura. Pero Quimera se resistía a perder su presa, en el mismo momento giró y le lanzó un certero rodillazo a su contrincante, Shun pudo protegerse con su antebrazo, no obstante, las afiladas púas que acordaban la armadura carmesí del octavo infierno perforaron sus defensas y se clavaron profundo en su carne, segundos antes de que aquel golpe lo lanzara contra la pared de la Iglesia.

El impacto fue devastador para la deteriorada construcción, ante el horror de sus compañeros, todo el edificio se derrumbó sobre Shun. Los caballeros y el cazador inmediatamente pensaron en acercarse, pero fueron detenidos por la repentina aparición del Rey de los infiernos, quien se interpuso en su camino antes de que tan siquiera pudieran moverse.

— ¿A dónde creen que van?

Los ojos malva del Tártaro se enfocaron fríamente sobre ellos, brillaban en la oscuridad de la noche con la luz de la locura y destrucción ardiendo desde lo más profundo de su interior.

—Los mortales nunca nos entienden... Nunca lo entienden. —Pronuncio con una frialdad que helaba la sangre. —No entienden lo que querernos, no entienden la pasión por la que existimos. Pero descuiden, Shun ahora la entiende...

Criaturas de la noche (saint seiya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora