Prólogo.

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En la infinidad del universo, la diversidad biológica no tiene límites.

Como defensor del universo, ésta es una de las primeras cosas que se aprenden después de meses de visitas a innumerables planetas y sus ecosistemas, cada uno con ejemplares de vida tan insólitos que no dejaban de fascinarle: plantas que brillan, reptiles que vuelan, hongos que podrían desintegrarte con sólo un toque. 

Tantos descubrimientos hechos, tantos conocimientos adquiridos, y aun así, seguía sin encontrar respuesta a aquella pregunta que lo ha atormentado desde su primer día en el espacio, robándole incontables noches de sueño desde entonces. 

La cosa era: ¿Por qué los Leones de Voltron no llevaban melena? 

Los leones machos tienen melena, ¿no? 

Siguiendo esta lógica, ¿no deberían ser referidos entonces como las Leonas? 

Sí, sabía muy bien que se trataban de robots espaciales sin necesidad de diferenciación de género y probablemente se verían ridículos con una gran cabellera rodeando sus gigantescas cabezas de metal, pero fácilmente podrían sacarle provecho a esa elección de diseño, como una especie de capa protectora, o, ¿qué tal una melena afilada compuesta de cuchillos? Sería beneficioso para los ataques de corto alcance, y—

No, no, no, algo mucho mejor: ¿y si cada melena fuera del material del tema de cada paladín? Blue podría tener una corona de hielo; Red, una de llamas;  Yellow, una de piedras; y así continuamente. Ahora que lo pensaba, sería difícil asignarle un elemento a Shiro, ¿qué protegía un guardián del cielo, para empezar? ¿Nubes? ¿Estrellas? ¿Cómo un paladín podía cumplir su labor de proteger si ni siquiera estaba seguro de lo que protegía en primer lugar? 

Hunk consideró preguntarle a su compañera de misión qué opinaba, pero los murmullos que salían entre los dientes de ella, maldiciendo cada cosa que se le pasara por la cabeza, lo retuvieron.  

Para ser la guardiana del bosque, Pidge parecía estar pasándosela muy mal después de media hora en contacto con la naturaleza.

—Soy la guardiana del bosque, no de la maldita selva —espetó ella malhumorada.

—Oh, ¿dije eso en voz alta?

Hunk se sobresaltó de inmediato al percatarse de su error; estaba tan inmerso en sus ideas que había olvidado por completo su mal hábito de pensar en voz alta. Y aún cuando la castaña no le contestó su pregunta, su expresión de pocos amigos era respuesta suficiente.

—Ah, perdón —titubeó, y el tema habría acabado allí de no ser porque él continuó desvariando como siempre—: pero, ¿acaso no es lo mismo?

De nuevo, Pidge no respondió: probablemente estando muy ocupada en avanzar entre la densa maleza y no tropezarse con alguna piedra en el camino. Siguiéndole el paso, Hunk prosiguió en dar una explicación que ni había sido pedida en primer lugar:

— Quiero decir, ambos son terrenos ocupados por seres vivientes, como árboles, y plantas, e insectos, y animales... animales depredadores... y hambrientos... que podrían estar acechando para atacarnos en cualquier momento...

Su propio tren de pensamiento había resultó ser más atemorizante que informativo, y él terminó por encogerse de forma involuntaria, visiblemente alerta a sus alrededores. La respuesta de su compañera fue simple:

—Hunk, todos los ecosistemas son así.

—¡Eso es a lo que me refiero! —exclamó y extendió los brazos para enfatizar su punto—: Guardián del bosque, guardián de la selva, ¿por qué no globalizaron el término a guardián de la naturaleza? ¿No todos los ecosistemas merecen protección por igual?— juntó sus manos cerca de su corazón, conmovido por sus propias ideas de paz y justicia.

Flos Amoris || [ Hidge ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora